Manos latinas construyen la silla papal

En una improvisada carpintería a la sombra de un nogal repleto de frutos en Port Chester, tres jornaleros hispanos fabrican la silla de madera de roble que usará el Papa Francisco en su visita a Nueva York en septiembre.

El emblemático mueble, en acabados sencillos como la misma personalidad del Sumo Pontífice, será el sitio de descanso del Santo Padre en la misa que se oficiará en el Madison Square Garden.
Entre martillos y serruchos, el dominicano Fausto Hernández, el mexicano Héctor Rojas y el nicaragüense Francisco Santamaría siguen escrupulosamente las instrucciones del hermano Sal Sammarco, de la congregación salesiana, quien no habla español.

“La fe rompe las barreras del idioma”, dijo Sammarco, un experimentado carpintero. “Fausto tiene un mejor nivel de inglés y traduce por mí, pero en realidad nos hablamos con el espíritu”.
Una Virgen de Guadalupe adornada con flores coloridas a la entrada de la improvisada carpintería, en un garaje de color blanco, dio la bienvenida al cardenal Timothy M. Dolan, quien ruborizado por el calor de la tarde llegó este jueves a la carpintería, donde expresó su alegría de conocer a los carpinteros latinos.
“Ustedes hacen un magnífico trabajo”, dijo sonriendo, mientras palmeaba la espalda del mexicano Gonzalo Cruz, organizador del Centro Comunitario Don Bosco. “Los trabajadores latinos representan el trabajo duro, la humildad y el talento para crear, son los ideales para hacer esta obra”.

Encomendados a San José

Sammarco es el responsable del proyecto y solicitó a San José, patrono de los carpinteros, que el Papa Francisco quede satisfecho con la silla de diseño sencillo y detalles en color caoba.
“Mi segundo nombre es José, como el esposo de María. Mis padres se adelantaron a mi oficio al bautizarme”, dijo Francisco Santamaría, quien emigró de Managua hace 22 años. “Le pedí a San José que deposite sus bendiciones en mis manos para trabajar la madera como un maestro”.
La ayuda divina sería poca, pues el nicaragüense se dedica a la carpintería desde la infancia. A los 14 años dejó la escuela para aprender el oficio del hijo de Dios.

El jornalero reflexiona un poco mientras aparta el aserrín de una mesa de trabajo, y con la mirada en la fotografía Francisco, explica que la silla papal guardará la esencia de sus creadores, así como la madera conserva el alma del árbol.
“Es roble porque es fuerte como la Iglesia Católica”, sostuvo. “Es una gran orgullo que los más humildes seamos los elegidos para algo tan grande”.
Santamaría comentó que la violencia en Nicaragua lo arrojó a las fauces de las fronteras más inhóspitas, sin imaginar que décadas después estaría involucrado en los trabajos de bienvenida al Sumo Pontífice, a quien considera un portavoz de la paz.

Voluntarios de vocación

Las manos mexicano del Héctor Rojas, un jornalero que recibe servicios del Centro Comunitario Don Bosco, en Port Chester, no sólo son buenas para trabajar la madera, también para reconstruir lo azotado por la tragedia.
“Muchos de los jornaleros fuimos a las zonas afectadas de Yonkers tras el paso del huracán Sandy. Se dice que los que menos tienen son los que más dan, y aquí estamos, de voluntarios de nuevo”, expresó con orgullo el oriundo de Toluca. “No esperamos ver al Papa como pago por nuestro trabajo. Nuestra satisfacción es ser los elegidos para construir la silla en la que descansará”.

El dominicano Héctor Rojas, otro miembro del Centro Comunitario Don Bosco, contó que cuando el hermano Sammarco solicitó voluntarios, ni dudó en levantar la mano y sumarse a una misión que califica como una de las más trascendentales de su vida.
“El Papa Francisco habla por los pobres y son los pobres los que lo reciben en Nueva York”, aseguró. “Mi familia está orgullosa y comparte la felicidad que reina en mi corazón. Nuestra casa está bendecida por siempre”.

Reconocimiento a los inmigrantes

Al cuestionarle acerca de los comentarios antiinmigrantes del magnate Donald Trump, Dolan dijo que el aspirante a la candidatura republicana tendría que conocer los jornaleros para reconocer su aporte.
“Seguramente terminaría encantando si se diera la oportunidad de convivir con ellos”, afirmó.
Gonzalo Cruz, un inmigrante de Puebla, comentó que la silla papal no sólo es un proyecto de los jornaleros, también de sus familias y de la comunidad latina.
“Es muy simbólico”, indicó. “Estamos unidos y llenos de esperanza, deseosos de seguir en esta lucha por justicia social. La visita del Papa nos revitaliza plenamente”.