Los ‘Cloisters’, tesoro y orgullo del Alto Manhattan
En el corazón del parque Fort Tryon se encuentran este museo, parte del MET, que te transporta a plena Edad Media sin salir de la Gran Manzana
La mejor forma de llegar hasta el museo “The Cloisters” (“Los Claustros”) es bajándose en la estación de la calle 190, de la línea A. Al salir del metro, uno no se encuentra con las acostumbradas avenidas bulliciosas, llenas de transeúntes con prisas. Por el contrario, el primer paso ya adentra al viajero en el parque Fort Tryon, uno de los más especiales del Alto Manhattan y en cuyo corazón se encuentra esta exposición de arte medieval, parte de la colección del Museo Metropolitano (MET).
Fort Tryon Park se localiza entre Inwood y Washington Heights, bañado por las orillas del río Hudson, lo que le dota de una preciosa vista de Nueva Jersey. Además de los beneficios típicos de los parques (tiene cancha de baloncesto, áreas recreativas para los niños, equipamientos deportivos y la zona para perros más grande de Manhattan), este jardín cuenta con los famosos “Cloisters”, un orgullo para los vecinos del barrio y una visita obligada para los turistas.
El orgullo de los vecinos
El museo es una reconstrucción hecha en los años 1930 de la arquitectura de las abadías francesas de la época medieval. Entre 1934 y 1939 se levantaron cuatro claustros -llamados Cuxa, Bonnefort, Trie y Saint-Guilhem- usando las propias piedras de las edificaciones originales, que fueron transportadas hasta Nueva York.
Estas abadías están incorporadas en una instalación más moderna, conformando el museo, que contiene una amplia colección de arte medieval europeo y unos maravillosos rincones de paz. Esta curiosa e histórica composición es un orgullo para muchos vecinos del Alto Manhattan, como contaba Gilberto Roca, un ecuatoriano con 50 años en Nueva York.
“Estas cosas hay que conocerlas. Ahora los jóvenes invierten su tiempo en otras actividades y, si vienen, a lo mejor no tienen en cuenta su valor. Yo siempre intento contar lo que aquí tenemos, el parque y ‘los cloisters’. A los turistas siempre los hacemos de guía porque mi mujer y yo nos solemos sentar por aquí y les decimos cuál es la mejor forma de llegar al museo o qué tienen que ver”, contaba Gilberto, durante su paseo diario por Fort Tryon.
“El parque es renombrado y esto hace que Washington Heights se lleve muchos elogios, es un orgullo. Aquí viene gente de todo el mundo y eso lo hace un área reconocida mundialmente. Me apena que la gente lo pinte o, si viene a celebrar cumpleaños o fiestas, que no recojan su basura”, quiso añadir este ecuatoriano.
Gilberto también relató otras de las bondades del parque. Este vecino de la calle 185 explicó que el área es muy buena para hacer deporte o meditación. Mucha gente acude al parque sólo para relajarse, ya que no está tan transitado como otras zonas verdes de Manhattan y cuenta con unas vistas envidiables.
En el corazón del parque
El parque es un laberinto de caminos con vegetación tupida y zonas de descanso. Para evitar perderse, lo mejor es tomar como referencia la carretera Margaret Corbin, que atraviesa el área. Según se avanza hacia el norte, esta deja al oeste un restaurante (el New Leaf) y la edificación del fuerte Tryon. Al final del camino encontraremos el museo.
“Vengo al parque a practicar con la guitarra y componer música cuando el tiempo me lo permite. Amo el parque, es una atracción muy diferente a las que encuentras ‘downtown’. La mejor parte es que realmente te da la sensación de estar lejos de todo… además tiene el museo, que es una extensión del Metropolitano. Lo he visitado muchas veces, me encantan los tapices y las obras medievales. Cuando paseas por las instalaciones es como si viajaras en el tiempo, ¡hay que verlo!”, contaba en un perfecto español Pierre Millery, un vecino de origen haitiano.
“Me gusta mucho Central Park y Washington Square Park, donde además hay muchos músicos, pero este es diferente, está más aislado, es de verdad una joya en bruto”, continuó este vecino del Alto Manhattan, a donde llegó cuando tenía 16 años.
Pese a la popularidad del museo entre los turistas, hay vecinos de Manhattan que todavía no conocen este tesoro de su ciudad. Es el caso de Pedro Sosa, un dominicano que vende perritos calientes a la entrada del parque.
“Vengo con mi puesto de perritos todos los días acá. Es la zona que me ha asignado la Ciudad, pero estoy muy contento porque el parque lo visitan muchos turistas gracias al museo. Yo aún no lo he visitado, es un descuido por mi parte, la verdad, pero prometo que voy a ir en octubre con mi esposa, en cuanto cierre el carro”, decía este residente de Harlem.
“Estas cosas benefician mucho al barrio, principalmente lo hace más seguro. Al ser turístico hay más vigilancia… me gustaría que mi barrio estuviera así de controlado. Me gusta que aporten algo positivo al barrio pero es probable que haya más gente como yo, que no haya ido nunca, ¡qué descuido!”, repetía Pedro entre risas pero volviendo a repetir su promesa de visitarlo el mes que viene.
Si como Pedro aún no conoces este remanso de paz y cultura no te lo pienses más. Haz de turista por un día y acércate este rincón medieval en Manhattan con el plan completo: un tranquilo paseo por el parque, unas fotos de las excelentes vistas hacia el río Hudson y la visita a otra época y continente adentrándote en “los claustros”.
Cómo llegar
- Bus: El bus M4 atraviesa el parque y para en la puerta del museo.
- Metro: La parada recomendada es 190 de la línea A, pero también queda cerca la parada Dyckman con el mismo tren o con el 1.