Los ojos de Einstein, el pene de Napoleón y otras reliquias extrañas que aún se conservan
Las religiones han venerado por siglos restos físicos de figuras reverenciadas. Pero también hay intrigantes reliquias materiales de figuras célebres
Sean cuales sean tus creencias sobre la vida después de la vida, es probable que no incluya que partes de tu cadáver sean subastadas en eBay. El tráfico de los restos de figuras veneradas no es, por supuesto, nada nuevo.
Durante siglos, los devotos han hecho peregrinaciones con el fin de tocar o rezar junto a las reliquias de los cuerpos de profetas y mártires.
Todavía hoy, el diente de Buda (supuestamente en un templo en Kandy, Sri Lanka), la barba de Mahoma (se cree que está ubicada en un palacio en Estambul, Turquía), y el cordón umbilical de Cristo (se cree que se conserva en la basílica de San Juan de Letrán en Roma) son venerados por los fieles.
- Los misterios que todavía rodean al Santo Sudario
- Las teorías sobre por qué el Santo Sudario de Turín tiene la imagen de un hombre
Pero este campo no es exclusivo de los religiosos. Estas son cinco de las reliquias anatómicas laicas más notables.
El dedo de Galileo
En junio de 2010, Italia fue testigo de una de las reuniones más peculiares de la historia cultural.
Los dedos pulgar y del medio del astrónomo del Renacimiento, Galileo Galilei, recientemente adquiridos en una subasta por el Museo de la Historia de la Ciencia de Florencia, se reencontraron con el diente del científico y otro de sus dedos, que ya están en exhibición en el museo.
Los dedos (junto con uno de sus dientes y una vértebra) fueron arrancados cuando el cadáver de Galileo fue trasladado de una tumba a otra en 1737, y hurtados por devotos desesperados por obtener un talismán de su genio.
Expuestos ahora junto a un par de telescopios inventados por el astrónomo, los dedos invitan a los peregrinos de hoy a este seudosantuario a contemplar los restos de un hombre que escrutó el cielo como nadie antes que él.
El pene de Napoleón
Algunas reliquias seculares residen en museos públicos, pero otras se mantienen en privado. Es el caso del pene de Napoleón Bonaparte, extraído supuestamente en 1821 por un cirujano inglés.
El cuerpo del recién fallecido comandante francés se sometió a una autopsia en la isla atlántica de Santa Elena, donde había sido desterrado seis años antes por los británicos después de la derrota francesa en Waterloo.
Desde que se informó de ese cercenamiento, el pene de Napoleón ha sido transmitido como un extraño testigo cultural de generación en generación: de un sacerdote italiano en el siglo XIX a un librero de Londres en el XX; y de ahí a la colección privada de un urólogo estadounidense, que pagó US$ 2.900 por ello en 1969 y mantuvo el trozo de carne marchita debajo de su cama en una maleta, hasta su muerte en 2007.
En junio de 2016, la vasta colección de curiosidades históricas del urólogo, incluyendo la ampolla de cianuro que el nazi Hermann Göring utilizó para suicidarse, fue subastada y vendida a un coleccionista argentino. Lo que se dice que es el pene de Napoleón podría haber estado en el botín.
Los ojos de Einstein
Después de décadas de forzar la vista mirando el universo y las estrellas, los ojos de Albert Einstein fueron separados de su cuerpo tras la muerte del físico en 1955.
En la actualidad se cree que ahora desentrañan las dimensiones de un muy aburrido agujero negro: una caja de seguridad en la ciudad de Nueva York.
Cuando el cerebro del famoso científico fue extraído para ser sometido a una intensa investigación (un proceso que se extendería durante décadas), sus ojos fueron entregados, como un recuerdo íntimo, a Henry Abrams, quien durante mucho tiempo fue oftalmólogo de Einstein.
Abrams murió en 2009, cuando tenía 97 años. Se cree que los ojos de Einstein, que aún no han salido a subasta, siguen flotando solos en la oscuridad.
El “último aliento” de Thomas Edison
El deseo existencial de preservar lo que no se puede preservar está en exhibición en el Museo Henry Ford en Dearborn, Michigan.
Allí, en un tubo de ensayo con tapón de corcho, en ángulo sobre un esbelto soporte como el micrófono de una estrella del pop, está un tubo de ensayo que supuestamente contiene el último suspiro del legendario inventor estadounidense Thomas Edison.
Cuando el famoso creador del fonógrafo, la cámara cinematográfica y la bombilla murió en un dormitorio en Nueva Jersey en 1931, su médico selló una ampolla abierta junto a él en la que cayó su última expiración.
El hijo de Edison, Charles, tal vez creyendo (como los griegos) que el aliento de uno (o pneuma) llevaba consigo el alma, más tarde le dio el tubo de ensayo al socio de negocios de su padre, el magnate del automóvil Ford, para que cuidara de él.
El dedo del gatillo de Pancho Villa
Como es de esperar, la obsesión cultural con los restos materiales de figuras célebres fomenta el fraude y la venta ambulante de fragmentos falsos.
En 2011, Dave’s Pawn Shop (la “Tienda de empeño de Dave”) en El Paso, Texas, anunció lo quese supon ía era el dedo del gatillo del revolucionario mexicano Pancho Villa. En vida, Villa fue legendariamente difícil de localizar. Tras su muerte, su cuerpo ha sido igualmente difícil de ubicar.
Varias personas afirman poseer el cráneo acribillado del héroe popular, que fue separado de su cadáver cuando ladrones de tumbas lo exhumaron en 1926, tres años después que su auto fuera emboscado y Villa acribillado a balazos por un grupo de fusileros.
Al describir el dedo como “arrugado y ligeramente curvado”, un reportero local caracterizó el objeto a la venta en la Tienda de Empeño de Dave como desgarrado por “una herida extrañamente irregular; como si hubiera excavado su salida de la tumba”.
Cinco años después, Dave todavía está deseando vender el dedo, que continúa ofreciendo en su página de Facebook junto a la promesa de que “usted nunca encontrará una casa de empeño como ésta”.
Lo que motiva a una persona a poseer un recuerdo material de la existencia física de otra es en última instancia, misterioso. Quizás tales fragmentos son vistos como conductos a través de los cuales pueden pasar impulsos repentinos de la vida. O tal vez que se aferran a tótems que pueden protegerlos de la finitud que implica la muerte.
“Tener los ojos”, de Einstein, confesó el oculista a un periodista en 1994, “significa que la vida del profesor no ha terminado. Una parte de él todavía está conmigo“.
– Kelly Grovier