Un estudiante chavista y otro de oposición debaten sobre Venezuela

Samuel y Óliver son jóvenes estudiantes comprometidos con el activismo político, pero desde bandos opuestos.

¿Qué es lo único que puede unir a dos rivales? Un enemigo común.

Óliver Guzmán es un estudiante de 22 años. Es chavista. Samuel Díaz es también estudiante, de 24. Es opositor. Juntarlos para hablar sobre Venezuela fue complicado. Más lo fue que se miraran a la cara. Y aún más encontrar un punto de encuentro.

En plena búsqueda por algo que destensara el incómodo ambiente, un riesgo: el béisbol , el deporte nacional en Venezuela. Y un alivio. Óliver es de los Magallanes. Samuel, de los Tiburones. ¿Punto en común? Su enemistad por los Leones de Caracas.

El béisbol y las chicas unieron a estos dos veinteañeros que se juntaron hace un par de semanas en la Universidad Central de Venezuela (terreno neutral) a pedido de BBC Mundo para debatir sobre los problemas que atraviesa su país y, sobre todo, para plantear soluciones.

También los unió el color naranja de la camiseta de Samuel y del polo de Óliver.

Al llegar se saludaron con un apretón de manos fugaz. Durante los minutos en los que buscamos el mejor lugar para grabar la charla ni cruzaron mirada. Sólo ya sentados y con la cámara a punto de encenderse se volvieron a saludar, se miraron a la cara y se sonrieron.

Un país dividido

Venezuela es un país en el que la polarización política ha acabado con amistades, con relaciones y ha dividido familias. Muchas de ellas, precisamente para no separarse, prefieren eludir los temas políticos.

No es fácil juntar a unos y otros.

Además, Samuel y Óliver no son simples estudiantes universitarios. Óliver, el chavista, es uno de los 545 miembros de la Asamblea Constituyente que desde hace varios días dirige con poder absoluto el país y que la oposición no reconoce por fraudulenta.

Samuel, el opositor, es un destacado líder estudiantil en su universidad y forma parte de la vanguardia joven que protesta contra el gobierno.

Óliver, hijo de activistas políticos, estudia Relaciones Internacionales, quiere continuar luego con Psicología y sueña con ser chef. Está casado y tiene una hija de tres años.

Mira el video de la conversación

Samuel, que pasó un tiempo en Estados Unidos, está a punto de terminar su carrera de Estudios Liberales, un compendio de Filosofía, Política, Economía e Historia. Ya sueña con dedicarse a la gestión pública. Quiere ser alcalde.

Ambos estudian en sendas universidades privadas, de las más caras de Caracas. Los precios de la matrícula son algo que les preocupa.

Pese a que en el discurso político oficial de unos y otros en Venezuela resuenan palabras como “socialismo” y “extrema derecha”, al mirarlos es difícil encontrar elementos que rellenen las etiquetas de izquierda y derecha.

Dos pérdidas

Un elemento que los separa tanto como los une son sus pérdidas. Óliver es hermano de Robert Serra , joven diputado oficialista asesinado en 2014 en circunstancias poco claras. “Siento tu pérdida”, le dijo Samuel al enterarse de quién era hermano Óliver.

Samuel era amigo de Juan Pablo Pernalete , joven manifestante que murió en la ola de protestas que comenzó en abril por el impacto de una bomba lacrimógena en el pecho, según la investigación del Ministerio Público.

Cuando Óliver, siguiendo la versión del gobierno, puso en duda la causa de la muerte, se vivió el momento más tenso de la conversación.

Desde el principio ambos agradecieron la posibilidad de intercambiar ideas, pero cuando se encendió la cámara se verbalizó la distancia entre ambos. Óliver pronto esgrimió el argumento de la “guerra económica” con el que el gobierno justifica la crisis económica del país.

“Uno de los principales problemas es que se ha satanizado el pensar diferente. Es un crimen el poder protestar”, replicó su rival.

Samuel habló de las dificultades que atraviesa su familia, sobre todo su abuela con alzheimer, para la que es difícil encontrar la medicina y los pañales.

“Hasta es imposible enamorarse”, dijo sobre el éxodo de los jóvenes hacia Estados Unidos, Europa y otros países de América Latina.

Conforme avanzó el debate, se politizó más. El Consejo Nacional Electoral (CNE) , la destituida fiscal Luisa Ortega , la Asamblea Constituyente, la legitimidad de las protestas… Discreparon en todo. Argumentos paralelos sin cruce posible.

“Camarada y hermano querido”, interpeló Óliver a Samuel con cercanía irónica. “Yo te he dejado hablar, viejo”, replicó el opositor defendiendo su tiempo, gestionado con equidad por ellos mismos, y retando a su oponente a pasear por las colas y los hospitales.

Más acuerdos

Al hablar de las soluciones para el futuro del país se apreciaron más acuerdos, aunque sólo fuera en la forma: diálogo.

“Como venezolanos no queremos una guerra civil”, sentenció Óliver.

“Tiene que haber más este tipo de espacios, que él ponga su postura, yo ponga la mía y que la gente puede decidir (…) Reconciliación es lo que hace falta en este país en el que por durante 18 años nos han buscado dividir”, reclamó Samuel.

“Hay que buscar la manera de sentarnos (…) La juventud venezolana tiene que estar así, dialogando y pensando y discutiendo los problemas, las hipótesis y las soluciones para avanzar”, coincidió Óliver, que incluso pidió depender menos de los líderes de uno y otro bando.

“Ideológicamente podemos estar en polos opuestos, pero tanto él como yo queremos un país mejor”, dijo Samuel.

“Un país en el que nos podamos sentar y la única diferencia sea si eres del Caracas o del Magallanes o de los Tiburones, como yo”, deseó, volviendo al béisbol, una de las pocas cosas que puede unir hoy en día a un chavista y un opositor en Venezuela.

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