“Quiero que suelten a papi para que esté con sus princesas”

El próximo martes un juez federal decidirá el futuro del inmigrante Pablo Villavicencio quien enfrenta una orden de deportación. Pero su esposa y dos hijas tienen esperanza que quedará libre y se vuelve a unir la familia

Esposa de Pablo Villavicencio, Sandra Chica con sus hijas, Luciana y Antonia en su casa de Long Island.
Villavicencio fue arrestado por ICE en la base militar en Brooklyn luego que repartiera comida a soldados.

Esposa de Pablo Villavicencio, Sandra Chica con sus hijas, Luciana y Antonia en su casa de Long Island. Villavicencio fue arrestado por ICE en la base militar en Brooklyn luego que repartiera comida a soldados. Crédito: Mariela Lombard | El Diario NY

Desde hace casi dos meses Luciana y Antonia están separadas de su papá. El 1 de junio pasado el ecuatoriano Pablo Villavicencio fue detenido cuando llevaba un ‘delivery’ de pizza a la unidad militar Fort Hamilton, en Brooklyn. El uniformado que lo recibió, le pidió una identificación, y como había hecho ya en otras ocasiones, en ese mismo lugar, el inmigrante presentó el ID Municipal (IDNYC), pero no pudo mostrar otro documento. Sin ningún mérito adicional, el militar llamó a ‘La Migra’ con el parte de tener en sus manos a “un indocumentado”.

Desde entonces Pablo está preso en un centro de detención de Nueva Jersey, Luciana, de 4 años y Antonia, de 3, no tienen a su papá, y Sandra Chica, la colombiana con la que el ecuatoriano se casó en el 2013 y con quien construyó su hogar, tiene el corazón destrozado. También tiene la mente volando a mil, ante la incertidumbre del futuro de su familia.

Esto ha sido algo muy doloroso, angustiante y lleno de estrés, pues aunque uno no deja de lado el positivismo y la idea de que las cosas van a salir bien, han sido ya casi dos meses de una lucha constante. Es un desgaste, no solo para mí, sino para Pablo, que es quien está allá privado de su libertad sin ser un criminal, y para las niñas ha sido muy traumático”, confiesa la esposa del repartidor de comida, sentada en la sala de su casa en Long Island, donde agregó que para evitarles más dolor a sus niñas, al mejor estilo de la película “La vida es bella”, de Roberto Benigni, ha creado una versión paralela  para justificar la ausencia de papi.

Me ha tocado inventarme cantidad de historias para tratar de maquillarles la situación. Yo no sé si esté correcta o no, pero uno como padre, siempre trata de evitarles a sus hijos ese dolor. Yo les digo que papi está trabajando y que el jefe lo tiene allá y por ahora lo necesita”, comenta la enfermera, quien conoció a su esposo en un elevador de un edificio residencial en Jamaica, Queens, el que luego se consiguió su teléfono, la invitó a comer “calentado colombiano” y la conquistó.

“Yo he llevado a las niñas tres veces al centro de detención a que lo vean, y les digo que ahí es donde él trabaja. Pero el momento de la despedida siempre es duro y como las lágrimas no se pueden ocultar, las niñas me preguntan que por qué lloramos y me toca inventarles que es de felicidad de ver que todos estamos juntos”, agrega la colombiana, quien además del impacto de no tener a su lado a la cabeza del hogar, ha tenido que asumir sola y de tajo, las riendas de su familia.

“Convertirme en madre soltera, de la noche a la mañana, y a la fuerza, es muy difícil. Saber que todo queda sobre tus hombros es una angustia constante y aunque por ahora he recibido donaciones y mucha ayuda, con lo que he podido pagar la renta, pienso a futuro ‘cómo va a ser mi vida’, pues hago cuentas y veo que así trabaje tiempo completo, son tantos los gastos que hay, que no me va a dar para pagar todo”, afirma la madre de Luciana y Antonia llena de zozobra, mientras su atención es robada por el timbre de su teléfono celular.

Sandra Chica con sus hijas, Luciana y Antonia, ven fotos de la familia junta. / Mariela Lombard

“Es Pablo. Es papi”, dice en voz alta Sandra, y Luciana es la primera en correr a agarrar el teléfono.

-“Hola papi, cómo estás… me da mucha alegría escucharte… cuándo llegas”, dice la niña mayor, con una sonrisa enorme en el rostro al oír la voz de su papá, y tras terminar la conversación cuenta que adora a su padre porque siempre la consiente y le dice “mi amor” y “princesa” y juega todo el tiempo con ella y con su hermanita, a quien llama “tirilili”.

La pequeña se queda pensativa unos segundos y dice: “Quiero que ese señor suelte a papi rápido para que esté con sus princesas. Y lo voy a abrazar y a dar muchos, muchos besos”. Luego sale a correr a abrazar a un enorme oso de peluche que tiene en su cuarto y a quien llama Margarito.

Dios no me va a abandonar

Y será este martes cuando se sabrá el futuro del inmigrante, pues tras haberse frenado temporalmente la orden de deportación del ecuatoriano, ese día un juez federal emitirá una decisión, y aunque confiesa que está lleno de temor, el papá de Luciana y Antonia está positivo.

Sandra Chica junto a su esposo e hijas en una foto familiar. / Suministrada

Espero que la corte me permita volver a mi hogar con mi esposa y con mis hijas y me otorgue mi libertad. Aunque no niego que la angustia persiste cada día y que uno no puedo dormir, pensando en qué va a pasar, estoy convencido de que Dios no me va a abandonar”, dice el guayaquileño, de 35 años, quien en 2010 solicitó asilo a USCIS, y cuando ese organismo decidió pasar el caso a una corte de Inmigración, él prefirió acogerse a la salida voluntaria. Pero no se fue. Luego conoció a su actual esposa y hace unos meses había pasado los papeles de ajuste de estatus migratorio por estar casado con una ciudadana.

Espero que todo salga bien y que esto quede solo como el recuerdo de una terrible pesadilla, que es muy difícil de entenderla si no la vives”, agrega el repartidor de comida.

En manos del juez

Jennifer Williams, abogada de Legal Aid Society y quien lleva el caso de Villavicencio, explicó que el futuro del ecuatoriano por ahora está totalmente en manos del juez Paul Crotty, de la Corte Federal del Distrito Sur, quien tiene el poder de decidir que hacer con la suspensión temporal de la deportación del padre de familia.

“El juez tiene que determinar si la detención y remoción continua son legales. Y como el caso no está ante un juez de inmigración en este momento, no vamos a litigar los méritos subyacentes de sus solicitudes de alivio de deportación”, dijo la abogada, comentando que si todo sale a favor de Villavicencio, el paso a seguir será esperar a que el caso pase a la corte de inmigración para dar otra lucha.

“El juez del Tribunal de Distrito puede ordenar su liberación inmediata. Pero si no libera a Pablo, buscaremos una apelación. Hay otros escenarios posibles”, comentó la defensora, quien se mostró confiada en que Luciana y Antonia van a reunirse pronto con su papá.

Esposa de Villavicencio, Sandra Chica con sus hijas, Luciana y Antonia en su casa de Long Island. / Mariela Lombard

Tenemos la esperanza de que Pablo sea inmediatamente liberado del centro de detención de inmigrantes, se reencuentre con su esposa y sus hijas, y se le permita continuar su lucha para permanecer en los Estados Unidos y perseguir un estatus legal”, agregó la abogada, quien desde ya anticipa que si la respuesta del juez es negativa, el daño que ocasionaría a la familia es enorme.

“El mayor desafío no son necesariamente los argumentos legales, sino que conocemos el increíble costo emocional que la esposa de Pablo y sus hijas inevitablemente enfrentarán si el juez no decide a nuestro favor. Es desgarrador pensar que esta unidad familiar puede ser destrozada para siempre debido a una fatídica entrega de pizza a una instalación militar, el 1 de junio”, concluyó la jurista.

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