Un kilo dejará de ser un kilo esta semana, cambian las medidas.

El Gabinete Internacional de Pesos y Medidas se reunirá en noviembre en Versalles para acordar el cambio en la definición del kilo y otras unidades

La lucha con los kilos de más acostumbra a aparecer pasada la adolescencia.

La lucha con los kilos de más acostumbra a aparecer pasada la adolescencia. Crédito: Getty Images

Muchos usamos el kilogramo como unidad de medida, aunque en Estados Unidos también estemos acostumbrados a la libra. Si tú también lo usas, sabrás que equivale a 1.000 gramos.

Desde 1889, se estableció que el kilo se corresponde con la masa que tiene el prototipo internacional del kilogramo: un cilindro compuesto de una aleación de platino e iridio, que se guarda en la Oficina Internacional de Pesas y Medidas en Sèvres, cerca de París.

El problema es que, en estos 129 años, el prototipo ha encogido.

La última vez que se analizó el kilogramo real los responsables del Sistema Internacional de Unidades descubrieron que ahora era, aproximadamente, cinco partes en 100 millones más pesado que sus copias, que habían ido perdiendo unos pocos átomos de metal cada vez que se utilizan en las pesas.

Es un peso insignificante, pero que supone un problema a la hora de llevar a cabo determinados estudios científicos. Por esto, desde hace casi un lustro, el Gabinete Internacional de Pesos y Medidas se están preparando para cambiar la definición del kilo y, con él, la de otras unidades básicas de medida como el amperio (la unidad de corriente eléctrica), el mol (la unidad de la cantidad de materia) y el kelvin (una unidad de temperatura). ¿Y cómo? Dejando de asociar estas a objetos o medidas físicas, para calcularlos gracias a constantes fundamentales: un valor adimensional, estrictamente universal, que sea siempre exactamente igual.

“Este [encogimiento] es el tipo de cosa que sucede cuando tienes un objeto que necesita ser conservado para tener un estándar. Las constantes fundamentales, por otro lado, no van a cambiar con el tiempo”, explica a a Scientific American Peter Mohr, físico del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología, que forma parte del comité que supervisa el Sistema Internacional de Unidades (SI).

En noviembre se celebrará una convención del Gabinete Internacional de Pesos y Medidas en Versalles, a la que acudirán representantes de 57 países, y en la que se espera se aprueben definitivamente las nuevas definiciones del kilo, el amperio, el kelvin y el mol, que estarán basadas a partir de ahora en la constante de Planck, la carga elemental, la constante de Boltzmann y la constante de Avogadro, respectivamente.

Todas estas constantes están determinadas por mediciones de laboratorio, que tienen cierta incertidumbre inherente. Pero si la votación es exitosa, los países que usan el Sistema Internacional de Unidades –todos los países del mundo excepto Birmania, Libera y Estados Unidos– acordarán un valor fijo para cada constante basándose en los mejores datos disponibles y los utilizarán para derivar las unidades.

No nos afectará en nuestra vida diaria, pero sí tendrá repercusiones en determinadas investigaciones científicas, donde todo debe estar medido al detalle.

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