Editorial: Victoria de los duros en el Congreso
El sucesor de John Boehner tendrá la misma presión del sector más conservador de la Cámara Baja.
La renuncia del presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, es una demostración del poder del ala más conservadora de la bancada republicana. Es el éxito de un sector duro que presiona por posiciones inflexibles y extremas, que ve como una traición la tendencia negociadora de su liderazgo legislativo.
Es aparente que el peligro de un cierre gubernamental por la falta de un presupuesto se ha esfumado, al haber una cantidad suficiente de congresistas republicanos a favor de la extensión temporal del presupuesto, incluso financiando la piedra de la discordia, Planned Parenthood. Si bien esto es una derrota para los legisladores, que no les importa un cierre de gobierno en defensa de su agenda, tiene sabor a victoria la esperanza de que su nuevo líder responda mejor a sus inquietudes. Que respalde su inflexibilidad para poder convertir en ley sus propuestas y bloquear las de la administración Obama.
Hace tiempo que se viene cocinando el descontento en la base partidaria por tener mayorías republicanas en ambas cámaras del Congreso y no poder pasar recortes de presupuestos, reducciones de impuestos y los proyectos más restrictivos sobre inmigración, entre otros varios. Esta frustración también se refleja en la primaria presidencial.
Pero es muy poco lo que pueda cambiar el próximo presidente de la Cámara Baja. El problema no es la falta de fidelidad a las ideas conservadoras de sus líderes sino que la cantiad de republicanos es insuficiente para imponer sus proyectos sin concesiones. El sucesor de Boehner va a estar en la misma situación, ceder a la presión de los simpatizantes del Tea Party y aguantar estoicamente cierres de gobierno que perjudican la imagen partidario o buscar la negociación y tener paciencia.
Hay una crisis en el Congreso por las divisiones dentro del partido mayoritario. El daño a “la institución” que Boehner quiere evitar proviene no proviene de los demócratas, sino de la bancada republicana. La amenaza de una política de todo o nada, de mis condiciones o el cierre de gobierno, ha producido a un Congreso inoperante, incapaz de atender los problemas de los estadounidenses. Las perspectivas de mejoría no son buenas, es de creer que la mayoría republicana se volverá a estallar contra la pared, perjudicando a todos, antes de que regrese el sentido común.