Boehner y los “locos” antiinmigrantes de oídos sordos

Los republicanos buscan el reemplazo para John Boehner en el Congreso.

Los republicanos buscan el reemplazo para John Boehner en el Congreso. Crédito: Chip Somodevilla | Getty Images

El Papa Francisco completó su visita proclamando un mensaje de unidad, fraternidad, colaboración, humanidad y compasión, pero en el Congreso donde habló el pasado jueves parece que el mensaje cayó en oídos sordos.

El Partido Republicano no sólo lidia con una interna republicana por la nominación presidencial caracterizada por ser una competencia por el más extremista en diversos asuntos, incluyendo la inmigración. Ahora se enfrasca en una lucha de poder por el control de la Cámara Baja tras la renuncia de John Boehner.

Boehner llora públicamente con suma facilidad. El día del discurso del Papa Francisco ante una sesión conjunta del Congreso, lloró y no sabemos si fue por lo que dijo el Papa o porque ya sabía que al día siguiente dejaría caer la bomba de su dimisión que se veía venir por su incapacidad de enfrentar a los bravucones extremistas. Son los mismos amotinados del Partido de Té que prefieren seguir las instrucciones del senador Ted Cruz (R-TX) desde la Cámara Alta que arribar a consensos dentro de su propio partido que permitan la discusión de asuntos pendientes en la Cámara Baja, como la reforma migratoria que bloquearon a su antojo.

Es el mismo Cruz que ha dirigido los intentos de cerrar el gobierno federal ante la impotencia de no revocar legislativamente el Obamacare y que ahora ha estado amenazando con otro cierre para no financiar a la organización Planned Parenthood por la controversia de los videos en torno al uso de tejido de fetos para investigaciones.

Y es el mismo Cruz a quien Boehner, en su momento, catalogó de “imbécil” (jackass).

Lo irónico es que Cruz trata de fortalecer sus credenciales con el sector más extremista del Partido Republicano, pero la salida de Boehner, aunque a fines de octubre, podría aguarle su fiesta de cierre gubernamental, esta vez por Planned Parenthood. La razón es simple: Boehner seguramente se sentirá liberado y podrá arribar a acuerdos con los demócratas.

Si tan sólo Boehner hiciera lo mismo con la reforma migratoria. Pero Boehner, amedrentado por la facción extremista y antiinmigrante republicana, saltó de excusa en excusa para no presentar una versión cameral que pudiera conciliarse con el proyecto S. 744 del Senado. Y luego, cuando el presidente Barack Obama giró órdenes ejecutivas migratorias para amparar de la deportación a millones, Boehner amenazó con demandar al presidente por “violar” la Constitución.

Pero el dilema es más complicado que eso. Hace años que el Partido Republicano libra una guerra civil por el alma de su partido, y su minoría más ruidosa y antiinmigrante es la que dirige la orquesta tanto en el Congreso como en la campaña por la nominación presidencial, creyendo que la estrategia que le ha supuesto ganancias a nivel estatal y en el Congreso es la misma que les permitirá ganar la Casa Blanca en 2016. Quien sustituya a Boehner lidiará con la misma papa caliente.

El viernes el congresista republicano de Nueva York, Peter King, resumió así el efecto de la renuncia de Boehner: “Es una señal de que los locos se han apoderado del Partido”.

Los mismos “locos” antiinmigrantes que desoyeron y desoirán las enseñanzas del Papa.

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