Y a nosotros, ¿por qué nos preocupa el cambio climático?

A tomar urgentes medidas para evitar otra catástrofe natural y salvar el planeta

El calentamiento de las aguas del Atlántico pudo ser la causa de una intensa sequía.

El calentamiento de las aguas del Atlántico pudo ser la causa de una intensa sequía. Crédito: EFE

La aceleración de este fenómeno altera el equilibro en el que vivimos aquí, en Lima, en San Juan, en Roma y Bangkok. Cualquier cambio en la esquina que sea del planeta, por ejemplo, la deforestación del Amazonas o en Borneo, tiene consecuencias globales que además son cada vez más graves ya que tomará más tiempo resolverlas. Y la tendencia de cambio y subidas de las temperaturas globales es preocupante.

¿Motivos? Pasemos revista:

La comida que pongamos en la mesa va a ser más cara porque “todo lo que respecta a la seguridad alimentaria va a estar potencialmente afectada por el cambio en las temperaturas”, según ha advertido el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU (IPCC). Y ya lo estamos notando.

En 2012, la sequía en estados como Kansas, Indiana e Illinois, costó $14,000 millones a los contribuyentes por que se dispararon los costes de los subsidios a agricultores de maíz, soja, algodón y trigo y la de este año en California ya se teme que esté pasando una factura a este estado de $2,200 millones por no hablar de los 17,000 puestos de trabajo afectados.

El precio de la carne de ternera se ha disparado en los últimos dos años porque las cosechas de maíz y el heno que es el alimento de estos animales ha sufrido por la sequía del sur. La producción de carne es la misma que en los años cincuenta cuando la población de EEUU era la mitad que ahora.

De hecho, según el IPCC, “la caída en la producción llega coincidiendo con una mayor demanda que puede elevar los precios en los mercados que no tengan la tecnología para luchar contra los problemas de la producción”.

El agua se echará a perder.Las proyecciones pasan por una reducción de fuentes de agua potable en la superficie y la que está bajo tierra sobre todo en áreas subtropicales, según el ICPP. Esto complicará la calidad y la distribución del este vital líquido para la agricultura, el ecosistema, el aseo personal, la producción de energía hidroeléctrica, etc.

La vida en las costas

Donde más gente vive, estará muy comprometida. El calentamiento está ya elevando el nivel del mar y la posibilidad de poner barreras al agua no están al alcance de todos los pueblos, ciudades o residentes en las costas. En los mapas de proyecciones hay islas que desaparecen y ciudades que tendrán partes sumergidas. Además, la virulencia de fenómenos meteorológicos como los huracanes dejan las construcciones al capricho del mar como saben los residentes de Rockaways tras el paso de Sandy.

La salud se resentirá por que la adaptación a un clima variable es muy difícil, entre otras cosas. El IPCC dice que habrá más riesgos de enfermedades y muerte por las olas de calor y los incendios. Se aumentará el riesgo de malnutrición en algunas zonas y habrá enfermedades causadas por la baja calidad del agua y algunos alimentos. Y conviene recordar que el aire es casi irrespirable en ciudades de India y China. En 2010 más del 7% de las enfermedades tenían que ver con el aire contaminado.

Desde el punto de vista económico la vida en las ciudades y en el campo tendrá que cambiar y además de gastar más dinero en aires acondicionados, la infraestructura del transporte se resentirá, así como el sector turístico (adiós a las estaciones de ski), se dispararán los costes de los seguros y los sanitarios. La productividad en algunas zonas del planeta se verá comprometida y algunos países pueden verse atrapados por años en la espiral de la pobreza.

La seguridad humana se verá amenazada según cambia el clima porque complica las circunstancias de vida de buena parte del planeta, compromete su cultura e identidad, incrementa la necesidad de emigrar y complica las posibilidades de asentarse en un nuevo lugar sin tensiones.

Norteamérica sufre ya episodios de temperaturas extremas que incluyen no solo fuerte calor sino fuertes lluvias, tornados y huracanes. Según el IPCC, es una tendencia que se agravará, impactando la vida en las ciudades, en las costas, en la agricultura y en la salud. La mal mantenida infraestructura, además está siendo afectada ya por el mal tiempo.

Ante este panorama desolador, cabe recordar el antiguo proverbio keniata: “La tierra no es un regalo de nuestros padres; es un préstamo de nuestros hijos”.

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