¿Por qué son distintas estas elecciones en España?

Salvo algunos partidos nacionalistas, ningún partido de alcance estatal tuvo capacidad de influencia en los gobiernos

PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos fueron los principales competidores en las elecciones en el diciembre pasado.

PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos fueron los principales competidores en las elecciones en el diciembre pasado.  Crédito: Getty

Por primera vez en más de 30 años, la campaña no gira en torno a los candidatos de los dos grandes partidos, el gobernante Partido Popular y el Partido Socialista.

Dos nuevas formaciones tienen, en las encuestas, fuerza suficiente para derribar el edificio del bipartidismo, que muchos veían como parte del ADN político de España.

Ciudadanos, que se define como de centro, y Podemos, izquierdista, irrumpen en el panorama nacional tras unos años de gran convulsión, en los que los españoles han sufrido una crisis económica, se han enfrentado al reto de los independentistas de Cataluña y han vivido la abdicación de un rey.

Ambos quieren hacerse con el voto de la indignación y el hartazgo, sobre todo entre los jóvenes, con propuestas para la regeneración democrática del país y contra la corrupción.

PP (centro-derecha) y PSOE (centro-izquierda) se han alternado en el poder desde 1982, cuando el socialista Felipe González alcanzó la presidencia. Juntos solían reunir hasta el 80% de los votos.

Salvo algunos partidos nacionalistas, ningún partido de alcance estatal tuvo capacidad de influencia en esos gobiernos.

“Las encuestas predicen que PP y PSOE no lograrán ahora superar, sumados, el 50%”, explica Pablo Simón, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid.

Si están en lo cierto (la volatilidad ha sido muy alta en las últimas semanas), ninguno de estos cuatro partidos superaría el 30% de los votos y el ganador necesitaría apoyos de otros para poder gobernar.

La brecha en el bipartidismo

El escenario empezó a cambiar en 2014, cuando Podemos (fundado escasos meses antes) logró cinco escaños en las elecciones al Parlamento europeo con un programa centrado en políticas económicas antiausteridad y la lucha contra lo que llamaban “la casta”.

La palabra pasó a encapsular todo lo que los españoles rechazaban de la clase política: la corrupción, las interferencias entre lo público y lo privado, los privilegios y el nepotismo.

Las elecciones municipales y regionales de mayo de este año ahondaron en la brecha del bipartidismo y colocaron a dos mujeres cercanas a Podemos al frente de las alcaldías de las dos principales ciudades del país: la jueza Manuela Carmena en Madrid y la activista antidesahucios Ada Colau en Barcelona.

Pablo Iglesias, de 37 años, sobrino-nieto de un fusilado durante la guerra civil, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, aficionado al cine, admirador del papa Francisco (“Ahora mismo Bergoglio y yo estamos en la misma barricada”, ha dicho) se presenta para ser presidente sin que nadie le haya visto nunca vestir traje y corbata.

“¡Vamos a ganarles las elecciones, señores de lo viejo!”, exclamó en un acto de campaña.

Podemos es el único de los cuatro que, aunque en principio no está a favor de la independencia catalana, apoya que se convoque un referéndum sobre el asunto.

El partido del “cambio sensato”

Pero si la gran campanada la dio Podemos en las elecciones europeas, la revelación de los últimos meses ha sido Ciudadanos, un partido con representación en el parlamento regional de Cataluña desde 2006.

Capitaneado por Albert Rivera, un joven abogado de 36 años, Ciudadanos nació como un partido con un único tema: la oposición al nacionalismo catalán.

“A partir de 2012, Rivera decide intentar un proyecto de centro político para España”, explica Iñaki Ellakuría, periodista y coautor del libro “Alternativa naranja: ciudadanos a la conquista de España”.

Comienza entonces a recorrer el país y a ir a tertulias de televisión, un género sorprendentemente popular en España donde distintos “contrincantes” discuten sobre política. El formato domina la pequeña pantalla desde la mañana hasta el “prime time” de la noche.

Tanto Pablo Iglesias como Rivera deben gran parte de su popularidad a este formato.

Ciudadanos es un partido de ideología liberal en el plano económico, que propone un pacto por la educación, luchar contra la corrupción y defender la unidad de España.

Ha logrado hacerse un hueco en el centro y plantear una “propuesta de reforma, no de revolución”, como dice Ellakuría. Rivera califica sus propias propuestas de “cambio sensato”.

La economía vuelve a crecer

La entrada en escena de Ciudadanos y Podemos ha fragmentado el espacio político, pero las encuestas apuntan a que el gobernante Partido Popular volverá a ganar las elecciones, aunque se quedará lejos de la mayoría absoluta que tiene ahora.

“La economía sigue siendo una prioridad para los votantes”, dice el profesor Simón. Y el PP ha basado su campaña en la recuperación económica.

La economía cerrará este año con un crecimiento del producto interno bruto del 3,1%, una cifra que supera a la mayoría de los países del entorno.

Aunque todavía hay un 21% de desempleo, en los peores momentos de la crisis la cifra fue del 27%.

Y, quizás lo más importante, por primera vez desde que estalló la crisis los españoles optimistas sobre el futuro de la economía superan en número a los pesimistas.

El presidente del gobierno, Mariano Rajoy, se ha centrado en poner distancia con sus rivales y presentarse como el único con la experiencia suficiente y el pragmatismo necesario para gestionar el país y mantenerlo en el camino del crecimiento.

Rajoy promete crear dos millones de puestos de trabajo en los próximos cuatro años.

“Es muy difícil que el partido en el gobierno pierda las elecciones si la economía crece”, dice Simón.

“Usted no es una persona decente”

En línea con esta estrategia, Rajoy decidió no acudir al primer debate electoral entre los cuatro candidatos y tampoco fue al segundo, en el que estuvo la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáez de Santamaría.

A Sáenz de Santamaría la acusaron de tener un discurso demasiado triunfalista y alejado de los ciudadanos de a pie.

Rajoy sí fue al tercer y último debate, un “cara a cara” en el que se enfrentó solo al candidato socialista, Pedro Sánchez, el único al que le dio el rango de rival durante la campaña.

Sánchez, de 43 años, es la apuesta de los socialistas para dejar atrás el golpe sufrido en 2011, cuando obtuvieron los peores resultados de su historia,castigados por el manejo de José Luis Rodríguez Zapatero de los primeros años de la crisis económica.

Intentando superar las predicciones de las encuestas, que apuntan que seguirán perdiendo votos aunque pueden acabar segundos, Sánchez intenta convencer a los votantes de que es la única opción de cambio factible.

El líder socialista aprovechó el debate con Rajoy para echarle en cara al jefe del gobierno el cúmulo de casos de corrupción que ha golpeado a su partido.

“Si usted gana, el coste para la democracia es enorme porque el presidente debe ser una persona decente y usted no lo es”, le dijo Sánchez a Rajoy.

El PSOE propone una reforma constitucional para “mejorar la calidad de la democracia” y avanzar en la descentralización del Estado.

Acuerdos difíciles

En estas elecciones, se enfrentan varias Españas.

La España rural, más tradicional, con la urbana, más abierta al cambio.

La España joven, que apoya en mayor medida a Ciudadanos y Podemos, con la España mayor, que vota en mayor medida al PSOE y al PP.

Para ser investido presidente, se necesita en primera votación la mayoría absoluta de los 350 miembros del Congreso de los Diputados o mayoría simple en segunda votación.

Es decir, el nuevo gobernante requiere el apoyo de 176 diputados o, en segunda vuelta, más votos a favor que en contra.

Pero si, como dicen las encuestas, el PP gana pero no alcanza la mayoría absoluta, necesitará el apoyo de otro partido para, al menos, elegir presidente del gobierno y aprobar las principales leyes de la legislatura, como la de los presupuestos generales.

Si Podemos y Ciudadanos logran una importante representación, y dado que Pedro Sánchez ha descartado una “gran coalición” con el PP, obtener una mayoría parlamentaria requerirá complejos pactos políticos.

Ciudadanos, que ha pactado con los socialistas en Andalucía y con el PP en la región de Madrid, puede ser clave, aunque ha dicho que no pactará ni con el PP ni con el PSOE.

Asumiendo el papel de ganador que le otorgan las encuestas, el PP ha insistido en que la lista más votada debe respetarse, intentando alejar el fantasma de una improbable “coalición de perdedores” entre PSOE, Ciudadanos y Podemos.

En todo caso, es probable que esas distintas Españas que se enfrentan este domingo deban llegar a acuerdos.

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