Los caravaneros en Tijuana quedarían en el limbo con nueva política de esperar asilo en México

La situación en esa ciudad fronteriza ya es precaria para miles de solicitantes de asilo repartidos en 27 refugios

Un campamento de deportados desde EEUU en Tijuana.

Un campamento de deportados desde EEUU en Tijuana. Crédito: Pilar Marrero/Especial para La Opinión

TIJUANA, Baja California- Santos y Carla Yesenia, con un niño de brazos y otro en camino, llevan tres meses viviendo en un refugio para familias, Juventud 2000 en Tijuana, dentro de una tienda de campaña que les dieron allí.

Ambos esperan que esta situación sea temporal y que cuando les toque “el número” para pedir asilo, la familia pueda trasladarse a Estados Unidos donde Santos tiene a su mamá, y dejar espacio para las otras familias que vienen.

“La tienda se queda aquí cuando nos vayamos, así la pueden usar los otros que están en camino”, dice Carla.

Santos y Carla Yesenia con un bebé en brazos y otro en camino. Foto: Pilar Marrero/Especial para La Opinión

El problema es, sin embargo, que cuando llegue la nueva caravana que salió la pasada semana con más de 2,000 hondureños y salvadoreños, es posible que los miles de “caravaneros” que permanecen en Tijuana desde noviembre aún estén en el mismo lugar.

El jueves, el gobierno de Donald Trump dio a conocer un nuevo “Protocolo de Protección para Migrantes”, un plan que forzaría a los solicitantes de asilo a permanecer en México mientras su solicitud de asilo se mueve por los congestionados juzgados migratorios.

Una superpoblación de caravanas migrantes y deportados mexicanos

La situación en Tijuana ya es bastante desesperada para muchos de estos “caravaneros”, distribuidos en unos 27 refugios, a quienes se suman cada vez más deportados mexicanos que han terminado por acampar en plazas públicas y calles, porque no hay espacio para todos en los “shelters”.

Santos y Carla están entre los afortunados. Juventud 2000 está entre los mejor administrados de los refugios manejados por organizaciones no gubernamentales, pero muchos otros, que están aún más llenos, no tienen muchas condiciones de seguridad.

“Es mejor que estar en la calle”, dijo Miguel Angel Coca, un hondureño de 23 años que llegó también con la caravana de noviembre, pero que ya abandonó la idea de cruzar. “Ya me dijeron un permiso de trabajo aquí en México y prefiero quedarme”.

Como Coca, hasta los que no esperan para pedir asilo están hospedados en los refugios. El joven está en el “Hotel Migrante”, un edificio semiderruido con mínimas condiciones de seguridad y cobijo, pero que sirve de hogar a docenas de hombres solos, con colchones colocados en fila sobre el piso, muy pegados unos con otros.

Gracias a donativos recientes de grupos del otro lado de la frontera, el Hotel Migrante hace poco instaló un par de inodoros, algo que hasta ahora no tenían.

Gil Cedillo entrega donaciones a los inmigrantes en Tijuana. Pilar Marrero/Especial para La Opinión

“Quiero encontrar la forma de ayudar a mejorar las condiciones de ese lugar, buscar algunas donaciones para ellos”, dijo el concejal de Los Ángeles Gil Cedillo, quien esta semana encabezó una delegación a Tijuana para llevar enseres a los refugios. “Es un asunto de humanidad”.

La caravana con más de 5,000 personas que llegó a Tijuana en noviembre, no sólo fue el centro de la atención política y la vilificación de parte del presidente Donald Trump, sino que creó un problema logístico en la ciudad fronteriza.

Y aún puede empeorar con la nueva política de EEUU de “Permanecer en México”

Esto podría llegar a empeorar si una nueva caravana llega a la región y los “caravaneros” que aún esperan allí no logran cruzar al otro lado para pedir asilo o son regresados a México luego de sus entrevistas oficiales, debido a la nueva política bautizada “Permanecer en México”.

Sergio Infanzón, funcionario de la oficina del concejal Cedillo y exalcalde de Bell Gardens, en Los Ángeles, ha estado visitando la frontera con regularidad desde noviembre y ayudando a coordinar ayuda de organizaciones centroamericanas y proinmigrantes en el sur de California.

Infanzón dijo que el gobierno del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ha dicho algo sobre la situación, pero indicó que es hora de actuar, especialmente cuando se acerca otra caravana.

“Es un asunto de voluntad y de invertir en este asunto humanitario y político”, dijo Infanzón. “Qué va a hacer el gobierno de AMLO para poder solventar y ajustarse a todo este fenómeno social? Hasta ahora no es mucho lo que han hecho”.

Parte del problema es que en México no hay organizaciones centroamericanas para abogar por sus connacionales y le ha tocado hacerlo a las organizaciones mexicanas y a los grupos de Estados Unidos, agregó.

Los dos “refugios” más grandes que atendieron a los “caravaneros” y fueron patrocinados en forma oficial cuando llegó la caravana ya cerraron. El primero fue el estado Benito Juárez, que se volvió un desastre de lodo y agua durante varios fuertes días de lluvia el año pasado.

El segundo, con capacidad para unas 2000 personas (El Barretal) cerró hace poco, porque cada vez había menos gente que quería quedarse allí, ya que está a por lo menos una hora de la frontera.

Los migrantes en México reciben donaciones de ropa del sur de California. Pilar Marrero/Especial para La Opinión

Los solicitantes de asilo deben ir todos los días a la garita, o “día de por medio” para ver que “número” de la fila de caravaneros está logrando entrar a iniciar su proceso, explicó Jorge Jonathan, hondureño de 22 años.

“Hay que estar yendo uno para que no se vaya a pasar”, dijo Jorge, quien se hospeda en el segundo piso del Hotel Migrante. “Ahora que fui se quedó en 1724 y yo tengo el 1890”.

Demoras en solicitudes de asilo y los repatriados olvidados

Durante los últimos meses, el gobierno de Trump ha limitado el número de solicitantes de asilo que ingresa a Estados Unidos a unos cuarenta. El famoso “número” es asignado por un comité no oficial que escribe los nombres en un cuaderno y que ambos gobiernos parecen respetar, aunque es una lista informal y no está en ninguna base de datos.

Jorge cuenta que tiene un amigo en Washington DC, a quien espera unirse una vez que su número aparezca y pueda ingresar a los Estados Unidos para solicitar asilo.

“Sé que tan pronto como me arresten, me enviarán a la hielera”, dice el joven. Las hieleras son las celdas de detención heladas donde los inmigrantes permanecen recluidos durante días una vez que están bajo custodia de la Agencia de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP).

Pero si el gobierno comienza a aplicar la nueva medida de regresar a México a los que presenten su solicitud de asilo -y si un juez no la detiene, ya que es probable que haya demandas- la situación de los que esperan en Tijuana se hará más desesperada y también la de los que vienen.

Entretanto, unos 200 deportados acampan al aire libre en una plaza pública muy cerca de la frontera en Tijuana. Ramón Martínez es un mexicano que llegó hace un mes y como los refugios están llenos de centroamericanos, tuvo que acomodarse a la intemperie.

“No hay donde ir, yo tenía quince años en Estados Unidos y en México no tengo a nadie”, explica. “Aquí somos los olvidos de todos”.


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