El salario mínimo es cuestión municipal

Los municipios reaccionan a la falta de acción del Congreso

En julio, el salario mínimo subirá a $12.25 la hora en Emeryville, California. Y desde ahí hasta 2018 habrá incrementos sucesivos hasta $15. Pero en esta pequeña localidad, en la que tienen su sede los estudios de animación Pixar, no se quedan ahí. En 2019 todos los trabajadores han de cobrar, como poco, $16 la hora. Es uno de los  mínimos más elevados en un país que a nivel federal tiene este pago estancado en $7.25 a la hora desde 2009.

Son muchas las ciudades que tras la recesión han decidido reaccionar a la pasividad en esta cuestión de Washington o sus parlamentos imponiendo una subida local del salario mínimo. En el pasado apenas algunas ciudades lo habían hecho pero desde que se empezó a salir de la crisis es una tendencia a la que se apuntan más y más urbes. La semana pasada, Los Ángeles, que ya tenía un salario mínimo por encima del federal, se convirtió en la más grande del país en aprobar una subida a $15 la hora en 2020.

Antes lo han hecho Seattle y San Francisco y muchas otras metrópolis han aprobado subidas para sus trabajadores peor pagados que ya no son solo adolescentes o jóvenes en busca de su primer trabajo sino también padres de familias que no pueden superar la barrera de la pobreza pese a trabajar.

Para el National Law Employment Law Project (NLEP) el número de ciudades que han subido el salario “no tiene precedentes” y sus analistas consideran que es positivo porque permite a urbes estipular un mínimo coherente con el costo de vida de cada ciudad. No es lo mismo alquilar un apartamento en las caras Nueva York o Los Ángeles que en Waco (Texas). Nueva York tiene sobre la mesa varias propuestas de subida y en el Estado se estudia subir a $15 el salario en el sector de la comida rápida.

Por otro lado el NLEP hace notar que con estas subidas se demuestra que es posible aumentar sustancialmente el mínimo “además de incluir reformas clave como ligar la subida de estas pagas a la inflación (subida de precios) o elevar el salario de los trabajadores con propinas”.

Estas subidas locales se encuentran con fuertes reticencias por parte de empresarios, sobre todo de franquicias, pequeñas empresas o las que tienen sus márgenes comerciales más ajustados ya que en algunos casos puede llegar a casi duplicar sus costes laborales. Muchos de los opositores afirman que habrá un éxodo de negocios a ciudades más baratas y que se destruirá empleo.

Es un escenario poco probable y que de momento no está ocurriendo de forma más que anecdótica. Según la NLEP, la mayor parte de los puestos afectados por estas subidas salariales son en “restaurantes, comercios, servicios en edificios, cuidado de los hogares y de niños, que son trabajos que tienen una clientela con sede en la ciudad: residentes, trabajadores y turistas. Como resultado la mayoría no puede irse de la ciudad y retener a su clientela”.

La Oficina Presupuestaria del Congreso, hizo un estudio hace un año en el que verificaba que una subida a $10.10 (cómo se propuso entonces) destruiría medio millón de empleos (un millón en el peor y menos probable escenario) pero sacaría de la pobreza a casi un millón de personas.

Cuál debería ser el mínimo

Aunque la batalla por el salario mínimo se ha fijado en el objetivo de $15, esto ya es un gran descuento en caso de que desde 1968 este se hubiera mantenido ligado al aumento de la inflación o a la productividad. En este último caso, y según un estudio del Cenero for Economic and Policy Research, en el año 2012 ya tendría que haber sido de $21.72 la hora.

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