NYCFC cierra un mes histórico con otra remontada

El New York City FC comenzó perdiendo y terminó 3-1 en un partido en el que Andrea Pirlo volvió a jugar por fin

El delantero asturiano celebró su undécimo gol de la temporada besándose el escudo.

El delantero asturiano celebró su undécimo gol de la temporada besándose el escudo. Crédito: Twitter @NYCFC

Remontada para no perder la costumbre, doce puntos de doce posibles y récord histórico de victorias consecutivas del club igualado. El equipo de Patrick Vieira cerró un mes de ensueño dejando en la cuneta al Minnesota United, que se coló en la fiesta del New York City FC y le hizo pasar un mal trago.

Los locales se vistieron con su equipo de gala, el mismo que ganó en el Red Bull Arena pero con el añadido de Ronald Matarrita, que desplazó a RJ Allen para ocupar el carril que le pertenece. Tardó poco en torcerse la noche. Tras diez minutos de estampida por el sector izquierdo del ataque citizen, el carrilero costarricense se rompió y tuvo que abandonar el terreno de juego entre lágrimas.

Antes de lograr recomponer el golpe, Eirik Johansen, que sustituía a Sean Johnson, se pegó un tiro en el pie. El portero noruego vivió con miedo escénico los 90 minutos. Un tiro sin historia de Kevin Venegas propició el primer gol, en un disparo que Johansen no logró blocar. El cancerbero tardó después un mundo en reaccionar para tapar su propio fallo y cuando quiso pensarlo Christian Ramírez ya celebraba su décimo gol de la temporada.

Una vez más, NYCFC debía abonarse a la remontada. Los escalofríos recorrieron la medular de los neoyorquinos, y el juego se dedicó a probar suerte con centros laterales e individualidades precipitadas. No hubo rastro entre líneas de Yangel Herrera ni de Tommy McNamara, aunque éste último gustara especialmente a Vieira, según confesó en rueda de prensa. Por suerte para ellos, Alex Ring trajo la escoba de casa y se hartó a robar balones barriendo cada parcela del campo, la propia y la ajena.

Tuvo que ser un central quien rompiera el campo de fuerza que parecía proteger a los de Minnesota. Callens salió con el balón conducido por el carril del ocho y abrió un pasillo lateral que Sweat desaprovechó con recortes superfluos. El peruano siguió con la carrera, recogió el balón de entre los tobillos de su compañero y regaló una bocanada de aire a su equipo, al que le empezaba a sudar el cuello de la camisa.

El partido parecía anestesiado en la zona de creación, y los espacios no se abarcaron con el poderío que se vio en Harrison. De igual manera, la inercia positiva del New York City fue suficiente para voltear la tortilla. Al poco de empezar el segundo tiempo, uno de los muchísimos centros laterales que se tiraron durante el partido encontró la cabeza de Jack Harrison, que está de dulce. El eléctrico extremo inglés se agachó para conectar con una pelota que volaba a una altura incómoda y encontró una de las esquina de la portería, donde se le hizo imposible llegar a Shuttleworth.

El 2-1 sentó al equipo como una aspirina y tranquilizó a los pocos espectadores que se acercaron el jueves al Yankee Stadium, que vivieron una última media hora que muchos campos de la MLS soñarían. David Villa, que sigue coleccionando goles de todo tipo de facturas, definió en jugada personal después de tirar un caño y hacerse hueco para lucir su típica rosca. El zurdazo imparable y el beso al escudo terminó por inflamar los ánimos de unos aficionados que viven uno de los mejores momentos de la breve historia del club.

Patrick Vieira olió esa euforia y regaló 15 minutos de Andrea Pirlo. Cada balón que tocaba Andrea era un recordatorio: con el balón en los pies puede jugar a fútbol tantos años como quiera, él no mancha la pelota. No se entiende a Andrea sin el balón, ni al balón sin Andrea, pero en este deporte es tan importante cuidarla como saber vivir sin ella.

Yangel Herrera, que volvió a la titularidad y espera que Venezuela le llame para tener minutos en la absoluta, lo explicó con la sencillez y humildad de quien comparte césped con un ídolo.

Hoy pude dar un pase a Andrea, y que él me lo diera devolviera a mí“, contó orgulloso. “Fue la primera vez que tuve la dicha de compartir campo con él y es algo que no se me va a olvidar”.

Como Yangel, la Gran Manzana también gozó de ese viaje al pasado, tan sencillo como un toque corto para desarticular presión, tan vistoso como un cambio de orientación para volcar el tablero hacia el costado libre y tan Pirlo como una carrera pausada para fijar la temperatura del encuentro. Andrea volvió a disfrutar del fútbol.

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