Mesura con las seguridad escolar

El escaneo diario de más de 90,000 estudiantes de secundarias en las escuelas públicas de la ciudad vuelve a poner el dedo en la llaga sobre un problema latente: cómo lidiar con la seguridad escolar.

Por un lado están los propios alumnos que sienten violados sus derechos al estar expuestos a esta vigilancia permanente, y por otro las autoridades que tratan de velar por el orden en predios educativos que son vulnerables a focos de violencia.

En medio del debate están los padres: unos a favor y otros en contra del uso de detectores de metal en las escuelas. “Mi hijo no es un criminal para que lo estén revisando todos los días”, es el comentario generalizado de quienes se oponen a esta práctica. “Prefiero estar seguro de que nadie mete un arma a la escuela”, dicen los que apoyan la medida.

Sin embargo, un reporte divulgado esta semana lo que sí deja claro es que la mayoría de los estudiantes que pasan por detectores pertenecen a las minorías (48% afroamericanos, 38% hispanos). Es más, 43% de los revisados son alumnos que estudian inglés como segunda lengua. Y por si esto fuera poco, el condado donde se hacen más revisiones de este tipo es El Bronx (62%). Curiosamente en Staten Island hay cero chequeos con detectores de metal.

Todo esto nos lleva a la siguiente reflexión: el Departamento de Educación tiene que reformular la forma como se están llevando a cabo los chequeos. Es prioritario que los guardias escolares tengan otro tipo de interacción con los estudiantes. Tiene que haber un poco de mesura. No podemos tratar a los chicos que van a estudiar como si fueran delincuentes.

Sabemos que hay escuelas con problemas donde las pandillas hacen de las suyas, pero unas cuantas manzanas podridas no pueden ser el catalizador de todo un sistema escolar. Es hora de revisar los procedimientos y tratar cada caso individualmente.

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