Editorial: Armas de fuego: basta

Este problema es igualmente crítico en nuestra comunidad

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Cada vez que ocurren matanzas por armas de fuego y nos preguntamos por qué el asesino pudo tan fácilmente comprar las armas, escuchamos los mismos lamentos de siempre pero se pide silencio, se posterga el debate.

La más reciente tragedia ocurrió el 23 de julio. John Russell Houser, un hombre con historial de enfermedad mental y extremismo político entró a un cine en Lafayette, Louisiana, mató a dos e hirió a nueve.

Aunque las fuerzas vivas buscan maneras de distanciarse del fácil acceso a las armas por gente no calificada para poseerlas y que luego las utilizan para cometer estos crímenes atroces seguimos vulnerables a estas balas.

En Nueva York el ingreso de armas ilegales de otros estados experimentó un aumento. En Los Ángeles, el Concejo decidió esta semana prohibir poseer cargadores con capacidad para más de 10 balas. A nivel federal, en Washington dos senadores piden al Congreso ampliar la revisión de antecedentes penales de quien quiera comprar armas, pero ocurre lo de siempre: la medida se queda en buenas intenciones y con poco respaldo para llevarla a debate y aprobación.

Este problema es igualmente crítico en nuestra comunidad. Entre 1999 y 2013, más de 47,000 hispanos murieron por armas de fuego; dos terceras partes asesinados, más de la cuarta parte por suicidio y el resto por accidentes o a manos de policías.

En todo el país y desde 2010 más de 15,000 armas fueron vendidas a personas con antecedentes penales porque los mercaderes no esperaron hasta que se finalizara su revisión.

Reiteramos nuestro llamado para proteger al público expuesto a la anarquía de las armas de fuego.

Es casi imposible de creer que la disyuntiva de proteger a la ciudadanía de las armas de fuego todavía cruce líneas partidarias. Por eso, cada paso para reducir la cuota de violencia cuesta. Por eso, recrudece.

No desmayaremos en la crítica para seguir demandando a nuestros dirigentes la sensibilidad para ir de frente contra el fácil acceso a armas. No queremos más matanzas.

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