Terrorismo, malos policías y estereotipos

Las acciones de un puñado de personas no son representativas de ningún grupo racial, religioso, o de fuerza pública

Después del ataque terrorista a la revista Charlie Hebdo, en París, Francia, que dejó 12 muertos—incluyendo a cuatro caricaturistas—el pasado 7 de enero, hubo reportes de ataques a edificios de organizaciones vinculadas al Islam en Francia. En Facebook hubo quienes preguntaron de qué les servía a los musulmanes el Corán. Pero lo mismo se puede decir de la Biblia y algún criminal de sangre fría que alguna vez se declaró católico.

Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York y Washington D.C., hubo reportes de ataques contra algunas personas que “parecían árabes”. Tal fue el caso de un sujeto hindú porque llevaba un turbante. Incluso en Guatemala, la policía detuvo brevemente a un grupo de personas en la vía pública simplemente porque vestían túnicas color naranja. Eran devotos de Krishna.

Y es que no hace falta pensar mucho para aterrizar en el estereotipo del árabe: viste túnica, turbante y tiende al terrorismo. La politóloga inglesa Vivienne Jabri definió el estereotipo como la “cosificación” del otro, la sustitución de la identidad real del otro por un abstracto “que justifica la agresión contra el otro”. Lo hacen los terroristas, de cualquier etnicidad y nacionalidad. En las oficinas de Charlie Hebdo, los terroristas pretendían matar a quienes consideraban enemigos del Islam, no seres humanos. De esa suerte escapó el escritor británico Salman Rushdie luego de publicar “Versos Satánicos” en 1988.

Algunos contenidos mediáticos alimentan los estereotipos, con o sin querer. Un contenido más balanceado no blinda contra el extremismo intolerante, pero podría contribuir a mermar las reacciones al mismo. Cuando atacan a la prensa, se resalta la violación al derecho de informar. Pero poco se habla de informar con ecuanimidad acerca del hecho. Los periodistas muchas veces olvidamos que algunas personas, que nos leen o escuchan, no tienen más información de un tema que los contenidos periodísticos. ¿Qué creerán de los musulmanes si su única referencia de ellos tiene relación con el terrorismo?

Olvidamos a veces que no todos los receptores de noticias tienen el sentido común para saber que la acción de un individuo no define por completo a su grupo étnico, religioso, empleador o nacionalidad. En 1995, EE.UU. estaba seguro que una organización terrorista islámica ocasionó el ataque en Oklahoma City. Gran sorpresa causó que el responsable era un anglosajón: Timothy McVeigh.

Pero el cine y la televisión también alimentan los estereotipos. Los malos eran los rusos durante la Guerra Fría. Y cuando el narcotráfico proliferó en Latinoamérica y la narcoviolencia llegó a la frontera sur de EE.UU., fue el turno de los colombianos y mexicanos. Basta un vistazo a programas como NCIS, CSI y Law & Order, y a los especiales de NatGeo.

El fenómeno de los estereotipos también ocurre alrededor de hechos que involucran la muerte de afroamericanos a manos de policías blancos. La absolución de Darren Wilson, el policía blanco que disparó y mató a Michael Brown, desató violentas protestas y odio visceral contra la policía en Ferguson, Missouri en 2014. Lo mismo ocurrió en Nueva York, después que la policía reprimió a la fuerza a Eric Garner, y el agente Daniel Pantaleo le inmovilizó al apretar su brazo contra el cuello de Garner (un procedimiento ilegal), dificultando su respiración y provocándole la muerte—luego calificada como homicidio. Hubo masivas protestas contra la acción policial. Semanas después un sujeto asesinó a dos policías en Brooklyn, Rafael Ramos y Wenjian Liu, en diciembre. Este 8 de enero, otro sujeto intentó atropellar a dos oficiales de policía de Port Authority, también en Nueva York.

Esto no excusa el abuso policial, que es real. También la fuerza pública echa mano de los estereotipos con las detenciones con base en el perfil racial. Pero hay quienes creen que el estereotipo del policía abusador de su autoridad aplica a todos los policías, porque sustentan su criterio en el contenido mediático. Así, algunos desequilibrados justifican salir en cacería de policías. Pregunta: ¿Cuántas notas periodísticas hay acerca de los buenos policías, salvo por las publicadas justo después del 9/11? Muy pocas.

Las noticias de las hazañas de los buenos policías no vacunan contra casos como el de Brown y Garner, o la golpiza que cuatro policías blancos propinaron al motorista afroamericano Rodney King en Los Ángeles (CA) en 1991, pero quizá habrían servido de paliativo para lo que vendría después: los disturbios que duraron cinco días, causaron 50 muertos y dejaron al menos 2 mil heridos, y cuyo detonante fue la absolución en 1992 de los policías que golpearon a King. Aunque en una menor escala, los ataques terroristas también son un detonante de los estereotipos.

Un contenido mediático más balanceado podría ser un antídoto contra los estereotipos, y reducir la respuesta desproporcionada hacia estos. El concepto es simple: correr la voz de que las acciones de un puñado de personas no son representativas de ningún grupo racial, religioso, o de fuerza pública. Y esto va tanto para autoridades como para el resto de nosotros.

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