Dos hermanos y dos décadas de sabor peruano en Brooklyn

Nacidos en Cuzco los hermanos Tisoc van a cumplir sus primeros 20 años dando a conocer los sabores de la cocina de Perú en su restaurante Coco Roco

Tener un negocio es como un largo viaje en una montaña rusa y los casi 20 años que lleva abierto el restaurante Coco Roco han deparado a sus dueños, los hermanos Martín y Fernando Tisoc (de 45 y 42 años respectivamente), una serie de subidas y bajadas que posiblemente provocaron mucho vértigo en su momento.

El paso del tiempo, permite a ambos sonreír y disfrutar contando las subidas y mirar sin acritud los inevitables tropezones que han salido al paso en un encuentro con El Diario.

El Coco Roco es uno de los primeros restaurantes que se abrieron en la Quinta Avenida de Brooklyn a finales de los noventa y un pionero en presentar la comida peruana en este populoso barrio. “Cuando llegamos”, recuerda Fernando “esta era una zona muy brava”. Hoy, Park Slope es uno de los lugares más preciados de Brooklyn y por tanto de la ciudad, pero cuando los Tisoc llegaron abrir su restaurante en esa zona, era una gran apuesta.

Y la hicieron cuando ya llevaban años en Nueva York trabajando en el mundo de la hostelería.

Fueron sus propios padres quienes les animaron a venir a EEUU. Perú, pensaban, no era un país que les ofrecía mucho futuro entonces, hicieran carrera universitaria o no y les animaron a probar suerte. Primero vino Martín con su madre, una empresaria de exportaciones. Martín ya sabía lo que eran los negocios, no solo por el ejemplo de su madre sino porque sus padres le mandaron con un tío en Guayaquil que tenia varios negocios de importación de libros de toda Iberoamérica y España. A los 16 años abrió su propia librería en esa ciudad ecuatoriana.

En EEUU, Martín y su madre (ella temporalmente) desembarcaron inicialmente en Miami pero no resultó el lugar para buscar oportunidades y los dos hermanos terminaron en NY. Trabajaron en restaurantes, sobre todo italianos clásicos. Fernando recuerda que vestía tuxedo y que el dinero que se ganaba era bueno en los noventa. Uno de los lugares donde empezaron a ver un negocio en la ciudad desde el inicio fue en la apertura del primer Café Europa en Manhattan.

Allí, el primer día de trabajo Martín, que tenía otras obligaciones, se ofreció a hacer de chef porque el que estaba contratado no se presentó el día de la apertura. “No era complicado porque era un café”, explica.

Ambos hermanos admiten que les gusta comer y que su familia ya les había advertido que lo mejor que podían hacer era trabajar en un restaurante. A Fernando le gustaba cocinar desde pequeño, otra cosa que aprendió de su madre. A Martín, le llegó el interés de mano de los programas de televisión del chef español Karlos Arguiñano.

Martín empezó a hacer ahorros comprando y vendiendo carros y joyas. “Siempre hay que tener algo guardado, me estaba preparando”, explica.

Fernando y Martin Tisoc, hermanos peruanos en el restaurante Coco Roco./A. B.N.

En ese tiempo, un conocido les llevó a un local de Brooklyn donde se hacían reuniones de gente que iba a ver fútbol. “Era un barrio feo, con crimen y droga”. Pero terminó siendo el local donde Martín cambió el fútbol por una pollería y un restaurante peruano en marzo de 1998 gracias a sus ahorros y dinero que le dejó su madre. Su hermano se unió a esta aventura empresarial empezando los fines de semana.

“Empezamos con los pollos de lunes a viernes porque no todo el mundo conocía el ceviche y la pollería sabíamos que iba a funcionar”, dice Fernando. “Comenzamos a educar en la cocina peruana pero la gente empezó a pedirlo diariamente”. Los hermanos empezaron a ofrecer recetas populares peruanas pero adaptándolas al gusto de los neoyorquinos.

Uno de los platillos que salen de la cocina de Coco Roco en Brooklyn./Cortesía

Los primeros meses de la apertura del Coco Roco fueron una aventura de las de la montaña rusa. No lo pudieron abrir el día previsto porque el inspector del gas llegó ese mismo día para decirles que les clausuraba el servicio ya que una de las tuberías que tenía la cocina era demasiado estrecha.

Al poco tiempo de poder abrir y con el negocio aún lento y poco personal, The New York Times publicó un artículo elogioso sobre la comida del local. Un cliente les habló del artículo mientras compraba un pollo. El distribuidor de la carne argentina que tenían, Claudio Ramos, que llegaba en ese momento escuchó el comentario y preguntó: “¿Estáis preparados?”. “Preparados ¿para qué?”, inquirió inocentemente Martín.

Según cuenta, Ramos le miró entre sorprendido y preocupado y le dijo “¿Has salido en el Times y no te has preparado?”. Entonces le pidió un café expreso bien cargado, se puso tras el mostrador y le dijo que le iba a echar una mano.

Y no paró de llegar gente. El local se llenó. No daban abasto. “Trabajamos 17 horas, literalmente se acabó todo lo que tenía”. Dice Martín que admite que en varias ocasiones se escondió detrás de la barra para hacer gestos de felicidad, como los que hacen los jugadores de baloncesto después de marcar canastas de tres puntos.

Todo cambió en el restaurante. Y el barrio también fue cambiando para ser más atractivo para las familias de clase media y alta de Park Slope. Es algo que atrajo a la competencia de restaurantes de Manhattan que huían de los prohibitivos alquileres en dirección a Brooklyn. Además, abrieron más restaurantes peruanos en la ciudad. “Los competidores se llevaron a nuestros cocineros un par de veces”, explica Fernando.

Una de las cosas de lo que no se preocupan los hermanos Tisoc es de la renta, algo que agobia al resto de los pequeños negocios. ¿Por qué? Se hicieron con el edificio en el que está localizado el restaurante y otras propiedades en la zona. La compra del local fue todo lo crispante que es lidiar con los bienes raíces en Nueva York. El precio se duplicó a medida que el dueño consideraba otras ofertas pero negociaba con Martín porque quería vendérselo a él.

Detalle de uno de los platilllos peruanos del restaurante de los hermanos Tisoc en Brooklyn./Cortesía

Coco Roco ha vivido tiempos tensos por el divorcio de Martin. Una vez que se cerró ese contencioso, durante el cuál se puso menos atención en el restaurante los hermanos han vuelto a poner su pasión en ello. “Queremos mejorarlo, responder a la competencia y tenerlo abierto 20 años más“, dice Fernando.

“Vamos a hacernos viejitos aquí”, protesta Martín con una sonrisa.

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