Crece el debate sobre la eutanasia en Estados Unidos

El caso de Brittany, la joven con un cáncer terminal que hace unos meses decidió morir de manera tranquila y digna tomándose un medicamento ha renovado la polémica sobre la eutanasia en Estados Unidos.

Esta semana tres pacientes en fase terminal pidieron a un Juez en Nueva York una orden judicial para proteger a sus médicos de persecución penal si les dan “ayuda para morir”.

En EEUU solo cinco estados permiten el suicidio asistido. En Oregon, a donde viajó Brittany para morir, la ley de muerte digna está vigente desde 1997 y, de acuerdo a las estadísticas oficiales, desde ese momento a 1,173 enfermos terminales se les prescribió el narcótico mortal y, de ellos, 752 se quitaron la vida voluntariamente al ingerirlo.

California ha fracasado en seis intentos legislativos. Este año, a menos de tres meses de la muerte de Brittany, California presentó su séptimo esfuerzo por la muerte asistida, junto a trece estados más que han hecho lo mismo.


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La ley de eutanasia en Oregon exige que el enfermo incurable se tome él mismo la dosis mortal del medicamento, sin que un médico pueda ayudarlo, pues la eutanasia activa está prohibida en EEUU. Sin embargo, la asistencia a la hora de poner los medios para quitarse la vida a disposición del enfermo, está aprobada en algunos estados como Oregon. Una normativa similar rige en Washington y Vermont, mientras que en Montana y Nuevo México existe jurisprudencia.

Con la demanda que presentaron Sara Myers, Steve Goldenberg y Eric Seiff el miércoles pasado en la Corte Suprema de Manhattan, Nueva York se suma a la lista de estados donde empieza a revisarse el tema de la eutanasia.

Actualmente Ley del Suicidio Asistido de Nueva York penaliza las acciones de cualquier persona que “intencionalmente cause o ayude a otra persona a cometer suicidio”.

“No está claro si bajo las leyes de Nueva York los médicos pueden preescribirles a pacientes con enfermedades terminales medicamento que ayude a tener una muerte tranquila -una práctica conocida como muerte asistida si éstos quieren ejercitar el control, evitar la percepción de la pérdida de dignidad y reducir el sufrimiento que consideran innecesario conforme se acercan a su muerte”, indica la demanda.

Myers, de 60 años, tiene la enfermedad de Lou Gehrig, y ha perdido la capacidad de caminar. En la demanda dice estar perdiendo poco a poco su capacidad de hablar y respirar.

Goldenberg, de 55 años, fue diagnosticado con VIH en 1989, y la enfermedad ha progresado a SIDA, ahora está muriendo y la progresión inexorable de sus múltiples dolencias imponen una gran carga de sufrimiento.

Seiff, 81, es un ex asistente del fiscal de distrito de Manhattan cuyo cáncer de vejiga ha vuelto un año después de que fue sometido a quimioterapia. “A pesar de que se siente actualmente sano y espera que su tratamiento médico se realiza correctamente, Eric quiere estar seguro de que si el cáncer progresa a una etapa terminal, y él se encuentra en un proceso de morir él determina a ser insoportable, tiene a su disposición el opción de ayuda en morir “, dice la denuncia.

Seiff vio a su madre “soportar un proceso de muerte prolongada y dolorosa de la enfermedad terminal a una edad temprana”, y no quiere que su familia lo vea irse en una muerte dolorosa y prolongada.

Los demandantes argumentan que la palabra “suicidio” debería ser definida para incluir una decisión hecha por un paciente con enfermedad terminal mentalmente competente para morir tranquilamente.

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