Una guardería en la que crece un barrio

Apoyada por el programa de guarderías en casa de la organización WHEDco en el Sur de El Bronx, Bernadette Lamboy abrió hace 14 años su negocio de cuidado de los más pequeños.

Bernadette Lamboy, dueña de N-Happy Group Family Day Care./A. B. N.

Bernadette Lamboy, dueña de N-Happy Group Family Day Care./A. B. N. Crédito: El Diario

Al ver a un grupo de estudiantes a la salida de clases de P.S. 62 en El Bronx, Bernadette Lamboy, comenta señalando a un niño de unos 10 años, “a ese le hemos cambiado pañales”. “Esta otra también es B-Happy”, dice esta puertorriqueña mientras apunta a un grupo de estudiantes.

Son niños que han pasado por su coqueta guardería , B-Happy Family Day Care, en Southern Boulevard (El Bronx) a apenas una cuadra de la escuela. Ya se están haciendo mayores, algunos ya van a secundaria. “Una de ellas va a trabajar con nosotros este verano en el programa de Summer Youth”, dice Lamboy con el tono de satisfacción que da ver evolucionar a un niño que se ha cuidado. “Tiene 16 años es una de mis primeras b-happy kid” .

Lamboy, de 51 años, abrió en enero de 2005 una guardería en una casa que ahora tiene dos plantas, un negocio que amplió en 2013 con un programa de formación después de la escuela (after school program) y campamento de verano. En total emplea a seis personas y a ella misma.

Es una empresa que puso en marcha poco después de quedarse sin trabajo en el Departamento de Bomberos de la ciudad y de que su único hijo, que entonces tenía cuatro años, fue diagnosticado con autismo.

Esta mujer, que estudió dos años de administración de empresas en el colegio, transmite buen humor y optimismo dice, no obstante, que en aquellos momentos lo pasó mal emocionalmente.

Es una herida de las que se quedan porque aún se emociona. Pero Lamboy muestra que es el tipo de personas que sabe que cuando una puerta se cierra, se puede volver a abrir porque es así como funcionan las puertas.

Buscó sin éxito una guardería para su hijo y decidió entonces que iba a obtener una licencia para gestionarla ella misma. “Para no quedarme sin trabajo nunca más y poder estar con mi hijo, esos fueron los dos motivos principales por los que hoy estoy aquí”.

Bernadette Lamboy con su cuñada, Martiza Cambrelén (en el centro) y dos de las trabajadoras de su guardería./ A. B. N.

La licencia para el day care la pidió en agosto de 2004. En ese momento también estaba negociando la compra de la casa en la que tiene el negocio con un constructor que había adquirido un solar que ella había querido comprar en 1999.

“Entonces el lot costaba $200,000″, que no tenía. Tampoco tenía los $80,000 que el banco pedía para concederme el resto del préstamo”. Compró la casa por $565,000 con la ayuda de su prima que le cofirmó el crédito puesto que en ese momento ella se había quedado sin trabajo.

En enero de 2005 le dieron la licencia. Para eso recibió el apoyo del programa de formación para guarderías en casa de la organización WHEDco (Women’s Housing and Economic Development Corporation), una organización comunitaria para el desarrollo fundada con la idea de crear comunidades con una vida sana. WHEDco construye casas sostenibles y asequibles y trabaja para construir alrededor de ellas comunidades fuertes con proyectos empresariales que apoyen a las familias como las guarderías.

Esta organización trabaja con proveedores de cuidado de niños ayudándoles con el desarrollo y entrenamiento, monitorizando y visitando los hogares donde están para asegurarse que se mantienen estándares y ofrecen asistencia técnica además de empresarial.

“Otra proveedora de cuidado de niños me habló de la organización”, cuenta Lamboy quien explicaba que desde esta organización le dieron el empuje, hizo cursos “y siempre me estuvieron asesorando”. “Hace entrenamientos continuamente sobre cómo manejar los empleados, las taxes, niños especiales…”

B-Happy abrió sus puertas en enero de 2005 y tan pronto como hizo un “open house” para dar a conocer sus servicios, en inglés y español, llegaron las familias. Había 12 niños, entre ellos el suyo. Pero con tanta demanda que había decidió abrir la segunda planta de la casa de tres al negocio

Lamboy hizo ella misma su plan de negocios. Además de la hipoteca, al preguntar cuánto invirtió en el local, que inicialmente era solo la primera planta, dice “nada”. “Yo no tenía nada”, confiesa, “entre mis amistades hicimos un business warming party, me trajeron libros juguetes, una silla para bebés, unas mesas, yo no tenía. Y luego, así iban entrando los ingresos yo iba reinvirtiendo. Ahora no caben las cosas en los armarios”. Fueron regalos y donaciones. “Todo en la vida se puede”.

“Soy muy disciplinada con el dinero y quiero que los niños tengan todo y que tengan todas las oportunidades especialmente en el área que yo estoy”, declara.

Ahora tiene 12 niños en cada planta del day care con edades que van desde los 18 meses hasta los cuatro años. Explica que el precio por semana es de $180 pero “eso es el precio otra cosa es lo que se puede cobrar a algunas familias”, dice dando a entender que negocia a la baja cuando hay situaciones especiales.

En 2013 abrió un afterschool en un local cercano que se había quedado vacío. Fue la principal y la presidenta de la PTA las que le animaron a hacerlo porque ya la conocían. “Plantaron una semillita”, dice con una sonrisa.

Pero la renta era demasiado alta para ella. La gestora del local tras desestimar a otros potenciales alquiladores apostó por ella porque la conocían y sabían del compromiso que Lamboy tenía con su barrio. Le rebajaron la renta y se instaló allí.

Y volvió a hacer lo que hizo años antes. “La computadora era la mía de casa, el sofá me lo dio mi cuñada, , el televisor lo traje de casa, yo improvisé. Yo no quería  gastar el dinero de la compañía para empezar la otra. Si lo logre aquí lo logro allá”.

Lamboy dice que antes de hacer cosas “las pone en oración” y no deja de formarse. “Hice clases de after school y me pongo al día de todo lo que necesito”. Para ser una profesional se necesitan dos cosas: estudios y experiencia, el entrenamiento es importante pero todos los niños son distintos, y es ahí donde la experiencia es bien importante”.

Ante ella tiene ahora el reto de seguir creciendo en un negocio con restricciones administrativas y que ahora es menos competitivo desde que entran dentro de la red pública de escuelas el Pre-k y el Kindergarden. “El año pasado fue un poco shock” reconoce.

Admite que tiene respeto a lo que hace y que ha habido una ocasión en el que le costó tiempo llenar los datos para la licencia. “Pero soy positiva. Solo porque desconozco este mundo, yo voy a descubrirlo”. Ella dice que ahora no puede imaginarse haciendo otra cosa que a la que ha llegado con “disciplina, paciencia, dedicación y amor”.

Las herramientas

Diana Pérez, directora del programa de cuidado de niños como pequeño negocio de WHEDco, dice que con esta iniciativa se permite a las personas hacer realidad sus sueños, apoyar a las familias y a las comunidades “ofreciendo las herramientas y el entrenamiento para ofrecer calidad además de que los negociantes tengan una empresa operativa”.

Los programas que se ofrecen están diseñados para cada persona que los solicita, en inglés y español, porque no todos necesitan la misma formación pero el asesoramiento es continuo. Es consciente de que las cosas están cambiando con la ampliación de la educación pública. “Quisiéramos que estos proveedores estuvieran incluidos en el sistema”.

En 2017 ayudaron con las licencias a 432 proveedores que tuvieron ingresos de más de $25 millones.

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