Por qué Nueva York necesita al Papa Francisco

La histórica visita del Papa Francisco a Nueva York ha extasiado a los neoyorquinos como ningún otro evento en la memoria reciente. Santos y pecadores por igual han sido cautivados por este único líder espiritual – que ha insistido en viajar en un humilde Fiat, en lugar de una limusina, y que los medios de comunicación global han apodado ‘El Papa de la Gente’.

El Papa Francisco no es el primer Pontífice en visitar Nueva York. Su predecesor hizo un viaje similar tan recientemente como en 2008. Así que ¿por qué esta vez se siente diferente?

¿Es porque, después de casi dos décadas de una edad dorada de desigualdades en la ciudad de Nueva York, estamos empezando a reconocer lo mucho que esta desigualdad ha socavado los principios básicos de nuestra fe? ¿Estamos siendo forzados a enfrentar el hecho de que los valores que el Papa Francisco representa, son muy pocas veces parte del discurso público?

Así como el Papa Francisco hizo historia como el primer Papa en dirigirse a una sesión conjunta del Congreso, lo  hizo cuando nos recordó, “Una sociedad política perdura, cuando se conduce con vocación, para satisfacer necesidades comunes al estimular el crecimiento de todos sus miembros, en especial, los que están en situación de mayor vulnerabilidad o riesgo”.

No soy católica, pero como muchos de mis conciudadanos neoyorquinos, soy una persona de gran fe. Y para mí, la visita del Papa y su humildad inspiradora, son una llamada para volver al mensaje más fundamental de Cristo: amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Este amor implica afrontar la desigualdad en todas sus formas destructivas.

Nueva York es el hogar de la mayor riqueza de nuestra nación, pero demasiado a menudo esta prosperidad ha producido a expensas de trabajadores que viven en la peor pobreza. No hay que buscar más allá de mi propio barrio de Fort Greene – donde en un lado de la Avenida Myrtle contamos con uno de los costos más altos en  el mercado de vivienda, pero justo cruzando la calle, nos encontramos con uno de los sectores de más pobres ingresos de la ciudad de acuerdo al censo.

Así como lidiamos con cifras récord de falta de vivienda, con escuelas que fracasan, con la violencia de las armas destructivas – tenemos que entender que la desigualdad en los recursos, subyace a todos estos males sociales y amenaza nuestro tejido social y la democracia tal como la conocemos.

Muchos republicanos han lanzado críticas al Papa Francisco por ser demasiado político en su lucha contra la desigualdad y por destacar la necesidad de soluciones sensatas a la inmigración y el cambio climático. Pero debemos darnos cuenta de que, es nuestra política la que se ha apartado de la fe y los valores, no al revés.

Me alegra dar la bienvenida al Papa Francisco a Nueva York, porque siento en mi corazón que nuestra ciudad necesita más que nunca su sabiduría. Nunca olvidaremos la visita del Papa, pero es más, nunca olvidaremos su mensaje.

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