El cura que asesora el refugio de centroamericanos en México lleva 200 casos ganados

Pedro Pantoja dice que ha regularizado la estancia de 200 hondureños que de ser deportados hubieran encontrado la muerte en su país

Sacerdote Pedro Pantoja, asesor legal en la Casa del Migrante

Sacerdote Pedro Pantoja, asesor legal en la Casa del Migrante Crédito: Twiiter

MONTERREY, México – El sacerdote Pedro Pantoja (Durango, 1947) ha sido durante décadas una especie de parachoques de los golpes que embisten contra los migrantes en la frontera noroeste con Estados Unidos sean del crimen organizado, de los policías, de la delincuencia común y, en tiempos más recientes, del racismo.

Desde hace dos años forma parte de una red de 68 albergues fundados por la iglesia católica, algunos curas rebeldes o la sociedad civil que reciben en sus instalaciones a inmigrantes centroamericanos en proceso de refugio en convenio con la Agencia para los Refugiados de la Organización de las Naciones Unidas (ACNUR).

Es el medio día de principios de diciembre cuando, a la mitad de un foro de discusión sobre la migración en el Congreso de Nuevo León, el sacerdote se disculpa por su partida: “Tengo que ir a recibir a una remesa de 150 hondureños, 30 familias, que llegan esta tarde al albergue (Belén, Casa del Migrante, que ayudó a fundar en 2002)”.

En entrevista con este diario precisa: “Ahora llevamos 200 centroamericanos legalizados con toda la documentación porque de todos modos se iban a quedar aquí en asentamientos irregulares: no quieren regresar a Honduras: si lo hacen están condenados a muerte”.

Hasta hace poco también estaban condenados en el noroeste de México: los cárteles encontraron en los migrantes una mina para abastecerse de personal forzado a trabajar para ellos o para financiarse a través del secuestro: un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos entre 2008 y 2009 reveló que tan solo entre 2008 y 2009 fueron secuestrados alrededor de 9, 700 centroamericanos para extorsionar a sus familias.

Disminuir estos asaltos tardó años y no hubiera sido posible sin el albergue Belén y el padre Pantoja con su lengua larga que, entre denuncia y denuncia ante las cortes nacionales e internacionales, logró atraer la atención: Fe a prueba de Zetas, rezaban los titulares de la prensa.

El papel que ahora realiza también tiene un alto contenido de trabajo legal: “Si se les deja solos a los migrantes por supuesto que les rechazarían al asilo y por eso ahora les damos todo el apoyo: asesoría jurídica, laboral, cultural y religiosa”.

Una vez que el centroamericano recibe el refugio y se le entregan los documentos para que puedan trabajar legalmente en México, deja el albergue y busca un lugar para rentar. “Generalmente en los alrededores de la Casa Belén porque se sienten más protegidos y los domingos van a comer luego de trabajar muy duro: generalmente en las maquiladoras automovilísticas”, comenta el cura que ha defendido en Saltillo, Coahuila (donde se encuentra el albergue), el derecho a emigrar.

“Yo mismo fui migrante hijo de campesinos muy pobres y luego pude estudiar (hasta llegar a ser discípulo del filósofo francés Michel Faucault).

“Debemos sentirnos agradecidos y orgullosos de que en Saltillo hemos acogido a más de 250 mil migrantes, quizás no todos con papeles, pero a todos aquellos que forzados por su situación vienen hambrientos, colgados de los trenes, sufriendo todo tipo de violaciones”.

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