El entierro del músico que asesinó un carnicero

Amigos y fans despiden a un legendario de la música regional mexicana

Aldo Sarabia estuvo 18 años en la Banda El Recodo.

Aldo Sarabia estuvo 18 años en la Banda El Recodo. Crédito: EFE

MÉXICO — Al trompetista Aldo Sarabia lo mató un carnicero y su propia mujer, que planearon para el músico de la banda El Recodo de Cruz Lizárraga una sepultura muy distinta al que hoy recibe en su tierra natal, acompañado de sus colegas de concierto con quienes trabajó durante 20 años.

Al ritmo de la tambora “La Madre de las Bandas” llegó al filo de la media noche al velorio para cantar al pie del ataúd las canciones favoritas del hombre “tranquilo” y “que no se metía con nadie” pero que terminó con un balazo en el cuello minutos después de entregar unas rosas a su esposa Alma Delia Chávez.

Así retumbó “El Sinaloense” “Amor Eterno” y “El Chimaleado” entre lágrimas de admiradores y notas de músicos vestidos de negro y flores rojas y blancas retratados por la prensa local como el final más decoroso después de que el cuerpo Sarabia se desenterró de una fosa clandestina cercana a su pueblo natal, El Recodo, donde fue soterrado. Hoy será otra vez sepultado, pero con “gloria”.


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Durante poco más de una semana nadie supo del cadáver. El 14 de octubre la familia reportó al músico como desaparecido en el puerto de Mazatlán, Sinaloa, donde tenía su morada y una familia medio disfuncional.

“La esposa estaba llena de rencor”, asegura el fiscal del estado, Marco Antonio Higuera, quien siguió la investigación y las pesquisas de los implicados que narraron los hechos del crimen contra el menor de nueve hermanos en una familia humilde que le dio por la música.

Sarabia se la pasaba de concierto en concierto, de jueves a domingo, mientras su esposa Delia permanecía en casa, cuidando a la niña de ambos.

Al final estaban casi siempre separados pero mantenían una comunicación constate.

El domingo previo al asesinato, el trompetista avisó a la mujer que pasaría a verla a su casa al día siguiente, 13 de octubre, y con esa información a la mano Delia planeó la muerte.

“Nos conviene el beneficio económico”, aseguró a su amante Yahir Alfredo Sandoval.

Yahir Alfredo era un carnicero que trabajaba en un centro comercial de Culiacán, la capital sinaloense, a quien la viuda conoció cuatro meses atrás, cuando una prima los presentó en un viaje al puerto. Sandoval se enganchó y se mudó “loco de amor” para Mazatlán.

No dudó en comprar una pistola nueve milímetros con los 400 dólares que le dio Delia ni en esconderse en el portaequipaje de la camioneta para esperar el momento justo de disparar a su rival de cama camino a la marisquería donde supuestamente comerían marido y mujer.

Después tomó el mando de la vagoneta y se internó en el monte para enterrarlo, justo por donde llegó la música de percusiones que trajeron un grupo de inmigrantes alemanes que se asentó en la sierra sinaloense a finales del siglo XIX y luego volvió a El Recodo como música de banda.

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