La tradición de llevar un escarabajo vivo como joya en México

En Yucatán existe una peculiar tradición que tiene su origen en una leyenda maya: escarabajos decorados que se usan como prendedores. BBC Mundo te cuenta su origen y por qué para algunos es polémica.

Cuenta la leyenda que Cuzán era una princesa maya muy hermosa que estaba comprometida con el príncipe Ek Chapat, pero se enamoró de un guerrero de pelo rojo llamado Chalpol.

La princesa y el guerrero vivieron una apasionada historia de amor hasta que el padre de Cuzán se enteró de que su hija tenía encuentros clandestinos con un plebeyo y ordenó matarlo.

Los llantos de la princesa hicieron que el rey se apiadase de ella y perdonase al guerrero del pelo rojo, pero mandó convertirlo en escarabajo -makech- para entregárselo a Cuzán, quien lo adornó piedras preciosas y se lo colgó en el pecho para cumplir la promesa que le había hecho a Chalpol de llevarlo siempre cerca de su corazón.

“La princesa y el makech“, es una de las más reconocidas historias mayas y fue la que dio origen a una curiosa costumbre que perdura hasta hoy en la península de Yucatán, en el sureste de México: la de llevar escarabajos vivos como prendedores.

En un viaje reciente a México, unos amigos me hablaron de estos adornos que se pueden encontrar principalmente en los mercados de artesanías de la capital yucateca, Mérida.

Hasta allí llegan los escarabajos de manos de pobladores de las exclusivas zonas selváticas donde se reproduce el conocido como escarabajo yucateca, que puede llegar a medir cuatro centímetros.

En el mayor mercado de artesanías de Mérida, sólo nos hizo falta preguntar en uno de los coloridos puestos de textiles y artesanías típicas para que nos mostrasen el camino a un vendedor de makech.

En un balde de plástico azul claro, con la leyenda “photo 1 dolar” escrita a mano y entre pedazos de madera, había siete pequeños escarabajos negros adornados con piedras de colores.

A cada uno de ellos le habían pegado también una cadena dorada que, unida a un imperdible, permite usar el animal decorado como un broche.

Una vez en la solapa, el escarabajo se mueve por el pecho, tanto como le permite la cadena a la que va unido.

El vendedor, que ofrecía cada makech por 200 pesos (unos US$14), nos aseguró que sólo con ponerle en un recipiente con pedazos de madera entre uso y uso -el animal se alimenta de los hongos de ese material, aseguró,- el escarabajo podría sobrevivir hasta cinco años.

Sin embargo, aunque juzgando por lo que se puede leer en foros de internet, la mayoría de quienes compraron escarabajos de este tipo coinciden en que no suelen durar más que unas pocas semanas.

Y precisamente ahí viene la polémica que rodea a la práctica de llevar un insecto vivo caminando por el pecho.

María Elena Sánchez, presidenta de la organización ecologista Teyeliz asegura que, con esta moda, el insecto “queda condenado por el resto de su vida y generalmente muere de hambre porque no hay manera de alimentarlo”.

“Es una crueldad completamente insostenible, que no puede hacerse con ningún animal vivo aunque sea un insecto”, apunta Sánchez en declaraciones a BBC Mundo.

De hecho, y pese a que su organización no ha encontrado estudios de población que indiquen que el escarabajo yucateco esté amenazado o en peligro de extinción, la práctica cada vez está quedando más relegada a fines exclusivamente turísticos, debido a la preocupación por la especie entre los locales.

“Conocí a gente que lo llevaba, pero cuando se dio cuenta del daño ambiental que podía provocar dejó de usarlo”, le explica a BBC Mundo el empresario Miguel Ángel Covián Noh, dueño de una editorial en Mérida.

Según Covián Noh, al contrario de lo que recuerda que sucedía en el pasado, ahora sólo se ven makech en el mercado “como cosa artesanal para vendérselo a los turistas”.

“Antes era mucho más frecuente, ahora ya no se utiliza tanto el huipil ni las prendas típicas y se dejó de usar un poco el makech, pero mucha gente lo sigue llevando como mascota”, apunta Arelly Tamayo, de la tienda Esencia Maya.

Tamayo le dice a BBC Mundo que en la actualidad el principal perfil de sus clientes son, además de turistas, niños “que convencen a sus papás para que se lo lleven como mascota”.

En el negocio de Tamayo venden los makech por entre 100 y 200 pesos (entre US$7 y US$14), dependiendo de los niveles de producción.

“Es muy delicado conseguirlos y no crecen en cautiverio; en la selva se consiguen con un poco más de facilidad porque solamente se alimentan de las hojas de los árboles que caen y de la madera seca”, explica Tamayo, quien señala que el animal escasea -y por lo tanto es más caro- en las pocas semanas frías del año.

“Nos lo traen desnuditos y nosotros ya les pegamos las piedritas (tipo cristales Swarovski) como dice la tradición, con silicona fría para que no se le dañe el caparazón”, apunta.

Pero pese a que el origen de la tradición está en una leyenda maya, los historiadores no tienen datos que muestren que esa civilización usase escarabajos como ornamento.

“Los mayas respetaban a todas las especies. Incluso veneraban a algunos animales como sagrados, lo cual es común en muchas culturas”, apunta Juventina Sánchez Huitzil, promotora de usos y costumbres del ayuntamiento de Valladolid, a unos 40 kilómetros del sitio arqueológico de Chichén Itzá.

Las primeras referencias escritas a esta práctica datan de principios del siglo XX cuando los hombres rurales regalaban a sus esposas escarabajos sin decorar atados a cuerdas para que se los colgaran en la solapa, como una muestra del amor.

Sin embargo, no hay datos que demuestren que los animales se decorasen hasta los años 80.

Sánchez Huitzil le dice a BBC Mundo que nunca ha usado uno y que sólo lo haría si fuera una réplica creada de manera artificial.

Y esa es la alternativa en la que coinciden muchos en la región.

“Nosotros siempre hemos dicho que las tradiciones que van en contra de la conservación pueden y deben ser cambiadas”, apunta María Elena Sánchez, de Teyeliz, quien recomienda usar en su lugar réplicas artesanales del insecto.

Por su parte, la funcionaria del ayuntamiento de Valladolid también aboga por otras alternativas para preservar la leyenda de “La princesa y el Makech”: desde vender la joya creando al animal artificialmente hasta la representación del escarabajo en otras disciplinas artísticas como la pintura, el cómic o el cine.

* Con la colaboración de Ricardo Mena Rosado, desde Yucatán.

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