Atrocidades que dañan a Israel

La actual tragedia en la región es es un “éxito” para los sectores extremistas

Dos jóvenes lloran junto a los escombros de su casa tras un ataque aéreo de Israel al este de la ciudad de Khanyounis, al sur de la Franja de Gaza.

Dos jóvenes lloran junto a los escombros de su casa tras un ataque aéreo de Israel al este de la ciudad de Khanyounis, al sur de la Franja de Gaza. Crédito: EFE

Medio Oriente

Indudablemente lo más cómodo hubiese sido ver para otro lado, pensar sobre la esperanza, las cosas positivas que —al menos en perspectiva- nos pueden animar a mejorar nuestra calidad de vida. Lo mejor era seguir pensando en que tenemos que tener fe siempre en el ser humano. Indudablemente eso es alentador. Pero la tragedia sin descensos en el Medio Oriente se está imponiendo.

Para dar una síntesis de esta trama que nadie quisiera que ocurriera, lee uno, apretando el estómago, una nota de Juan Gómez, publicada muy recientemente en el diario El País, de España:

“El profesor Ibrahim Kilani y su familia escaparon de su hogar en Beit Lahia —un pueblo al norte de Gaza— el jueves, cuando los soldados de Israel empezaban su invasión terrestre de la Franja.

Muchos palestinos pensaban entonces que la infantería y los tanques asaltarían el norte del territorio, así que Ibrahim y Tagrid llevaron a sus cinco hijos a Shiyaiya, al este de Ciudad de Gaza. Salieron de allí a tiempo para evitar las bombas que arrasaron el barrio la noche del sábado y causaron la muerte a decenas de vecinos. Entonces se refugiaron en el edificio más optimista de la Franja, la Torre de la Paz, en la céntrica calle Omar el Mutjar. Sus seis plantas superiores se hundieron el lunes tras el impacto de dos misiles israelíes. Allí murieron los Kilani, sus cinco hijos de entre 4 y 12 años y otras cuatro personas. Como ellos, más de 600 palestinos han perdido la vida en dos semanas de intensos bombardeos israelíes.”

De entrada, es de aclarar un detalle imprescindible: criticar las acciones actuales del ejército israelí, las cuales pueden llegar a la categoría de masacres, de graves violaciones a los derechos humanos, no es de ninguna manera una posición antisemitista.

En absoluto eso es cierto. Con un mínimo de sentido humanista, no es posible no solidarizarse, dejar de lado, no recordar, ni oponerse a la dantesca práctica del holocausto judío, como producto de la II Guerra Mundial. Esa es una mancha indeleble en la historia de la humanidad.

No es posible no reconocer, que el pueblo israelí requería, tenía de derecho a un territorio. Por supuesto que es necesario no olvidar el holocausto para que nunca más la humanidad tenga una vergüenza, tan permanente como una cicatriz, en el entramado de su historia, como fue esa sangrienta afrenta.

Pero con ese mismo humanismo no es posible no dejar de lado la tragedia que sufren actualmente los palestinos. No es menos cierto, en este contexto, que el ejército israelí ha perdido al menos 32 efectivos, pero a todas luces los daños son asimétricos.

¿No era precisamente el derecho que tienen los dos pueblos a reconocerse, a que el pueblo palestino pueda tener territorio propio, lo que establecían los esperanzadores acuerdos alcanzados por Israel y Palestina el 20 de agosto de 1993 y firmados tres semanas después en Washington? ¿No fue esa la causa por la cual se segó la vida al Primer Ministro judío Yitzhak Rabin a manos de un ultra-ortodoxo israelí, el sábado 4 de noviembre de 1995?

Indiscutiblemente Rabin, Premio Nobel de la Paz en 1994, fue un estadista mártir cuya búsqueda de la paz, fuera de la intransigencia de las posiciones sectarias, le costó la vida.

De allí que sí existan bases para alcanzar la paz en la región. Es innegable que existen sectores judíos que, dejando de ser ultra-ortodoxos, reconocen que en el fondo se requiere de la convivencia pacífica y cooperativa de los dos pueblos. Esa es la salida consistente para conseguir una paz “firme y duradera”.

Ciertamente, uno de los problemas de esta guerra —con mucho, de todas las guerras- es la normalidad que causan. A nadie parece dolerle. Muestra la incapacidad, la ineficacia operativa de organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas y su centro de poder gravitando en el Consejo de Seguridad. Esa normalidad consiste también en que nos acostumbramos horriblemente a estos hechos y los damos como cotidianos.

Todos los sabemos. Es necesario llegar cuanto antes a un acuerdo negociado, a detener los disparos y la destrucción de hogares y de vidas civiles. Es hora de que los moderados, los pensantes, quienes tienen las ideas y las posiciones humanistas no se dejen avasallar en el poder decisorio por los halcones y su legado de sangre.

Ya sean estos los ultra-ortodoxos judíos como los de Hamas en el bando palestino. Esta tragedia no deja de ser un “éxito” para estos sectores extremistas. No sólo los palestinos, los israelíes también salen perdedores de todas estas atrocidades.

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