El maratón de la gente hizo vibrar a Nueva York
En el día de su maratón, los habitantes de la ciudad se levantaron a pesar del frío para que el evento corriera con su voz
Lauren Trejo apoyaba a cada corredor que pasaba frente a ella ondeando una bandera mexicana.
Con el verde, blanco y rojo que llevaba en sus manos, Trejo, una tejana avecindada en Brooklyn, también esperaba a que su novio, Santiago Vázquez López, quien corría su primera maratón en Estados Unidos procedente de México.
“Quiero apoyarlos a todos. Quiero motivarlos a todos justo cuando entran al kilómetro 35 de la carrera, es la parte más dura”, manifestó. “También quiero estar aquí para mostrarle amor a mi novio que hace esta carrera muy emocional para mí”.
Los corredores que dejaban atrás a El Bronx tras correr poco más de dos kilómetros sobre el Condado de la Salsa descendían sobre Manhattan por el puente de la Avenida Madison que los entregaba a Harlem, donde músicos y DJs los esperaban con mensajes de aliento.
“Bienvenidos Harlem, corredores. Con estos ritmos les damos la bienvenida a nuestro vecindario”, gritaba un hombre desde un micrófono. “Lo están haciendo bastante bien, amigos. Esta es la parte final. ¡Panamá! ¡Suiza! ¡Charly! ¡Qué bueno que viniste Phoenix!”
El traqueteo del cencerro se levantaba desde diferentes puntos del recorrido, siempre acompañado de gritos y silbidos mientras el pelotón de maratonistas avanza.
En muchas caras se dibujaba el agotamiento. Un kilómetro más debajo de la boca del puente se encontraban estaciones de agua y bananas para ayudar al cuerpo a aguantar el desgaste de los 42 kilómetros y 194 metros.
Miles de voluntarios se apostaron a lo largo del recorrido, bloques de personas en capuchas verdes que extendían los brazos con vasos llenos de líquido o pedazos de plátano que los corredores masticaban sin perder el paso.
“Estoy aquí porque estas personas son inspiradoras, me llenas de energía con esta demostración”, dijo la voluntaria Candida Buyette-Clemons. “Hago esto para que mi hija se inspire a participar en este deporte. No importa que esté soplando tanto frío, hay que estar aquí”.
Y mientras unos repartían abastecimientos, otros se dedicaban a recoger los desperdicios que se acumulaban sobre la calle.
Ya cuando pasaban de las tres de la tarde, la ruta hacia el parque central era un mar de corredores portando sobre el pecho la causa que los impulsa a correr: la lucha contra el cáncer, honras para un fallecido, cumplir promesas.
La presencia de la policía era más que evidente. En cada esquina e intersección se encontraba una patrulla con un grupo de policías cerca de ella. Algunos ayudaron a los peatones a cruzar la calle apenas se cortara el río de corredores.