El villano conveniente de la izquierda

A Alberto Gonzales le persigue una sola palabra. Comienza con la letra “t”.

“Se me conoce como el arquitecto de la tortura”, me dijo Gonzales por teléfono desde Nashville, donde el ex procurador general se desempeña ahora como abogado en una firma particular y decano de la Facultad de Derecho de Belmont University.

Todo aquel que recibe ese título debe ser malvado y sádico. Gonzales no es ninguna de las dos cosas. Aún así, “arquitecto” representa una promoción, comparado con el título que otorgan al primer procurador general latino sarcásticos sitios Web liberales e izquierdistas como Democratic Underground y Daily Kos —”el torturador”.

Contacté a Gonzales después de que funcionarios demócratas del Comité de Inteligencia del Senado dieron a conocer un informe que contiene detalles gráficos de las tácticas de interrogación de la CIA después de los ataques del 11 de septiembre.

“Algunos de los detalles, si son ciertos, son perturbadores”, dijo. “Hay cosas malas allí. Simplemente no confío en la validez del informe”.

Ni tampoco el resto de nosotros debería hacerlo. No se entrevistó a ningún director de la CIA. No se contactó a nadie acusado de tortura.

Pero ¿qué tiene que ver la presunta conducta incorrecta de la CIA con Gonzales? No demasiado.

La justificación legal de lo que los críticos llaman “tortura” provino del Departamento de Justicia, pero Gonzales no tomó las riendas de esa entidad hasta 2005.

Esos son los hechos. Pero no esperen que disuada a grupos como Code Pink, de decir que Gonzales es un criminal de guerra.

¿Su presunto delito? Gonzales me dijo que, mientras se desempeñó como abogado de la Casa Blanca entre 2001 y 2005, proporcionó al presidente George W. Bush asesoría sobre la legalidad y eficacia de los interrogatorios realzados.

Y sin embargo, dijo Gonzales, había todo una sala llena de abogados.

Quise saber por qué motivo, pensaba Gonzales que se había convertido en un villano conveniente para algunos críticos. “Tratamos de comprenderlo durante años, tú y yo,” me dijo. “No tengo idea”.

Yo tengo alguna idea. Durante mucho tiempo ha habido en este país un estereotipo racista, que indica que todo el que tenga antepasados de América Latina está predispuesto a la violencia. Cuando los liberales ven a Gonzales, ven revoluciones, los escuadrones de la muerte de América Central y los carteles de los narcotraficantes. Es fácil creer que él apoya la tortura.

Los estudiantes y el personal docente de Belmont, una pequeña universidad cristiana, están circulando una petición para que lo despidan.

Parece que los críticos de Gonzales no piensan en absoluto

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