Una navidad con la segunda familia

Esta será la 13a. navidad de Orlando Rodríguez trabajando en el metro

Nueva York- Hace dos navidades, Orlando Rodríguez recibió un inesperado regalo. “Mi hijo me llamó y me dijo ‘estoy aquí en la estación’ y ahí estaba, esperándome”, recuerda este operador de trenes de metro de 44 años. “Me trajo la comida de mi mamá: pernil, arroz y habichuelas, lo típico hispano”. Los regalos, los guardaron para lo noche, como buenos latinos.

Este tipo de momentos son los que alegran el trabajar en el día de Navidad, como ya le ha tocado doce veces seguidas a Rodríguez -nacido en Nueva York de padres bolivianos-, cada año desde que entró a trabajar en la Autoridad de Transporte Metropolitano (MTA). Esta ocasión será la número 13 y dice que le quedan al menos cuatro o cinco años para poder optar a descansar en las fiestas, ya que tienen preferencia quienes llevan más tiempo trabajando.

“Ahí quizás puede que tenga chances de tener día libre, pero estas semanas son las peores para intentar tener día libre, porque todos los que tienen antigüedad quieren esos días de vacaciones”, comenta Rodríguez. Sin embargo, dice que es un buen día para estar en los trenes subterráneos. “Trabajar en Navidad es bueno, porque es como tu segunda familia la que te rodea cuando vas a trabajar. Ya los conoces, sobre todo cuando vas siempre al mismo lugar”, comenta. En su caso, trabaja casi exclusivamente manejando la línea R y M.

En Navidad, además, la gente está más tranquila, se siente el espíritu navideño, no como en Año Nuevo, cuando Rodríguez dice que se ve de todo. “Tenemos una fiestecita, te dan algo de comer, algo de tomar y uno se toma fotos y todo eso. Pero, al mismo tiempo, cuando uno no está con ellos, cuando estás en el tren, ahí uno se pone pensativo”, dice Rodríguez. “Y empiezas a pensar en estar en la casa, con la familia. Pero uno tiene que estar montado en el tren, hacer lo mejor que puede en ese día”. 

A Orlando le gusta su empleo. Dice que, desde pequeño, siempre le gustó ayudar a la gente. En Queens, donde creció, ayudaba a los ancianos con sus bolsas cada vez que podía. Luego, decidió servir a su país: en 1991 partió como miembro del Ejército a la Guerra del Golfo Pérsico.

“Cuando llegué a este trabajo, fue simplemente seguir haciendo lo que yo estaba acostumbrado, ayudar a la gente”, comenta el empleado de la MTA. “La gente pregunta y hay algunos que no ayudan. A mí no me gusta eso, me gusta hacer mi servicio”.

Ese espíritu, al parecer, es algo que no sólo se ha guardado para él. Su hijo, el que hace unos años le trajo la comida navideña a su trabajo, quiere imitarlo y servir a los demás, no sólo durante las fiestas. Tiene 18 años y está pronto a salir de la escuela.

“Está planeando ir al ejército o trabajar en trenes también”, comenta Rodríguez. “Cuando era niño él venía a verme, a ver cómo yo trabajaba. Siempre le gustó. Así que parece que ahora va a seguir los pasos míos, ojalá. Eso me gustaría, ya sea aquí o en el Ejército”.

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