Echen a los codiciosos buitres residenciales

Para los estadounidenses y, en particular, las personas de color, la propiedad de vivienda es una fuerza económica estabilizadora y esencial desde hace tiempo. Ofrece la oportunidad de que las familias aumenten su seguridad económica en el trascurso de las décadas.

Por eso la crisis de ejecuciones hipotecarias fue tan difícil, en especial para los latinos y las personas de raza negra. Significó que su patrimonio, en ocasiones acumulado por varias generaciones, desapareció casi instantáneamente.

Ambos recordamos claramente las difíciles conversaciones que tuvimos con vecinos que pasaban apuros durante el caos. Aquí en Nueva York, como en todas partes, a pesar de que las personas de color no constituían la mayoría de los propietarios de vivienda, se veían afectadas por las ejecuciones hipotecarias con mayor frecuencia. Eso significó que al perder su patrimonio, más y más de ellos se fueron de la ciudad y nuestros vecindarios cambiaron.

Desafortunadamente, aún estamos viendo los efectos. Una purga lenta que se viene produciendo desde hace años a medida que la ciudad se aburguesa se ha facilitado por las ejecuciones hipotecarias y alquileres cada vez más altos, con los que más familias han dejado de ser propietarias para pasar a ser inquilinas. Muchas familias trabajadoras que han perdido su vivienda ahora además tienen dificultad para alquilar, debido al costo en aumento en el mercado.

Wall Street ha encontrado un socio inverosímil en estos desalojos: el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos (HUD por su sigla en inglés). En todo el país, cientos de miles enfrentan ejecuciones hipotecarias. A pesar de la misión de HUD de “crear comunidades sólidas y sostenibles que incluyan a todos, con viviendas económicas y de calidad”, el departamento ha operado un programa que vende decenas de miles de hogares muy descontados a especuladores de Wall Street.

Cuando los fondos de especulación y firmas inversionistas privadas adquieren estos préstamos, por lo general fuerzan a los propietarios a dejar su vivienda —por medio de ejecuciones hipotecarias o ventas al descubierto (que no cubren las obligaciones hipotecarias) — y luego convierten las residencias en caras propiedades para alquilar, lo que hace que aumenten los precios en todo el vecindario.

En un extraño vuelco del destino, Blackstone Group, una de las más grandes firmas privadas de inversión en el mundo, ahora también es el mayor propietario de casas unifamiliares en alquiler en Estados Unidos. Entonces, Blackstone no solo está desalojando a familias de sus casas; también está sacando a familias trabajadoras de sus vecindarios.

Sin embargo, la práctica continúa. En tan solo los últimos seis meses, HUD ha vendido más de 7,000 préstamos a fondos de especulación y firmas privadas de inversión.

HUD ha programado otra venta masiva de hipotecas afectadas para el 18 de mayo.

HUD, dirigido por el secretario Julián Castro, debe revertir su curso antes de que sea demasiado tarde. Debe poner un alto a esta venta en subasta de viviendas a Wall Street. En vez, debe colaborar con el gobierno de la ciudad de Nueva York y partes interesadas en la comunidad para poner estos préstamos afectados en manos de entidades sin fines de lucro u otros compradores impulsados por una misión, quienes ayudarán a las familias a conservar sus casas.

No se trata simplemente de ilusas propuestas por liberales. Cada vez hay más instituciones financieras dedicadas al desarrollo comunitario que han conseguido capital y están listas y dispuestas a adquirir estos préstamos hipotecarios en mora y colaborar con familias en apuros.

Usan la reducción del  monto principal debido para ayudar a modificar los préstamos afectados y hacer que los pagos sean más costeables. Cuando es realmente imposible evitar las ejecuciones hipotecarias, estas entidades sin fines de lucro formulan planes para la disposición de las propiedades que toman en cuenta las necesidades de vivienda económica de la comunidad que las rodea.

Estos préstamos hipotecarios en mora están vinculados con los propietarios y las viviendas en apuros en nuestros vecindarios. Vender nuestro inventario residencial a los propios depredadores que los pusieron en esta situación no solo demuestra poca visión de futuro, sino que daña nuestras comunidades irreparablemente.

Los especuladores de Wall Street se enriquecieron creando la crisis de vivienda que causó estragos en nuestras comunidades. No se debe permitir que vuelvan a enriquecerse aprovechándose de los restos de los vecindarios que ya han destrozado.

-Archila es codirectora ejecutiva del Center for Popular Democracy, y Westin es director ejecutivo de New York Communities for Change. Esta columna se publicó por primera vez en el New York Daily News.

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