Ricardo Ureña, cuatro décadas de activismo cultural
El folclorista y bailarín, Ricardo Ureña considera que dos de los mayores retos que enfrenta la comunidad dominicana en la ciudad, radica en luchar por conservar los valores culturales y en romper con estereotipos sociales negativos
Ricardo Ureña lleva más de cuatro décadas explorando el folclor dominicano. Su activismo cultural no sólo le ha llevado a recorrer su isla natal, hurgando la historia oral, tradiciones religiosas, danzas y costumbres, sino que además le ha hecho convertirse en figura clave dentro de la comunidad dominicana en Nueva York.
Su pasión nació a través de coloridos bailes folclóricos en la República Dominicana, como la mangulina y el merengue y en particular el sonido de palos o atabales y la música de Gagá, entre otros ritmos de origen africano.
Su papá soñaba con que se convirtiera en abogado, pero los planes de Ureña eran distintos y a muy temprana edad comenzó a tomar clases de baile. En 1974, con tan sólo 16 años, obtuvo su gran oportunidad.
“Fui seleccionado para participar en un grupo que se presentó en los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe, un evento histórico en la isla. Mi papá se oponía, pero yo buscaba la manera de escaparme para tomar clases. Poco a poco fui adquiriendo experiencia y comencé a viajar a otros países para representar el país”, recuerda Ureña seleccionado este año como uno de los embajadores del Desfile Dominicano.
Ureña, emigró a la ciudad a finales de la década ochenta y desde entonces no ha parado en su objetivo de exaltar las expresiones culturales de Quisqueya en Nueva York. El folclorista asegura que aunque le enorgullecen los logros en su hoja de vida, siente que le queda mucho camino por recorrer y habla de un aspecto que le preocupa y que afecta a los dominicanos en Nueva York.
“Me inquieta la poca actividad educativa que hay sobre nuestra cultura en la ciudad. Las autoridades dominicanas en el país fallan en el hecho de que no existe continuidad. Un gobierno comienza un proyecto y luego viene otro y decide cancelarlo. Veo el interés de la gente por unirse a clases de baile folclórico, en aprender más de su origen, pero no hay recursos para satisfacer la demanda y es lamentable”.
Partiendo de lo anterior, Ureña comparte una de sus más grandes aspiraciones. El artista anhela crear una institución en la que se promuevan expresiones de la cultura dominicana, de manera permanente, en la ciudad de Nueva York.
“Espero no morir sin ver este sueño hacerse realidad. De no poder crearlo, me conformo con ser parte de ese proyecto, el hecho es que se construya. Sueño con un centro que se convierta en el lugar por excelencia para que los propios dominicanos y otras culturas puedan aprender sobre nuestro folclor”, destaca.
Al hablar del mayor reto que enfrenta la comunidad dominicana en la ciudad, Ureña afirma que los desafíos en ese sentido son dos. “Debemos luchar por preservar los valores culturales y romper con estereotipos sociales negativos. “Somos una comunidad valiosa, trabajadora, alegre y tenemos que luchar porque eso sea lo que prime al hablar de nosotros”, añade el creador del festival Quisqueya en el Hudson.
Pérdida de identidad en la isla
Ureña quien ha sido fundador y director de varias escuelas y programas de danza tradicional dominicana en la ciudad, entre ellos el primer grupo folclórico de Grupo Alianza y la serie educativa y musical Gagá Pal’ Pueblo, habla además, sobre una problemática creciente en la isla.
“En la isla han ido cambiando tradiciones propias para adoptar otras ajenas. Es una tendencia que va opacando los elementos culturales que nos identifican. Escucho hablar allá de Viernes negro y del Día de acción de gracias, pero ya nadie menciona, por ejemplo, fiestas con las que crecí, la fiesta de San Andrés o la fiesta de San Juan”, comenta.
Asegura también que todavía sigue vigente en la isla lo que describe como la errónea tradición de enaltecer todo relacionado con la herencia española y en negar el legado que dejaron los africanos en su paso por la isla. “Es triste ver que en ese sentido todavía estamos rezagados, eso refleja una pérdida de identidad. Ese precisamente ha sido y sigue siendo el mayor problema de nosotros los dominicanos, no aceptar lo nuestro, negar la riqueza de nuestro origen africano”, concluye.