Familiares y amigos recuerdan en su peluquería a víctima de explosión

Mientras tanto, vecinos de esa cuadra en Borough Park reclaman que no han recibido buen trato.

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Crédito: Mariela Lombard | El Diario

NUEVA YORK – En la Quinta avenida con la calle 12, en Park Slope, Mercedes Ortiz camina con una vela. Se dirige a hacer un último homenaje a una mujer que conoció por más de 10 años, la dominicana Francisca Figueroa, la segunda víctima aún no confirmada de la explosión de gas sucedida el sábado en Borough Park, Brooklyn. En el vecindario, Figueroa tenía una peluquería a la que Mercedes Ortiz solía ir.

“Yo venía con dinero y sin dinero y ella me recortaba el pelo”, recordó Ortiz luego de dejar su vela en un pequeño altar que se armó en la peluquería Franchezka Unisex, que se ha llenado de flores, fotografías, mensajes y velas. Ahí, en la reja cerrada de su local, un cartel con su foto se ha llenado de frases que la recuerdan. “Mi loca, te voy a extrañar”, lee uno. “El mundo es nada sin ti”, dice otro. “Incluso ella a veces me daba $20 o $10 cuando veía que me faltaba… La vida de ella era feliz, alegre, siempre estaba contenta en el salón”, comenta Ortiz.

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En la peluquería de Francisca Figueroa, amigos y familiares recordaron a la víctima con flores y velas.

Figueroa y la también dominicana Ligia Puello serían las dos víctimas de la explosión en la avenida 13, entre las calles 42 y 43, de Brooklyn. En ese barrio, 49 residentes quedaron desplazados por la explosión. Veintiseis individuos se registraron con la Cruz Roja y, 19 de ellos, están en hoteles, de acuerdo con la Oficina de Emergencia de la ciudad. Sin embargo, algunos vecinos de la misma cuadra, cuyos departamentos aún están habitables, reclaman que no han recibido el mejor de los tratos por parte de la Policía y las autoridades que están resguardando el área.

La mexicana Nancy Hernández escuchó un fuerte ruido ese sábado y pensó que era el huracán Joaquín, que ya había llegado, y que quizás había echado un árbol abajo. Miró por su ventana en el segundo piso del 4218 de la avenida 13 y vio las llamas. Pudo oler el humo, el que todavía a ratos se siente en su calle, mezclado con olor a gas.

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Ramón y Leticia Ramírez, vecinos de la explosión, sienten que no han recibido un buen trato por parte de las autoridades.

“Entonces dije ‘esto se está quemando, nos tenemos que ir’”, recuerda Hernández, quien escapó del departamento con sus dos hijos. Su edificio ahora está casi intacto, aunque los inspectores tuvieron que abrir las puertas a la fuerza cuando entraron a revisar el lugar. Sin embargo, todavía siente el efecto de este incidente en su vida. Para entrar y salir tiene que pedir permiso a los bomberos o policías.

“Todavía no tengo agua caliente. Sí tengo luz y agua fría, pero me acaban de decir que ya no la podemos usar para lavarnos las manos”, comenta. “Nadie nos da información. Usted baja y pregunta y todos te dicen ‘no sabemos’”.

Hernández indica que, a diferencia de otras personas, cuando a ellos los trajeron de vuelta a sus hogares después de la explosión, no le dieron opción de no volver a la casa, la que todavía se mueve de vez en cuando por los efectos de las máquinas que trabajan a unos metros, en el edificio destruido. Además, las autoridades les ponen trabas cada vez que salen a comprar agua o comida, la que no pueden cocinar fácilmente con los servicios interrumpidos. “Un policía me dijo hoy ‘ustedes no deberían estar acá’. ¡Entonces para qué nos trajeron de vuelta!”, comenta.

El caso de la mexicana Leticia Ramírez, del 4216 de la citada avenida, es peor. Salvo la electricidad, todavía no tiene sus servicios de vuelta. Debe comprar agua y comidas preparadas, a pesar de que toda su familia sobrevive con el sueldo de su marido, que trabaja en una frutería. “En la mañana, salí a pedir ayuda, a pedir agua. Un policía me dijo ‘váyase a su departamento o lárguese’. Se rió de mí”, narra Ramírez, quien tuvo que pasar toda la mañana en el hospital, debido a que su hijo ha estado con dolores de estómago, los que cree que son producto del gas y del polvo que todavía se siente en su departamento.

“Huele mucho a humo, hay polvo y el baño huele muy feo, porque no hay agua para limpiar y mi hijo tiene diarrea”, manifiesta. “Nadie nos ha ayudado y mis vecinos del lado están en la misma situación”.

Uno de los dueños de los edificios de la zona destacó que ha recibido mucha ayuda de la Oficina de Emergencias de la ciudad para reponer los servicios. En esa institución, explicaron,  sigue abierto un centro de servicio a los residentes en el segundo piso de la Biblioteca de Borough Park (1265 43rd Street). “Llamamos a los residentes a chequear con el 311 para actualizaciones sobre la situación de su departamento y en el centro de servicios para cualquier información que necesiten”, explicaron en la institución. “Agentes de la policía escoltarán a cualquier residente que necesite entrar nuevamente a los  edificios que no tengan una orden de desalojo”.

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