“Estoy muy enferma”, dice la niña Amy en el éxodo hondureño

“A veces me dan ganas de regresar, pero me acuerdo del hambre que pasaba en Honduras y mejor aguanto"

PIJIJIAPAN.- La pequeña Amy España aprieta los ojos y llora. Chilla, más bien, corrige María Isabel Reyes a su hija. La niña de cinco años tiene varios días con fiebre. Le duele la cabeza y el calor no le permite descansar. “Estoy enferma”, narra sin timidez, apenas para explicar por qué no accede a las presiones de la madre para que ella coma, se tome un foto y sonría aún en la adversidad.

Desde que salieron de San Pedro Sula, el pasado sábado, Isabel Reyes no descansa. Por la noches, Amy tose, se queja y despierta a su hermana, Génesis, de tres años.

Entre las dos arman un escándalo con los berridos y no deja descansar a nadie a su alrededor: cientos y cientos de hombres, niños y mujeres tirados en las calles en uno de los mayores éxodos que enfrentan los centroamericanos: alrededor de 7,000, dice la ONU.

“A veces me dan ganas de regresar, pero me acuerdo del hambre que pasaba en Honduras y mejor aguanto: cuando decidí irme fue porque a mi niña no se le quitaba la anemia”, dice tirada en el piso en la plaza pública de este poblado del norte chiapaneco.

Isabel hace una mueca, mira al piso. Ella nunca había salido de Honduras. Lavaba ropa, planchaba ajeno. Hacía limpieza de casas pero cada vez la contrataban menos:  “Aquí, con la ayuda de la gente, comemos mejor que en Honduras”, cuenta.

Una madre hondureña aprovecha un momento de descanso en Pipijiapa

Al paso del éxodo migrante, los pobladores se han organizado muy bien con algunos ayuntamientos para darles comida y ropa. Gorras, playeras, camisas que en otro tiempo sirvieron de propaganda. “PRI, Chiapas Unido”, dice alguna. “Partido Verde”, se lee en otra. O “AMLO”.  La de Amy y su hermana en cambio, simplemente es una virgen de Guadalupe.

“Ella le baja la fiebre”, afirma la madre creyente.

Por si acaso la fe falla. La Cruz Roja acompaña el camino. Isidro Hernández, paramédico de la institución, dijo a este diario que desde que la Caravana Migrante entró a Chiapas el pasado 19 de octubre, han atendido a alrededor de 7,000 personas para  curaciones, ampollas, rosaduras. “Tenemos un monitoreo y atención prioritaria: el reto hasta ahora es lograr que los niños no se desidraten o que les dé un golpe de calor”.

Hasta ahora la familia Reyes no han pasado enfermedades aunque sí la penas de caminar hasta seis horas con cuatro niños a cuestas.

Cindy Paola,  de 17 años, ayuda a su tía a cumplir la misión junto con el papá de los niños de entre uno y cinco años de edad quienes, en medio del descanso, saltan entre los plásticos y las sábanas donde la familia intenta descansar.

De acuerdo con información de las Naciones Unidas para la infancia,  en el éxodo actual que pretende llegar a Estados Unidos hay alrededor de 2,300 pequeños que requieren atención especial por su vulnerabilidad.

A Jani Castillo, por ejemplo, la carriola de dos ruedas que parecía resistente al salir de Santa Rosa, hoy no es otra cosa que un armatoste de ruedas torpes que no giran. Por eso se ha dado a la tarea de tocar casa por casa en busca de una carriola, sin éxito.

“Si sabe de algún lugar donde pueda encontrar una, avíseme- dice en uno de los últimas puertas- Voy a estar en aquella esquina descansando con mi niño.”

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