Las guerras que vienen

En la mayoría de los conflictos estan en juegos impoortates reservas energéticas

El nuevo póker planetario geopolítico está servido, y con apuestas.

El nuevo póker planetario geopolítico está servido, y con apuestas. Crédito: Archivo / EFE

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Un nuevo escenario en la geopolítica mundial se está diseñando a pulso limpio de cañón y metralla, abarcando geografías hasta hace poco insospechadas.

En Ucrania una guerra civil sin precedentes parece estar tomando fuerza entre una población prorrusa del lado oriental y una parte pro occidental que preconiza el ingreso de dicho país en la Unión Europea.

Paralelamente la guerra en Siria acusa una nueva variante que abarca la vecina república de Irak, donde se ha creado el califato sunita del Estado Islámico de Irak y el Levante (Siria y Líbano), EIIL, rama sunita del islam que cuenta con el apoyo de las redes mundiales de los yihadistas de Al Qaeda.

Curiosamente el mismo día cuando un misil derriba el avión de Malasya Airlines sobre cielo ucraniano, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu da la orden al Ejército sionista de penetrar en Gaza, so pretexto de acabar con la amenaza militar de Hamas. Miles de civiles, sobre todo niños, mujeres y ancianos, han sido víctimas de este conflicto geopolítico que se da, desgraciadamente, en un escenario densamente habitado por la población civil.

Estos hechos, en geopolítica, no son aislados, ni mucho menos. El escenario está planteado en una extensa franja de medio mundo y dos continentes que va desde Ucrania, atraviesa el Cáucaso y el Mar Negro, pasa por el Medio Oriente y termina en el Indostán.

Dicho escenario abarca los estados actualmente involucrado en guerras locales que se articulan en un entramado internacional. Ucrania, Rusia, Irak, Irán, Israel, Palestina y Siria.

De ello no se libran potencias nucleares como China, India y Pakistán, donde la inestabilidad política corre a cargo de los integristas islámicos.

No es casual que en toda esta región lo preponderante sean los recursos naturales energéticos, comenzando por la rica región en hulla y carbón de Donetzt y el Donbass, pasando por la petrolífera zona del Cáucaso, donde hay una guerra latente entre las naciones transcaucásicas y Rusia (Chechenia, Ingushetia, Daguestán, Osetia, Georgia).

En Gaza hay algo más que la provocación de Hamas, y ello son los extensos y riquísimos yacimientos gaseros que Gaza posee en su zona marítima.

También en Siria, en el actual territorio que el califato de EIIL domina, se encuentran los más grandes yacimientos de hidrocarburos de la región.

No por último, en el norte de Irak, hay un Gobierno Kurdo, que a través de sus efectivos militares, los peshmergas, controla los vastos yacimientos petrolíferos de Mosul y Kirkuk.

¿Qué tienen en común los nacionalistas ucranianos, los sionistas israelíes, los fundamentalistas sunitas del Califato Islámico de Irak y el Levante, los separatistas del Cáucaso y los peshmergas kurdos?

Primero, que desarrollan sus guerras en territorios ricos en hidrocarburos, hulla, gas y petróleo. Segundo, que todos son fronterizos con tres de las nuevas economías emergentes del BRICS, Rusia, India y China, y tercero, que la sintonía de sus movimientos parece orquestada desde Washington, Bruselas y Tel Aviv. Tres centros mundiales del capitalismo mundial, cuya hegemonía está puesta en duda por China, a nivel económico y por Rusia, a nivel nuclear.

Se trata de conflictos antiguos y complejos, que incluso, en el caso de las guerras periféricas en la ex Unión Soviética, sobre todo en Chechenia, fueron una de las causas que contribuyeron al colapso de dicho país en 1991.

Pero también se trata de la carta islámica y del fundamentalismo integrista, con el cual los Estados Unidos tienen una vasta experiencia “de trabajo”. Por ejemplo, el apoyo que durante la guerra de Afganistán recibieron los fundamentalistas islámicos, “los guerreros de dios”, de parte de Occidente para combatir y finalmente expulsar de tierras afganas a las tropas soviéticas. Incluso un futuro enemigo mortal de los Estados Unidos, Usama Bin Laden, se contó entre los “luchadores por la libertad”, apoyados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Pentágono y la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN).

Ahora este “marquesote” terráqueo se amplía y abarca desde las fronteras polacas con Ucrania en pleno corazón de Europa, pasa por el Cáucaso, se desarrolla en Siria, Irak y Palestina y tiene nexos terminales con los separatistas islámicos chinos, los “uigures”, así como con los integristas musulmanes de India e Indonesia.

El nuevo póker planetario geopolítico está servido, y con apuestas.

Ante la crisis económica mundial, estos escenarios bélicos parecen ser el único salvavidas para engrasar y vitalizar el gran capital internacional, por el momento, al parecer, a punto de colapsar.

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