Yo sobreviví a un ataque de al Qaeda

Iain Strachan, un inspector eléctrico recuerda los momentos en que fue atacada la planta de gas en Argelia donde trabajaba

El hombre de 40 años vivió momentos de horror.

El hombre de 40 años vivió momentos de horror. Crédito: Imagen tomada de la BBC

El 16 de enero del año pasado, militantes islamistas vinculados a al Qaeda atacaron una planta de procesamiento de gas en Argelia, en la que trabajan empleados extranjeros. En el ataque murieron 40 personas, entre ellas seis británicos. Uno de los supervivientes explicó su historia por primera vez a la BBC.

“Yo bajaba las escaleras de mi habitación sobre las 5:40 cuando todo se vino abajo”, explicó Iain Strachan, un inspector eléctrico que madrugaba ese día para trabajar en la planta de In Amenas.

“Oí fuego de armas automáticas y vi un montón de hombres locales corriendo de un lado para otro”, continuó.

Corrí a la habitación de mi amigo en el otro bloque y le grité para que me abriera la puerta“.

El sonido de los disparos era “horrible, aterrador”, dijo el empleado, de 40 años.

Estaba oscuro, pero el cielo se iluminaba con los disparos que salían del puesto de seguridad situado entre la planta de gas y el edificio donde se encontraba Strachan.

Los militantes, liderados por el extremista argelino Mokhtar Belmokhtar, atacaron entonces dos autobuses que llevaban a algunos trabajadores. Se estaban haciendo con el control de la planta.

En la habitación de su amigo, Strachan pudo oír a un argelino gritar desde la puerta de al lado. “¡Terroristas! ¡Terroristas! Tienes que esconderte“.

“La alarma se apagó y la electricidad se cortó. Nos quedamos sentados en la oscuridad”, siguió explicando el trabajador.

Mientras él y su amigo permanecían sentados, los disparos se oían cada vez más cerca.

“Escuchamos pasos acercándose a nuestra puerta, que estaba cerrada”, dijo Strachan.

En un momento alguien intentó abrir, pero la puerta estaba bloqueada con la llave que estaba puesta desde dentro.

Quienquiera que estaba intentando entrar se fue y Strachan y su amigo nunca supieron si eran o no militantes.

“Escuchamos historias un par de días después sobre gente que había sido asesinada en sus habitaciones”, rememoró.

“Odio pensar en lo que habría pasado si no hubiese estado puesta la llave en la puerta”.

Según el británico, “estábamos sentados, esperando que nos mataran“.

Trabajadores occidentales “se escondían por todos lados”, tanto en las viviendas como en la planta situada a unos tres kilómetros.

“Escuché que Paul Morgan (uno de los trabajadores británicos) había sido asesinado y que a algunos colegas los habían matado en el autobús”, dijo.

Algunos de los terroristas hablaban inglés y estaban intentando hacer salir a los que estaban escondidos.

Los cautivos estaban asustados y no se atrevían a moverse, con miedo a que cualquier sonido atrajese a los atacantes. Pero sobre el mediodía del primer día de sitio, Stracham se levantó y miró a través de un pequeño agujero en la ventana.

Vio a trabajadores argelinos dejar la planta con sus pertenencias. Medios estatales dijeron luego que alrededor de 700 trabajadores argelinos habían abandonado el lugar.

Unos 130 trabajadores extranjeros, incluidos 28 británicos, permanecían en la planta. Estos eran los rehenes que querían los militantes.

Cuatro o cinco guardias de seguridad argelinos decidieron quedarse “por su cuenta y riesgo”, escondidos de los extremistas.

Nos trajeron una botella de agua y un paquete de galletas“, explicó Strachan.

“Acordamos una llamada a la puerta secreta”, continuó.

El hombre, que había empezado a trabajar en la planta en abril de 2012, tomó la decisión de no llamar a su esposa. No quería que ella supiera lo que estaba pasando. Pero fue ella quien lo llamó a él.

Strachan intentó “ser fuerte” y le pidió que no les contara nada a sus dos hijos.

La conversación fue “bastante triste”. Cuando, más tarde, intentó escribir un mensaje a su esposa, los teléfonos ya no funcionaban.

Los tiros continuaron durante la primera noche, rememoró Strachan. Esa noche tanto él como los otros hombres que se escondían en la misma habitación permanecieron totalmente vestidos y cubiertos con mantas, ya que las temperaturas se situaron por debajo de cero.

En el mediodía del segundo día, el 17 de enero, helicópteros argelinos iniciaron ataques contra los militantes. En estos ataques destruyeron cuatro vehículos que transportaban a algunos de los rehenes.

“Los vimos. Algunos corrieron hacia ellos pero nosotros nunca nos lo planteamos porque no sabíamos dónde estaban los terroristas”.

A las 16:00 del segundo día, los guardas argelinos que habían decidido quedarse le dijeron a Strachan que se iban de la planta y que por su “color de piel”, “no podían” llevarle con ellos.

“Nos sentimos totalmente abandonados”, relató.

“Dijeron que si conseguían salir, comunicarían su posición a las tropas. Fue un momento de recaída”.

Se pusieron a colocar provisiones en una mesa, de forma que pudieran encontrar las cosas durante la noche sin tener que moverse demasiado.

Luego, sobre las 18:30, “oímos pasos que se acercaban y alguien llamó tan fuerte a la puerta que casi la sacaron del sitio”.

“Nos dimos cuenta de que no era la llamada secreta. Oímos una voz en mal inglés que pedía que abriéramos“, dijo Strachan.

Insistían mucho, así que decidieron que no tenían más opción que abrir la puerta y se encontraron con una docena de soldados argelinos apuntando sus armas hacia ellos.

“Para mi total sorpresa, era uno de los argelinos que había prometido volver con los soldados”.

En ese momento ya se había hecho de noche y la atmósfera en la planta era escalofriante, mientras él y otros trabajadores rescatados se dirigían hacia un lugar seguro, rodeados de soldados argelinos.

Los soldados temían que los militantes estuvieran todavía allí, por lo que avanzar en aquella oscuridad fue una “experiencia horrible”.

Strachan ha tenido muchas veces problemas para dormir, pensando en las bolsas con cadáveres que vio mientras se lo llevaban de la planta.

Las fuerzas argelinas tardaron dos días más en hacerse con el completo control de la planta. El día 19 de enero realizaron el ataque final para evitar que los secuestradores mataran a los rehenes que quedaban dentro.

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