La visita que sacude las relaciones entre EEUU e Israel

El primer ministro israelí aseguró que no pretende faltarle el respeto al presidente Obama

Una invitación que fue hecha fuera del rigor del protocolo.

Una invitación que fue hecha fuera del rigor del protocolo. Crédito: BBC

No muchos hablan ante una sesión conjunta del Congreso en Washington. Es un asunto de gran simbología que sólo se da una o dos veces al año con dignatarios extranjeros, además del discurso del Estado de la Unión que ofrece el presidente cada año.

Los aliados que reciben esa distinción de hablar a los estadounidenses desde el podio engalanado con la bandera de las barras y estrellas evitan cualquier tema espinoso o incómodo y suelen destacar el grado de amistad que une a sus pueblos y gobiernos.

En cambio, Netanyahu, quien ideológicamente se identifica con los conservadores republicanos, ofrecerá desde el corazón de la política estadounidense su visión de cómo lo que está haciendo Obama para garantizar los usos pacíficos del plan nuclear de Irán pone en peligro la existencia misma del estado de Israel.

“Mi discurso no pretende ser irrespetuoso con el presidente Obama o la oficina que representa”, dijo Netanyahu este lunes ante la sesión anual del Comité de Asuntos Públicos Israelí Estadounidense, considerada la principal organización que representa intereses israelíes en Washington.

John Boehner, el líder republicano que preside la Cámara de Representantes y quien es el inusual anfitrión, justificó la invitación asegurando que “el pueblo estadounidense tiene derecho” a conocer los temores que para un aliado crucial generan las políticas de Obama.

Obama no recibirá a Netanyahu mientras esté de visita en Washington, en parte porque no fue él quien lo invitó y en parte porque las costumbres políticas no lo permiten o en todo caso lo desaconsejan.

La Casa Blanca explica que no puede recibir líderes extranjeros que estén en medio de procesos electorales -como Netanyahu, quien se mide en las urnas el próximo 17 de marzo- pero algunos lo ven como un desaire que evidencia el mal momento que atraviesan las relaciones bilaterales.

Aunque en una entrevista con la agencia de noticias Reuters presentada este lunes Obama reconoció que hay “desacuerdos fundamentales” con Israel, el presidente dijo estar más preocupado por lo que pueda hacer su Congreso para afectar el clima de las negociaciones con Irán que lo que pueda decir Netanyahu.

“Esto no es un asunto personal. Creo que es importante para todo país en su relación con EEUU reconocer que EEUU tiene un proceso de creación de políticas”, dijo Obama.

Este aspecto de política exterior está teniendo repercusiones internas en los dos países.

En Israel, donde en dos semanas se realizarán elecciones generales, la visita del primer ministro es vista como una jugada ventajista con la que el aspirante a la reelección pretende presentarse como el candidato mejor posicionado para el manejo de los asuntos exteriores del gobierno de Tel Aviv.

En EE.UU. la presencia del israelí tiene más enfrentados que nunca a republicanos y demócratas, al punto que varios de los legisladores del partido de gobierno decidieron no estar presentes durante la intervención de Netanyahu.

El propio presidente Obama no verá el discurso, o al menos no todo, según dijo este lunes su secretario de prensa, Josh Earnest.

Esa división es inusual cuando se trata del manejo de relaciones con Israel, un país que goza de un respaldo casi unánime entre la clase política estadounidense y con cuya política exterior está permanentemente alineada, como demuestra su consuetudinaria defensa en foros internacionales como Naciones Unidas.

Aunque hay diferencias y roces, sería inexacto decir que hay un quiebre en esa relación especial.

Israel sigue siendo -seguirá siendo- el principal aliado militar de Washington en una región cada vez más convulsa como es Medio Oriente.

Seguirá contando con el apoyo financiero, militar y el respaldo político de EE.UU. en la ONU, evidenciado en el uso del poder de veto al que recurre EE.UU cuando se toman decisiones contrarias al interés israelí.

Pese a los tropiezos de los seis años de gobierno de Obama y Netanyahu, el vínculo binacional está fuertemente cimentado en políticas de Estado que van más allá de un asunto de simpatías personales o circunstancias electorales.

Tanto que pueden esperar por un cambio de guardia, y de partido, en la Casa Blanca.

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