El incomprendido diccionario de la lengua española

¿Quién lo hace? ¿Para qué sirve? ¿Quiénes y cómo eligen las palabras que ha de llevar?

Mataburros, cementerio de las palabras, fósil, en fin, son algunos de los apelativos que se han endilgado al Diccionario de la Lengua Española. Alguno más piadoso solía recomendar en el Río de la Plata a los deslenguados “Agarralo que no muerde”.
¿Quién hace el Diccionario? ¿Para qué sirve? ¿Quiénes y cómo eligen las palabras que ha de llevar? ¿Qué puede hacer un humilde mortal alejado de los ámbitos académicos si tiene alguna sugerencia sobre el lenguaje? ¿Y acaso el Diccionario es el legislador de la lengua?
Como el Diccionario es de todos los 500 millones de personas que hablamos español, conviene aclarar algunos malentendidos para apreciar el sentido y el valor de esa obra que nació en 1780 y que ya lleva 23 ediciones, la última de ellas de 2014. Enumeremos entonces las premisas falsas:
El Diccionario lo hace la Real Academia Española.
Falso. La Real Academia, fundada en 1713, empezó la tarea de recopilar, clasificar y definir las palabras de nuestro idioma hace 238 años, pero desde 1999 las grandes obras sobre las que tenía monopolio (el Diccionario, la Gramática y la Ortografía), además de otras, son creación de todas las 23 academias de la lengua. Hay academias en todos los países de habla española, incluso en Estados Unidos, Filipinas y Guinea Ecuatorial, por lo que están presentes en cuatro continentes. El hecho de que todas las academias participen responde a la política panhispánica seguida en las últimas dos décadas, aunque con antecedentes muy anteriores.
Si el Diccionario más reciente es del 2014, se desactualiza pronto.
No es cierto. Al igual que las demás grandes obras académicas, el Diccionario está en permanente actualización. La versión en línea, que se puede consultar gratuitamente en www.rae.es, es actualizada periódicamente y a esta altura contiene muchos términos nuevos que no se encuentran en la última versión impresa. El Diccionario en línea contiene al día de hoy nada menos que 3345 modificaciones con respecto a la edición de 2014 y se sigue actualizando constantemente.
Los académicos son todos unos viejos alejados de la realidad.
Totalmente inexacto. Con la incorporación de nuevos miembros, sobre todo en las academias americanas y la africana, el nivel de edad se ha ido reduciendo. Y en todo caso, la mejor muestra de que los académicos responsables del Diccionario están al día es la incorporación de términos como papichulo, amigovio, tuitear, dron, discotienda, platicón, blog y chat.
Los académicos no escuchan a lo que dice el pueblo.
Falso. Desde hace aproximadamente una década, la página de la Real Academia Española en internet tiene un formulario en el que cualquiera puede comentar sobre las palabras o acepciones del Diccionario e incluso proponer inclusiones o cambios. “Cualquier hablante es una autoridad para nosotros, en el sentido de que puede apreciar que en el Diccionario faltan cosas o sobran otras”, afirmó Darío Villanueva, el actual director de la RAE, cuando todavía era secretario. La prueba fehaciente de que los responsables del Diccionario escuchan es que atendió una crítica que había enviado una colombiana residente en Australia quien objetó que champú se definiera como loción cuando en realidad es un jabón. El Diccionario aceptó la objeción y modificó la definición de la palabra.
    
El Diccionario pretende ser el dueño de la verdad.
Más falso que nunca. Como dijo no hace mucho el exdirector de la Real Academia Española José Manuel Blecua, el Diccionario es cada vez más descriptivo y menos normativo. Eso significa que el Diccionario se hace eco de lo que se dice y a la larga se convierte en un notario del idioma para reflejar lo que dice la gente. Por supuesto, en su función de autoridad del lenguaje, pone toda su experiencia lexicográfica al servicio del hablante. Pero en última instancia, es el uso el que determina lo que entra en el Diccionario.
El Diccionario no está accesible en los dispositivos móviles.
No es así. La aplicación para el acceso en línea desde dispositivos móviles puede descargarse desde:
También es posible la descarga completa de la obra para su consulta sin conexión a internet:
 
*  Jorge Ignacio Covarrubias es el  Secretario general de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) www.anle.us
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