window._taboola = window._taboola || []; var taboola_id = 'mycodeimpremedia-network'; _taboola.push({article:'auto'}); !function (e, f, u, i) { if (!document.getElementById(i)){ e.async = 1; e.src = u; e.id = i; f.parentNode.insertBefore(e, f); } }(document.createElement('script'), document.getElementsByTagName('script')[0], '//cdn.taboola.com/libtrc/'+ taboola_id +'/loader.js', 'tb_loader_script'); if(window.performance && typeof window.performance.mark == 'function') {window.performance.mark('tbl_ic');}

Román, el Burruchaga que cambió el fútbol por el tenis

El hijo del ex campeón mundial argentino se ilusiona con el Abierto de Estados Unidos

Buenos Aires

Jorge Luis Burruchaga fue siempre un hombre que no necesitó elevar la voz para destacarse y llamar la atención en lo suyo.

Atento y respetuoso, de perfil bajo e infancia espinosa, Burru le puso el pecho a la vida, una y otra vez. De familia numerosa —12 hermanos— perdió a su padre cuando tenía 12 años. Muchas veces le faltó comida en el plato. Pero no dudó en salir a la calle para vender helados y diarios en los colectivos, o trabajar como ayudante de albañilería y aportar a la economía de su casa.

Tiempo después, halló en el fútbol una vía de escape. Trascendió en Arsenal, Independiente y Francia. También en el seleccionado argentino. Como futbolista y también como técnico (actualmente sin equipo).

Casado con Fabiola —hija del recordado Pipo Rossi—, padre de Daiana (25 años), Alexia (22), Mauro (16, mediocampista zurdo en las inferiores de River) y Román (12), el autor del gol decisivo ante Alemania en la final de México ’86 conoció, gracias a la efervescencia de su hijo menor, un nuevo mundo: el tenis de competencia.

Román no había nacido cuando su padre emocionó a millones de argentinos en la Copa del Mundo que encumbró a Maradona. La raqueta no llegó a su mano diestra desde el principio. La primera atracción fue el fútbol, que canalizó en la escuelita de River. “En el garaje de casa los chicos jugaban a todo, al fútbol, al tenis y teníamos una mesa de ping pong. Y ahí Román, con 5 o 6 años, tenía una facilidad bárbara para pegarle”, recuerda Jorge.

Ya en River, Román probó el tenis; a los 8 años dejó de jugar fútbol en cancha de 11 y se quedó con el baby fútbol de los fines de semana, hasta que lo abandonó completamente por el tenis.

“Me gustó más que el fútbol. Me encanta ver a Federer; también me gusta cómo juega Djokovic, me gusta su revés a dos manos y trato de imitarlo”, dice Román, tan sencillo como el padre.

Jorge , que se describe como un “fanático de los deportes”, jugando en Nantes descubrió el arte del tenis. “Cuando me rompí la rodilla, hice parte de la recuperación jugando al tenis. Pero siempre estuve lejos de imaginar que tendría un hijo tenista”, cuenta Burruchaga.

Román tiene un beneficio que muchos otros no: tener un padre que vivió todas las emociones del deporte profesional.

“Mi papá me alienta, pero es tranquilo y me ayuda”, destaca Román, e indica que su superficie favorita es el cemento. “Me gustaría jugar los Grand Slam, especialmente el US Open”.

Allí está ‘Burru’, el campeón del mundo, haciendo equilibrio entre la figura de padre y el fervor de su hijo en un deporte que no regala nada. “Quiero que perder le duela, pero que no sea la muerte”, confiesa Jorge

eldiariony.com

Contenido Patrocinado