Editorial: Arma de doble filo

En su afán de cumplir con su base de votantes, Trump afecta a otros sectores

El presidente Trump amagó con más aranceles contra productos chinos.

El presidente Trump amagó con más aranceles contra productos chinos. Crédito: Thomas Peter-Pool/Getty Images

La promesa de Donald Trump es poner “América Primero”. El método es aislando a Estados Unidos de sus aliados naturales. Quedar solo en el contexto internacional no es la manera de promover el interés nacional.

Los aranceles de 25% al acero y de 10% al aluminio importado de la Comunidad Europea y de los socios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) es una agresión comercial con repercusiones internas como externas.

Estados Unidos importa el 30% del acero que consume anualmente y 64% del aluminio. La meta de la administración Trump no es eliminar la importación sino elevar a 80% la capacidad producción que considera el porcentaje que hace rentable a la producción. Hoy esa capacidad está en 73% en caso del acero y 43% en el aluminio.

La elevación de aranceles reducirá la importación y elevará la producción nacional. El argumento principal es la seguridad nacional que depende de la producción de materiales para defensa e infraestructura.

Esto ayuda a la economía de los estados productores tanto como a los 300,000 trabajadores de ambas industrias. Allí es donde Trump ganó en 2016.

El problema es que el aumento de 25% en una materia prima para un producto, por ejemplo el automóvil, será pasado al consumidor, lo que reduce la venta de los vehículos. Esto perjudica a los más de dos millones de empleados en la industria automotriz.

También costará empleos. Ya sea por la baja en las ventas por el impacto dominó en los precios, como por la reducción de las exportaciones.

Desde México a Europa se habla de imponer aranceles a una serie de productos estadounidenses, tanto agrícolas como manufacturados. El alcance del perjuicio a la economía depende cuan severa es la disputa comercial. Una rencilla negociable o una guerra a gran escala.

Este antagonismo comercial es otra pedrada a los socios naturales geopolíticos de EEUU ante los desafíos estratégicos que presentan Rusia y China. La grieta en la alianza internacional que causa el nacionalismo miope de Trump desconcierta por su impredictibilidad y ponen a prueba la solidez de los lazos históricos.

Los aranceles en el caso del TLC son una píldora que envenena una negociación inconclusa este año por las demandas intransigentes de la Casa Blanca. Tanto Canadá como México hacen bien en seguir negociando aunque retribuyan los aranceles a productos estadounidenses.

Trump parece tener una visión unidimensional del comercio. Las cifras dan un ganador y un perdedor definido. No hay espacio para la sofisticación de matices que debe contar la estrategia global de una potencia, o una “nación imprescindible” como se definió alguna vez a nuestro país.

La experiencia dice que con este Presidente nunca se sabe cual es el próximo paso. A Trump le gusta decir que es impredecible. Lo cierto es que la imposición de estos aranceles perjudica más de lo que beneficia.

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