Honey Boo Boo, cuando la telerrealidad se vuelve “demasiado real”

La cancelación del programa de la pequeña Alana Thomson a raíz de que se supiera que su madre estaría supuestamente viendo a un abusador de menores hizo que se desate un debate sobre los límites de los "reality show".

¿Cuáles son los límites de la telerrealidad? ¿Cuándo acaba el entretenimiento y empieza la explotación? ¿Debe permitirse que los niños participen en este tipo de programas?

Estas son algunas de las preguntas que críticos y expertos se están haciendo estos días en Estados Unidos tras el anuncio de la cancelación de “Here Comes Honey Boo Boo” (Aquí viene Honey Boo Boo), espacio del canal por cable TLC.

La retirada del programa –que seguía las peripecias de la niña Alana Thomson y de su familia en la pequeña localidad rural de McIntyre, en Georgia– se produjo a fines del mes pasado después de que se supiera que la matriarca del clan, June Shanon, supuestamente estaría en contacto con Mark McDaniel, un hombre que pasó una década en prisión por abuso de menores.

La historia se complicó después de que Anna Marie Caldwell, la hija mayor de Shanon, asegurara en una entrevista que ella misma había sido abusada de pequeña por McDaniel.

June Shanon ha negado en repetidas ocasiones que fuera cierto que hubiera visto recientemente a McDaniel, aunque según medios locales, los servicios sociales de Georgia han iniciado una investigación sobre este caso.

Mientras, los responsables de TLC han enviado en los últimos días a la prensa varios comunicados en los que insisten en que su única prioridad es “apoyar la salud y en bienestar” de los menores que aparecían en el programa.

Ello no ha evitado que muchos hayan puesto pongan en duda la ética de los productores de “Here Come Honey Boo Boo”, a los que se acusó cuando se estrenó el programa en 2012 de explotar a la pequeña Alana y a su familia aprovechándose de que eran “pobres y faltos de educación”.

Al mismo tiempo, otros han cuestionado la indignación del público tras conocerse la presunta relación de la June Shanon con un abusador de menores cuando el programa ha sido uno de los más exitosos de la televisión por cable en EE.UU. en los últimos dos años.

“¿Hace falta algo tan extremo como dejar que un abusador de menores entre en la casa de una familia para hacer que los espectadores sientan que su acceso libre a las vidas de sus famosos favoritos debe tener ciertas restricciones?”, se preguntaba recientemente en un artículo en el diario británico The Guardian la periodista estadounidense Jennifer Gerson.

Desde que saltó a la fama a raíz de su aparición en el polémico programa “Toddlers & Tiaras” –protagonizado por un grupo de madres y padres obsesionados con hacer triunfar a sus hijos en concursos de belleza infantiles– Alana Thompson ha sido uno de los personajes más controvertidos de la televisión en EE.UU.

En 2012, TLC le dio su propio programa, que en su estreno fue destrozado por los críticos, que consideraron que era una exaltación del mal gusto y de la ignorancia, y que el trato que recibía la pequeña Alana rozaba la “explotación infantil”.

Es por eso que la cancelación del espacio de TLC a fines de octubre no ha sido una sorpresa para muchos.

Ese es el caso de Robert J. Thomson, profesor de televisión y cultura popular de la Universidad de Siracusa, en Nueva York, quien considera que “no hubiera sido posible que el programa siguiera emitiéndose después de la información que se ha hecho pública en los últimos días”.

“El de Honey Boo Boo era uno más de larga lista de programas que están hechos para que el público se sienta superior y se ría de sus protagonistas”, señala Thomson en conversación con BBC Mundo.

“Utilizar a niños muy pequeños como Alana como una forma de entretenimiento y mostrar sus vidas a millones de espectadores es problemático. A lo largo de las décadas ha habido muchos niños que se hicieron famosos a una edad muy temprana y que acabaron teniendo unas vidas muy complicadas”, apunta el experto.

Thomson considera que “siempre que se pone a un niño tan pequeño en un programa de televisión, se está tomando una decisión por ellos y eso despierta dudas éticas”.

“En estos momentos, no sabemos qué sabían los productores del programa o cuándo lo supieron. Obviamente, si eran conscientes de que estaban poniendo en riesgo a cualquiera de sus protagonistas es algo reprobable”.

Eric Deggans, crítico televisivo de la Radio Pública Nacional de EE.UU. (NPR, por sus siglas en inglés), señala que los productores de programas como “Here Comes Honey Boo Boo” están acostumbrados a tratar con familias inestables, haciéndolas famosas de la noche a la mañana, lo que suele tener un fuerte impacto, particularmente en los niños”.

“Este caso es una lección sobre las consecuencias insospechadas que puede tener para los protagonistas de los programas de telerrealidad el aparecer en televisión”.

“Los adultos que conocían esta historia, tenían que saber que antes o después se iba a hacer pública. Es difícil entender cómo se ha llegado a esta situación”, asegura Deggans.

En opinión del periodista de NPR, en la actualidad el único límite que se autoimpone la telerrealidad es el de no llegar al extremo en el que la imagen del programa se dañe “hasta el punto de que los anunciantes no quieran seguir patrocinándolo y el público no quiera verlo más”·

“La intención de este tipo de programas es que parte de los espectadores se sientan incómodos y molestos. Mucha gente los ve como un placer oculto que a veces ni se explica ni a los amigos. Pero cuando se cruzan ciertos límites, como en el caso de Honey Boo Boo, deja de ser un placer para convertirse en algo desagradable”, apunta Deggans.

“Eso pasa cuando la familia se convierte en algo demasiado real. Cuando la realidad –en este caso la presencia de un abusador–perturba lo que es una realidad manufacturada”.

Jared Yates Sexton, columnista y profesor de la Universidad del Sur de Georgia, tampoco considera que la cancelación de “Here Comes Honey Boo Boo” sea una sorpresa, “por la manera en la que explotaban a sus protagonistas y se mofaban de la gente pobre del sur de EE.UU.”.

“Ahora todo el mundo está contento de que hayan retirado el programa por que los niños estaban en peligro, pero lo que en realidad tendríamos que plantearnos es cómo este tipo de programas se han convertido en entretenimiento”.

“Algunos dicen que se trata de programas documentales que muestran la vida de gente común, pero no es cierto. La forma en la que están editados y en la que se elaboran sus guiones está pensada para ridiculizar a sus protagonistas y que el público sienta pena por ellos”, apunta Sexton.

“Me gustaría pensar que lo que ha pasado con Honey Boo Boo hará que los productores de telerrealidad se miren en el espejo y reflexionen, pero sinceramente dudo que eso suceda. Ya deben estar buscando a los protagonistas de su próximo programa”.

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