La adopción: un regalo de amor para celebrar Navidad

El puertorriqueño José Batista tiene tres hijos adoptivos a los que les cambió la vida con una familia y un hogar propios

Tres árboles de Navidad llenos de luces y bolas de colores a la entrada de un edificio en El Bronx, dan la bienvenida al hogar de los Batista. José, el padre, de 46 años, José María, el hermano mayor de la casa, de 15 años, Luis José Junior, de 8, Ángel, de 7, y Bebé y Bori, los dos miembros caninos del clan, conforman una familia, que entre sus amigos y vecinos es conocida por su cariño y alegría.

“Este es un nidito lleno de amor. Y aquí las reglas son el respeto, la unión, y la diversión. Aquí tenemos una rutina y tratamos de estar siempre en una terapia de entretenimiento. Aquí se ora cuando empezamos el día y les enseño a mis hijos que tu puedes lograr lo que quieras en la vida; les doy la libertad para que sean lo que quieren ser”, comenta el padre puertorriqueño, quien agrega que ver sonreír a sus tres hijos es lo mejor que le puede pasar cada día.

Pero no siempre fue así. Antes de que José los adoptara, los pequeños llevaban una vida muy diferente. No conocían lo que era tener una familia de verdad y les faltaba amor. El mayor de sus hijos, con el que debutó como padre oficialmente, le pidió que lo adoptara en el 2013 cuando estaba a punto de ser enviado a otro hogar temporal.

“Ellos llegaron aquí con muchos miedos, y muy afectados emocionalmente por la vida tan dura que tuvieron que llevar con sus padres y en algunas de las casa donde estaban. Al principio se sentían desubicados. Es complicado porque están conociendo a un extraño, pero yo primero me hago amigo de ellos para después ser padre”, comenta el boricua.

“Uno no puede venir a imponerles las cosas y decirles a la fuerza: ‘voy a ser tu papá’. Uno tiene que ganarse ese premio. Y con cada uno en su momento me los fui ganando hasta que ellos me empezaron a ver como su ‘daddy’. Bregué primero con uno (en el 2013), luego bregué con el otro (en el 2014) y con el más pequeño que adopté oficialmente el 22 de septiembre, todavía estoy bregando, pero la gente nota que han cambiado; la gente lo dice, y se ven muy felices”, indicó Batista.

Y es esa felicidad lo que en esta Navidad celebrarán los Batista, durante una cena en la que habrá pastelitos, arroz con gandules, pernil, bizcocho y pollo al horno.

“Siempre en Navidad la pasamos pa’ fuera, pero este año decidimos pasarlo acá, en familia y recibir los regalos aquí con varios amigos y sus hijos, y luego nos vamos pa Times Square y a ver el árbol”, dice el orgulloso padre.

Batista confiesa que ve la adopción como un regalo y una bendición por la que agradece: “Siempre estoy agradeciéndole a Dios todos los días que me salió esta bendición de tener a estos hijos y por darme la oportunidad de ser papá así. El que pueda hacer esto, que lo haga de corazón y con mucho amor, sin importar la raza, la edad o el sexo de los niños. La clave es entregarse bien a ellos, porque ellos lo necesitan. Ellos lo único que buscan es un hogar propio lleno de mucho amor y atención y uno les cambia la vida”.

Cambio de vida

Y con una enorme sonrisa en el rostro, José María, el mayor de los hijos de este chef y activista social, quien está en noveno grado y quien ama dibujar, hacer deportes como béisbol, fútbol y basquetbol, confiesa con la reflexión de un adolescente tranquilo que haber encontrado a esta familia lo salvó de ser aquel niño problemático que solía ser.

“Yo no me portaba bien antes. Si no me hubieran adoptado aquí mi vida hubiera sido fea. Esta era la casa número 13 en la que me tenían y en la última me llamaron la policía 15 veces. A mí me agarró el sistema y me fui criando en casas distintas desde que tenía 3 años, pero aquí sentí que era mi hogar, sentí que mi papá me amaba”, dice el joven.

“Me siento alegre. Mi papá me ha tenido mucha paciencia y me ha enseñado a portarme bien, a agarrarle cariño a la escuela, a pensar positivo y a echar para lante, dejando el pasado en el pasado y mirando hacia el futuro. Además tengo a mis hermanos, que aunque no son de mi sangre, los quiero como mis hermanos verdaderos”, agrega el adolescente.

Y aunque este joven sabe que todavía le falta mucho camino por recorrer, y que antes de formar otra familia en el futuro debe terminar sus estudios y hacer realidad su sueño de ser creador de videojuegos, ya tiene una meta clara: “Cuando tenga 30 años quiero casarme y tener una familia y adoptar muchos niños que no tienen familia, así como hizo mi papa”, afirma, mientras señala con ternura un sitio donde su padre ha escondido los regalos que esta Navidad recibirán en casa.

“Yo no creo en Santa. Yo sé que Santa es mi papá, pero mis hermanitos si creen en Santa y yo les digo que sí existe. Me les como los dulces y les digo que fue Santa y me alegra verlos que creen y que están emocionados por los regalitos”, agrega.

Para Ángel, el nuevo integrante de la familia, quien hace apenas tres meses fue adoptado oficialmente, este 25 de diciembre será una fecha especial, porque será su primera Navidad como otro Batista más.

“Te quiero mucho papá”, le dice a su padre, mientras le da un tierno beso en la mejilla y agrega: “él cocina bueno. Me gusta el Macarroni and Cheese, del real, y las hamburguesas… hasta los tacos”.

“Yo hago aquí el papel de padre, madre, maestro, terapista chef. Hago de todo”, responde el puertorriqueño, a la vez que menciona que es duro ver como los padres biológicos de muchos pequeños son capaces de maltratarlos y ver como muchos padres adoptivos a veces le niegan la posibilidad a niños grandes de tener un hogar que también necesitan.

“Hemos vivido tantas cosas juntos que siento como si los hubiera tenido desde que eran bebés. Los veo y me digo: ‘lo que se perdieron esas familias que no los supieron amar’”, comenta, haciendo una confesión.

Un duro pasado

“Yo estuve bajo la custodia del gobierno de Puerto Rico desde los 14 años y nadie me quiso adoptar. Yo estaba en una institución y sentía una desesperación, veía como se llevaban los bebés y a mí no. Nadie nos quería a los grandes”, dice, recalcando que su vida no fue color de rosa.

“Mi papá no me reconoció; me negó. Perdí a mi mamá cuando tenía cinco años y me tocó pasar muchas. Pasé la calle y pasé muchas navidades solo y sin una familia, pero triunfé en la vida porque me fui formando y como les digo siempre a ellos, yo aprendí que no hay que preocuparse por los que no nos quieren, sino por los que sí nos quieren”.

Y aunque el 2016 aún no acaba, el jefe del hogar ya tiene claro cuál es su deseo para que Santa se lo conceda en esta Navidad.

“Cuando ellos estén más grandes quiero adoptar tres niñas, porque siento que esa es mi misión y Dios me ha puesto en el camino para eso. Y para el 2017 en concreto quiero de regalo un apartamento más grande para que ellos tengan más libertad. Este es un nidito de amor y la gente cuando viene no quiere salir de aquí, pero me gustaría poder tener un lugar más amplio para que ellos se sientan mucho mejor y seguir viéndolos sonreír asegurándome siempre que sean felices”, comenta.

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