¿Cuánto tiempo dedicar a los hijos?

Un padre y una madre comparten sus experiencias de crianza mientras expertas hacen recomendaciones

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Compartir tiempo con los hijos es necesario, pero también mantenr un equilibrio. Crédito: Shutterstock

Sebastián Hernández se divorció de su pareja cuando su hija tenía 8 años. Contrario a la mayoría de los casos, él asumió la custodia total de su pequeña. Se encargó de la crianza, los asuntos escolares, las reuniones, las clases de piano, de gimnasia, de actuación y de natación, las visitas, los permisos, las enfermedades, los buenos y los malos ratos. En casos de alguna salida o situación de emergencia siempre contaba con la desinteresada ayuda de su hermana o su padre.

Al igual que muchos, se dedicó casi por completo a su hija. Ella fue siempre su prioridad. Sin embargo, sus responsabilidades paternales y laborales no impidieron que continuara alimentando su intelecto, ya que mientras criaba a su hija completó una maestría y está a punto de concluir un doctorado. Sebastián logró equilibrar su vida personal para alcanzar sus metas profesionales.

La clave es mantener un balance. No dedicarse sólo a los hijos o a la vida profesional. Es importante saber cuándo le das demasiado a una de las partes”, asevera el profesor universitario de 50 años.

“Hay muchos que se sienten superpapás porque les das demasiado y los malcrías. Creo que ella (su hija) aprendió que hay que tener balance y tener tiempo para todo, que hay que ser responsables y ahora, como universitaria, tiene una vida balanceada”, declara el orgulloso padre.

Constrastes

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En contraste con Sebastián, Nilda Sánchez prefirió una crianza más conservadora. Para ella, “nada compensa el tiempo que dedicas sólo a tus hijos”.

Nilda trabajaba largas horas que le impedían compartir con su hijo mayor. Apenas llegaba al hogar para darle el beso de buenas noches y aún lo lamenta. “Perdí muchos momentos importantes“, señala la mujer de 58 años. Por eso al quedar embarazada nuevamente no dudó en poner pausa a su trabajo. “Decidí que cambiaría yo los ‘pampers’, que nadie le daría sus comidas, que no me perdería sus primeros pasos ni sus citas médicas. Hice una pausa por ellos y por mí”, expone.

Esta decisión de no trabajar conllevaba un sacrificio. “Sabía que eso representaba anularme profesionalmente, pero siempre confié en regresar al trabajo”. Retomó su vida laboral -a tiempo parcial- cuando sus dos hijas menores entraron a la escuela.

Lo que nunca reanudó fue una vida social activa. “Anulé mi vida porque no viajé, no salía con amistades. No me quedaba ni un rato para compartir con las amistades del trabajo. Salía corriendo a cocinarles, a cuidarlos, a estudiar”.

“Mis vacaciones eran para ellos. No hacía nada si ellos no podían ir. Yo elegía no ir. Sé que me limité de muchas cosas que una mujer joven hubiera querido hacer. No me arrepiento porque hoy son seres humanos exitosos“, enfatiza.

“Lo hice con mucho amor. Hice lo correcto”, aunque confiesa que su estilo de crianza sí afectó su relación de pareja. “Nadie nos enseña a ser madres. Hice lo que mi corazón me dijo que era correcto”, declara la mujer.

Y es que criar a un hijo es un reto que conlleva una gran carga emocional. “Provoca una sobrecarga y causa mucha presión en los padres, en especial en las madres. Además, no todos están capacitados para sobrellevarla”, señala la psicóloga clínica Michelle Ortiz Peña.

Si a esa presión se le suman factores sociales, culturales y el machismo que permea aún en el siglo XXI no es de extrañar que sean muchos los progenitores que enfoquen todas sus energías en un solo propósito: vivir para sus hijos, señaló la experta en niños y adolescentes del Metropolitan Psychological Services of Puerto Rico.

No obstante, esa entrega absoluta no puede interferir con sus necesidades e intereses particulares como seres humanos. “Los padres no pueden dejar a un lado sus intereses personales, su vida, sus amistades, su pareja; abandonar los estudios o hasta los trabajos por dedicarse a sus hijos. Esto es un error”, acota Ortiz.

Con ella concuerda la doctora Jennifer Fuentes Pérez, psicóloga clínica de Servicios Psicológicos Laguna Gardens, en Carolina, quien aclara que vivir sólo por los hijos implica “haber adquirido la convicción posterior a la llegada de un bebé, de que el único rol en tu vida es el de sacar adelante a los hijos olvidándose que, antes de la llegada de los niños, tú eras una persona con intereses y necesidades. Se concentran tanto en esta tarea que faltan inclusive en la planificación de su futuro luego de que el hijo se vaya de la casa”.

“Tu hijo viene al mundo para ser criado, para que le des apoyo y estructura, para que lo guíes y lo eduques, lo acompañes, pero no puedes dejar tu vida para dedicarte a él”, sostiene Ortiz y enfatiza que muchas madres, que son las que normalmente adoptan esta práctica, descuidan hasta su relación de pareja y sus amistades para satisfacer las necesidades de los hijos.

“No puede ser que si tu hijo quiere salir, es que salen; o si quiere jugar entonces juegan. Vas a las tiendas y todo es para tu hijo, ya no piensas ni en ti ni en tu pareja. Si tienes que irte de los sitios porque no puedes dejar a tu hijo solo, estás presentando un patrón mal adaptativo”, asegura Ortiz.

“Son personas que dejan a un lado el crecimiento emocional y social en su etapa de desarrollo de adulto y crean así una enajenación de sí mismo”, asegura Peña por su parte.

Conflictos familiares

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Tanto Ortiz como Fuentes destacan que cuando los hijos se convierten en la única razón de ser de un padre o una madre muchas veces pueden desatarse conflictos como ansiedad, estrés, sentimientos de culpa y reproche, a nivel individual y de pareja.

También este tipo de apego puede impedir en los hijos un desarrollo saludable, ya que no saben manejarse como entes individuales ni aprenden a solucionar problemas o a trabajar con sus frustraciones, y hasta afrontan carencias a la hora de establecer relaciones interpersonales. Algunos hijos, cuando se convierten en adultos pueden reprochar esta crianza y mostrar rebeldía, coraje y frustración.

Balance como solución

Las expertas coinciden con Sebastián en que la clave radica en el balance. Recomiendan a las mujeres en especial, aprender a dividir sabiamente el tiempo y a compaginar la crianza con sus intereses.

“Las madres no deben tener sentimientos de culpa por dejar a sus hijos mientras toman un tiempo para sí. Si lo tienen muestran señales de inseguridad y esto no tiene que ver con los hijos”, explica Ortiz y argumenta que en vez de sentir que dejan solos a los hijos mientras se entretienen en las tiendas, un salón de belleza o una tarde con amistades, piensen que les proveen a los chicos un espacio para compartir con otros.

Fuentes concluye que si un padre percibe que su vida completa depende de sus hijos debe pedir a los familiares que le permitan un tiempo libre o separar un espacio para ellos, ya sea para hacer ejercicio o algún tipo de entretenimiento. Además, debe fomentar que el hijo descubra el mundo y que analice las cosas por sí mismo. Si se le dificulta promover la sana independencia debe contactar a un profesional de salud mental para que lo ayude a canalizar sus energías.

Por último, recomienda que los padres pasen tiempo a solas a fin de evitar el agotamiento y perderse a sí mismos. Esto les ayudará a sentirse más felices, tranquilos y podrán dar a sus hijos mayor calidad de vida, además de promover un ejemplo de autosuficiencia que aprenderán a emular.

Estar presente en la vida de los hijos no es sinónimo de sofocarlos ni dedicar todo el tiempo sólo a ellos, sino de integrarlos a la rutina diaria y llenarlos de afecto y atención.

– Wanda I. Orengo Pérez

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