Inmigrantes que trabajan en el campo merecen un trato justo

Es necesario aprobar una ley en Nueva York que los proteja

El mes pasado, miles de trabajadores en todo Nueva York dieron la bienvenida a la aprobación de la nueva ley estatal de salario mínimo, y al beneficio de doce semanas con sueldo por ausencia familiar para los trabajadores. Estos son avances en el movimiento para la justicia y equidad de los trabajadores.

Pero hay un grupo de aproximadamente 47,000 trabajadores que no celebrarán completamente. ¿Por qué? Porque por años han sido excluidos de la totalidad de los derechos, privilegios y leyes que proveen algunas de las protecciones más básicas y humanas permitidas a otros trabajadores.

Los trabajadores agrícolas en Nueva York, los hombres y mujeres trabajadores que cultivan y cosechan nuestras frutas y vegetales, trabajan un promedio de 60 a 70 horas semanales; no tienen derecho a un día libre; y no tienen derecho a compensación por accidentes, desempleo o pago de horas extras, y negociación colectiva. Tampoco disfrutan de importantes seguridades, protecciones de salud o lesiones, y estándares de vivienda, otorgados a otros trabajadores.

El trato a los empleados agrícolas de Nueva York actualmente no es justo, ni compatible con los derechos humanos. La Conferencia Católica del Estado de Nueva York ha apoyado continuamente a la Ley de Prácticas Justas para los Trabajadores Agrícolas (A.4762 Nolan/S.1291 Espaillat), la cual acabaría este triste captíulo en la historia laboral del estado.

Esta ley establecería las protecciones que los trabajadores agrícolas lamentablemente carecen, incluyendo un día libre semanal sin pago, compensación por horas extras, y el derecho a organizarse, entre otras concesiones básicas. Tenemos una oportunidad de deshacer una injusticia que se ha permitido continuar por generaciones.

Nosotros honramos a nuestros agricultores, pilares de muchas comunidades rurales en el estado, quienes han luchado por generaciones para mantenerse en la industria, y quienes son críticos para la económica y calidad de vida en gran parte de la región norte del estado (Upstate). Según respetamos sus luchas diarias, su honesto trabajo y sus esenciales productos, también debemos reconocer la injusticia a la cual han sido sometidos los trabajadores agrícolas.

Con esto en mente, la propuesta de ley otorgaría la oportunidad de finalmente proveer justicia económica, dignidad y seguridad a los trabajadores, de forma en que todos se benefician. Aunque una ley del 1999 reestableció los derechos de los trabajadores agrícolas a obtener el salario mínimo, aún hay un largo camino que recorrer para asegurar que reciban las protecciones más básicas.

Esto es un asunto de justicia y dignidad. Los trabajadores agrícolas que cada día nos facilitan poner alimentos sobre nuestras mesas, han esperado demasiado tiempo. Podemos actuar ahora para reconocer su aportación, y preparar el terreno para una verdadera igualdad y dignidad para cada trabajador en este gran estado.

Cardenal Timothy M. Dolan es el Arzobispo de Nueva York.

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