Edwin: acosado por las maras

Edwin fue encadenado de los pies y de las manos a la cintura por los agentes de inmigración.

Edwin fue encadenado de los pies y de las manos a la cintura por los agentes de inmigración. Crédito: Aurelia Ventura

“La situación en mi país está bien vergueada”, dice sin recato Edwin.

Por eso una madrugada de mayo este joven de 17 años salió de Honduras, el país de 8.5 millones de habitantes que tiene la tasa más alta de homicidios en el mundo. En el 2013 fueron 6,757 los asesinatos registrados.

Edwin es uno de los 63 mil niños y jóvenes centroamericanos que de octubre de 2013 a julio de 2014 abandonaron su lugar de origen y emprendieron solos la migración al norte.

En una semana, valiéndose de un grupo de “coyotes” al que sus familiares en Estados Unidos pagaron $5,000 dólares, recorrió los más de 2,500 kilómetros desde su natal Tela, en Honduras, hasta llegar a McAllen, Texas.

El día que dejó su país, contó Edwin, eran alrededor de cien migrantes los que se subieron a varias camionetas que en caravana cruzaron la frontera hacia El Salvador, luego a Guatemala y al entrar a México el transporte ya fue en autobús.

Durante el trayecto por México eran hospedados en hoteles para descansar y en espera de que la ruta fuera despejada tras el pago del respectivo soborno policíaco.

No obstante, Edwin tuvo que pagar $700 pesos mexicanos ($56 dólares) a un par de esos “judiciales” que suelen subirse a los autobuses para exigir su cuota ante la amenaza de que si se niegan a soltar billete serán deportados a Centroamérica.

Al llegar a Texas uno de los cinco “coyotes” que los acompañaron, ordenó a los menores que se entregaran a la Patrulla Fronteriza.

Edwin fue encadenado de los pies y de las manos a la cintura por los agentes de inmigración de Estados Unidos para ser enviado a un refugio para menores migrantes en Chicago, donde permaneció durante un mes, hasta que pudo reunirse con sus familiares en Los Ángeles, California, y en espera de su cita ante un juez de inmigración.

¿Por qué te viniste?, le pregunté a este adolescente.

“Porque allá no hay futuro”, respondió de inmediato.

Para ir a la escuela, jugar a la pelota o practicar con la banda musical del colegio, dijo que tienen que esconderse o acudir en grupo porque los maras están siempre al acecho y acosándolos.

“Nos amenazan, de que si no trabajamos para ellos le puede pasar algo a nuestra familia, por eso yo casi ni salía de casa, querían que transportara droga al presidio”, mencionó

¿O sea que allá no hubieras podido continuar tu carrera en computación o como futbolista?, le cuestioné a este joven de Tela, en donde la primera semana de agosto hubo seis homicidios.

“Pues no, la situación en mi país está bien vergueada”.

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