Cónsul ayuda a mexicanos en prisiones

Este chilango busca reducir la cantidad de mexicanos en las prisiones de Nueva York

El cónsul Mario Cuevas en su oficina consular. Abajo dialoga con paisanos en una visita a la frontera.

El cónsul Mario Cuevas en su oficina consular. Abajo dialoga con paisanos en una visita a la frontera. Crédito: Silvina Sterin Pensel

Profesión:: Encargado Departamento Protección a Mexicanos, Consulado de México en NY

Edad: 60 años

Vive en: Clifton, Nueva Jersey

Nació en: Ciudad de México

@SilSterinPensel

Quien lo ve en una y otra situación, no sabría que se trata de la misma persona: A veces, de formal corbata y camisa inmaculada en su escritorio en el Consulado, en la calle 39 y otras en pantalón de mezclilla, playera y un sombrero para protegerse del sol abrazador.

En ambas, el cónsul Mario Cuevas está tras el caso de algún compatriota en problemas.

Al menos cuatro veces por semana, se sacude el atuendo formal y enfila hacia alguna de las más de 160 cárceles del área triestatal donde, desafortunadamente, la población mexicana en cautiverio crece.

“Hay aproximadamente unos 5,500 mexicanos en cárceles del ámbito migratorio y del penal o criminal”, sostiene. “Priorizamos visitar aquellos correccionales donde hay mayor concentración de mexicanos como la cárcel del condado de Essex en Newark o la de Buffalo que es una prisión federal operada por ICE. También vamos a Danbury, una prisión de mujeres en Connecticut donde hay muchas presas por delitos relacionados con drogas. En general, son mulas que, muchas veces engañadas, intentan ingresar sustancias controladas al país”.

Sea visitando Sing Sing, la cárcel de máxima seguridad o Rikers Island, este chilango va con lo puesto, -no te dejan ingresar nada; ni un lápiz, ni un cojín de sellos que a veces se necesitan para tomar huellas dactilares- y la meta es “informarles sus derechos, referirlos a abogados y estar cerca. Estos son connacionales nuestros que están en problemas fuera de su país. Muchos no tienen parientes, ni gente que los visite y nosotros somos su familia”.

La privación de la libertad es una de las tantas problemáticas que atiende.

El Cónsul y los ocho integrantes de su equipo visitan hospitales, ayudan a víctimas de violencia doméstica o de ataques de odio racial. “Un caso que me conmovió muchísimo fue el de Fausto Armenta; un muchacho asesinado a golpes. Logramos traer a sus padres, dos campesinos de Guerrero para que vieran a su hijo y se llevaran sus restos a México”.

En los 13 años que lleva dedicándose a esta tarea, sostiene que sus compañeros son siempre “una gran pena y un gran compromiso por ayudar sin juzgar. Aquí no hay fiscales, ni jueces ni Dios. Sólo tenemos voluntad de ayuda

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