De la Edad de Hielo al congelador

Luis Silva-Villar es Profesor de lengua y lingüística

Las migraciones a América comenzaron en la última Edad de Hielo. Fue este cambio climático el que propició el primer vagido continental. La caza, el estímulo que empujó a cruzar en esta dirección. Siglos después, chinos y europeos, con desigual fortuna, se acercaron glotonamente a estos territorios. Hoy, rota la tradición y la memoria, se está lanzando contra la emigración un camión cisterna cargado de nitrógeno líquido, como en Terminator 2.

Restringir o potenciar la emigración ha ocurrido siempre: y de las formas más dispares. A algunas familias no se les permitió ir a Australia porque había déficit de mujeres en el grupo; otra idiosincrasia ha sido que allí adonde no quería ir nadie se llevaba a los presidiarios, o presidiarias. También ha habido compraventa de “emigrantes”. El monopolio de algunos países sobre la trata humana levantó más imperios que sospechas. Del continente africano se saltó al europeo, y por contraste de color se acuñó lo de “trata de blancas”, hoy suavizado como “tráfico de personas”.

Todos los años la celebración del Día de la mujer evidencia que queda mucho por hacer para conseguir que cada ser humano tenga su lugar. El ascenso social no es igual para todos, ni todas. A la mayoría le toca pescar en el río revuelto que se ha convertido progresar. Las aguas turbulentas han salpicado a la indefensa emigración y aupado a un presidente a la Casa Blanca.

Se puede decir abiertamente que la emigración se alienta cuando da un rédito. No es muy diferente a los despidos cuando le va mal a una empresa. Pero en este caso te cambias de trabajo y ya está, en el otro, te quedas en el limbo porque para millones de personas las condiciones para desandar el camino ya no se dan.

Si nos atenemos a que hay emigrantes indocumentados que llevan la friolera de 25 años y con cuatro hijos ciudadanos, casos hay, no es mucho pedir que la rigurosidad de la ley se aplique a este emigrante y a Jack El Destripador con diferente medida.

Desde que los europeos cruzaron el Atlántico, se ha llegado siempre a nuestro país a la fuerza o por la fuerza. Ojalá que la fuerza ya no nos acompañe más. Dejemos las espaditas láser para la ficción de los estudios de Hollywood.

Antiguamente viajaban pueblos enteros (tribus), también se ha viajado en cuadrillas o en familia, como los gitanos en sus carromatos. La historia universal da fe de que siempre ha habido idas y venidas planetarias.

Querer congelar las migraciones equivale a renegar de la Conquista del oeste porque, para los desmemoriados, esta se hizo de forma indocumentada.

Luis Silva-Villar

lenguaporoficio@gmail.com

@lenguaporoficio

Profesor de lengua y lingüística

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