Ahogarse en la orilla

@jorgeramosnews

Muchos no llegan a la orilla. Se ahogan.El río es Bravo y Grande, traicionero e impredecible. Debajo de su aparente placidez, fuertes corrientes y remolinos te pueden enrollar con basura y ramas. En los últimos nueve meses, 33 personas se han ahogado (solo en el área de Laredo). Casi todos inmigrantes.

Este es el río que una tarde cruzó Orbin, un niño hondureño de 15 años de edad. Lo conocí poco después de “la cruzada”, como muchos le dicen a la aventura de nadar de México a Estados Unidos.

Orbin ya lo ha sufrido todo. Nunca conoció a su papá, su mamá se fue de San Pedro Sula, Honduras a Estados Unidos cuando él tenía seis años de edad, las pandillas le mataron a su mejor amigo frente a sus ojos –”le dieron en la cabeza y él se murió”-y luego lo amenazaron de muerte a él. Tras 25 días viajando absolutamente solo por Honduras, Guatemala y México, le faltaba únicamente cruzar el río para llegar a Estados Unidos y comenzar una nueva vida.

“Sí, tenía miedo”, me confesó Orbin. Pero más miedo tenía de quedarse en su casa en Honduras. “Querían que yo entrara a las maras”, me contó, refiriéndose a la peligrosa Mara 18. “Y como yo les dije que no, entonces me dijeron que en un mes me iba a pasar algo.”

La historia de María es similar. A su hija Ana de 17 años la trataron de violar miembros de la pandilla Los Chinos en Honduras. Un vecino intervino y “lo mataron”, me dijo Ana llorando.

María supo inmediatamente qué hacer. “Cuando nos dijeron que nos matarían”, me contó, “me asusté tanto y decidí irme.” Viajó con Ana y con su otra hija, Juana, de 14 años. No sabe cómo, pero lo hizo solo con 300 dólares y sin “coyote”. Las tres cruzaron el río Bravo.

Pero ¿qué lleva a un niño a jugarse la vida? Estos niños huyen de la violencia, de las pandillas y de la pobreza extrema. Nada de eso es nuevo en Centroamérica.

Entonces ¿qué es lo nuevo? Lo nuevo es que las familias centroamericanas claramente entendieron que la reforma migratoria había muerto en el Congreso de Estados Unidos y que el presidente Obama, de alguna manera, estaba dispuesto a ayudarlos. Obama ya había protegido legalmente a más de medio millón de Dreamers (estudiantes indocumentados) y lo podría hacer por millones más con una acción ejecutiva.

Pero aún si eso no fuera cierto, está el factor emocional. Esto es importantísimo para entender la actual crisis de los niños en la frontera. Las familias centroamericanas llevan años separadas.

Nada de esto pasaría con una reforma migratoria. Estas son las consecuencias de la falta de acción de políticos que están más preocupados por la política que por el bien del país

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