La Pachamama vibra en Nueva York (fotos)

Las ceremonias precolombinas son cada vez más frecuentes en el área

Luis Ramos, (de pie) un  bohíque tahíno prepara el suelo para una ceremonia de su etnia.

Luis Ramos, (de pie) un bohíque tahíno prepara el suelo para una ceremonia de su etnia. Crédito: Zaira Cortés / El Diario

@Zaira_Reporter

Al son de instrumentos que emulan el rugido del jaguar, Tezcatl Arias solicita autorización para iniciar una ceremonia de agradecimiento por las dádivas de la tierra a los cuatros puntos cardinales, formando una cruz tridimensional que tiene como centro el círculo sagrado o Tloque Nahuaque (el que está cerca, al lado y alrededor de las cosas, en mexica).

A continuación, el guía del calpulli (clan) Yayauhki Tezcatlipoca (el señor del cielo y de la tierra), ataviado de plumas, ofrece flores y frutas ahumadas con copal (incienso) a Coatlicue, la diosa de la fertilidad.

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Esta ceremonia tiene lugar en el parque de Flushing en Queens, uno de los varios puntos de Nueva York en que se practican ritos precolombinos: Desde ceremonias taínas en el Alto Manhattan hasta cultos religiosos andinos en Union Square.

Algunos de estos eventos son anuales, pero para Tezcatl (“espejo”) Arias, la veneración a Tezcatlipoca (espejo humeante), la deidad más importante de los pueblos mesoamericanos de habla náhuatl, define su cotidianidad.

Con los silbatos de águila y el eco de los ‘abuelitos’ (instrumentos acústicos de madera tallada), el mexicano residente en El Bronx guía el ceremonial de la veintena, marcado por el calendario de la Piedra del Sol, en el que cada veinte días se agradece a la tierra por sus frutos y flores de temporada. “Celebramos los ciclos de la tierra que cambian con nosotros”, explicó Arias, sobre la ceremonia en el parque de Flushing. “Las flores dan su vida para embellecer el altar, por eso al secarse las hacemos medicina, agradeciendo así su sacrificio”.

Itztli (colibrí de obsidiana), esposa de Tezcatl y segunda voz del calpulli, dijo que no profesa la fe católica por tratarse de un credo impuesto por los conquistadores europeos.

“En mi sangre vive la cosmovisión mexica. Al celebrar las ceremonias recuerdo lo que mi genética ya sabe”, enfatizó.

En lo que fue un asentamiento de la tribu indígena norteamericana Lenape en Inwood Hill Park, el puertorriqueño Luis Ramos implora a Atabex (madre celestial en la mitología taína) que reúna a los espíritus del bosque en el círculo sagrado.

El ritual taíno de la cohoba, que se realiza para consultar a un cemí o espíritu ancestral, se transmite a los adultos jóvenes que buscan recuperar sus raíces indígenas. La cohoba es el polvo de la semilla del árbol conocido como cojóbana, cuyas propiedades psicotrópicas ayudan al bohíque (curandero en taíno) a desvelar la cortina entre el mundo terrenal y espiritual.

“Sin cohoba estamos ciegos”, indicó Ramos, bohíque de la comunidad espiritual Higuayagua (árboles de la tierra del sol naciente), integrada por una treintena de puertorriqueños y dominicanos del norte de Manhattan que se identifican como taínos. El pueblo taíno tuvo su origen en el Caribe y fueron la primera tribu que encontró Cristóbal Colón.

El colectivo importa la cohoba de Perú, donde las comunidades indígenas la conocen como yopo.

“La ceremonia de cohoba nos ayuda a purificar el alma y el cuerpo”, dijo Ramos, quien desde hace 20 años encabeza una campaña de rescate de la tradición taína. “El agua, la salvia y el tabaco son elementos sagrados en el círculo donde los espíritus se reúnen para hablarnos”.

Al igual que en el círculo mexica, los ajenos a la tribu deben ser invitados y bendecidos previamente por el bohíque para poder participar de la ceremonia.

En otro punto de Manhattan, los descendientes de la cultura incaica perpetuán una vez al año la Pachamama (madre tierra), un sistema religioso-ecológico-social vinculado con el Inti Raymi (fiesta del sol en quechua).

El Inti Raymi es una ceremonia religiosa andina que coincide con el solsticio de invierno en el hemisferio sur -el día más corto del año- entre el 21 y 22 de junio, y celebra el inicio de una nueva temporada de siembra. Desde hace siete años, el colectivo Sisa Pakari (flor de la madrugada en quechua) conmemora la festividad en el parque de Union Square.

“La armonía con la naturaleza y sus elementos es un fundamento religioso común entre los grupos de latinoamericanos que nos identificamos como indígenas”, comentó la ecuatoriana Fanny Guadalupe, fundadora de Sisa Pakari. “La Pachamama enseña que la tierra cobija a la humanidad y posibilita su existencia”, agregó. “A cambio, estamos obligados a ofrendar al Inti (padre sol) parte de lo que recibimos”

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