Algunos mexicanos pasaron de cantar Cielito Lindo a dar la espalda al Tri
Así se vivió la mayor derrota en la historia del fútbol mexicano en las gradas del Levi's Stadium
SANTA CLARA — Los estacionamientos del Levi’s Stadium de Santa Clara eran una fiesta Tricolor a pocas horas del crucial partido por Cuartos de final entre México y Chile. Olía a barbacoa, se escuchaban rancheras y corridos, grupos se abrazaban para gritar “México, México”.
Los mexicanos llegaron en masa y en muchos colores. Había guerreros Aztecas, luchadores, mujeres en trajes típicos y hasta un Chapulín Colorado. Padres anticipaban su día y llevaron a sus pequeños por primera vez a ver a la selección mexicana, la que en su imaginación sería finalista de Copa América.
Cerca de las seis de la tarde comenzaron su marcha hacia el estadio entonando Cielito Lindo, ese himno a la alegría de los mexicanos. Era un mar verde. Encontrar chilenos era una hazaña.
Una vez acomodados en las graderías, la afición manifestó su apoyo a los 11 del campo al entonar el himno mexicano a todo pulmón. Cuando la pelota se puso en movimiento no dudaron en comenzar a intimidar al arquero Claudio Bravo con el homofóbico grito que unos cuantos se empeñan en seguir usando.
Edson Puch abrió el marcador al minuto 16 y se escuchó los chilenos en el estadio dejaron de ser una aguja en un pajar. La afición del Tri no bajó la guardia y siguió metiéndose con Bravo. Era lo único que podía hacer porque en la cancha Chile dominaba a placer. La única emoción adicional fue una escapada de Jesús “Tecatito” Corona que terminó en un “uff” porque nadie apareció a rematar su pase.
Chile marcaría el 2-0 al final del primer tiempo y para el minuto 57 ganaba 5-0. Era un baile. Los mexicanos cambiaron el “p….to” por un “ole, ole” cuando los hombres de La Roja pasaban la pelota por las narices de los hombres de Juan Carlos Osorio.
Los mexicanos emprendieron su marcha de salida del estadio, quizá pensando que evitar un tráfico mayor era la única satisfacción posible.
Los que se quedaron se dividieron en dos grupos: los que expresaron su rabia arrojando objetos a la cancha y lo que reconocieron la superioridad numérica de Chile.
El canto contra el portero volvió para el resto del partido, pero el destino no era Bravo sino Guillermo Ochoa, que además tendría que sufrir dos goles más para el 7-0 final.
Para el silbato final quedaban una tercera parte de los 70,547 que llegaron al escenario de Santa Clara. Un grupo de mexicanos acompañó a los chilenos en los aplausos al equipo que arrasó en la cancha.
Los jugadores del Tri salieron cabizbajos y entre silbidos e insultos, completamente abandonados.