Adiós al gato Borges

Rindo homenaje a Borges, tu gato, pero eso no quiere decir que simpatice con dicha especie.

Rindo homenaje a Borges, tu gato, pero eso no quiere decir que simpatice con dicha especie. Crédito: Morguefile

Papeles

En Colombia es noticia por estos días la muerte de Borges, el gato del poeta Harold Alvarado Tenorio, un experto en armar polémicas con sus colegas de las letras.

El dolor fue tal que a través de su blog dio la noticia así: Mi viejo y adorado gato Borges, de catorce años, ha muerto por causa de una insuficiencia renal. Estuvo padeciendo este último año y con la paciencia de Job soportó operaciones y tratamientos. He querido mucho a mi gato y él me adoraba. Como todo en este mundo, la vida es injusta.

Le envié mis condolencias:

Poeta Harold, mi sentido pésame por la muerte de ese soberbio ser humano que fue Borges, tu gato, tal vez el único al que no le ajustaste cuentas con tu lengua viperina de hombre acostumbrado a la controversia. Te llaman para armar una bronca y estás ocupado.

Sé lo que se siente en estos casos porque vivimos 15 años con Yiya, nuestra French Poodle que nunca remplazamos. Si recibimos un golpe parecido nos iríamos a cargar gladiolos al cementerio. Ya no aguantamos una misa con pólvora. Además, no le tenemos bronca a la vida, estamos muy amañados en ella.

Espero que los Borges, don Jorge Luis, tu interlocutor en varias ocasiones, y “el otro” Borges, el gato, estén proseando en el Walhala que les tocó.

Ambos eran ateos así que merecen estar juntos. Supongo que Borges, tu gato, vivía en “la eternidad del instante”, como el gato de uno de los cuentos de don Jorge Luis. Espero que sin los Borges, también haya paraíso para ti.

Rindo homenaje a Borges, tu gato, pero eso no quiere decir que simpatice con dicha especie: Perro no come perro, desconfío de mí mismo, una extraña aberración que cloné de felinos.

No sé, no me simpatizan, no son de fiar como esas personas que tienen un ojo de vidrio y su interlocutor nunca descubre si lo está mirando con el bueno o con el que dejó de ver.

Cuando me vea con el gato de tu colega la poeta Marujita Vieira les daré la mala nueva de que hay un gato menos en la aldea global.

O cuando vea a Merlín, el gato de una gran amiga. Merlín nos atendió la última visita que les hicimos y si vieras: se portó como toda una monja de clausura: no dio qué hacer. Solo le faltó servirnos el vinillo y las viandas.

Este Merlín tiene más pedigrí que un gato de losa pero la verdad, se portó como todo un aristócrata en decadencia, o como esos príncipes que saben que nunca ascenderán a reyes. (Mis saludos, príncipe Carlos de Inglaterra).

Pero así haya muchos merlines en la vida, no adopto una gatica, la Negra, que están dando en adopción. Tu verás, adolorido poeta, si te quieres hacer cargo de ella. Un clavo saca otro clavo.

Te envío un tacaño perfil de ella: Tiene todos los papeles en regla, come de todo, como los pobres, está soltera o sea virgen cero kilómetro, tiene las siete vidas intactas, acompaña y ama sin pasar cuenta de cobro, perdona y encima el olvido, y no tiene nada contra los poetas de mala leche como tú que arman tropeles a hoy sí y mañana también.

Un réquiem inmenso, en el latín del seminario que todavía queda en mi disco duro, por tu gato siamés, eterno como las pirámides.

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