Jóvenes en Manhattan se echan la mano para luchar juntos contra el alcohol

La organización “Jóvenes Manhattan” ofrece ayuda para poner freno a la adicción, lograr alivio emocional y re direccionar vidas

Jóvenes hispanos participan de reuniones de alcohólicos anónimos en East Harlem.

Jóvenes hispanos participan de reuniones de alcohólicos anónimos en East Harlem. Crédito: Mariela Lombard | El Diario NY

Un tufo a alcohol que parecía venir desde lo más profundo de sus entrañas. Un fuerte hedor que delataba que el agua y el jabón no pasaban por allí hacía varios días. Cansancio. Una lista de visitas a la sala de emergencia de varios hospitales. Las huellas de peleas a golpes. El peso de cientos de noches durmiendo en la calle y en estaciones de trenes, o donde “la peda” (borrachera) lo tumbara.

Detenciones en la cárcel. Un sentimiento de derrota. Los bolsillos vacíos, sin un solo dólar. Y un cuerpo desnutrido, con el hígado en huelga por las miles de cervezas y botellas de tequila que lo habían consumido durante más de 12 años, sin parar de “chupar”, llenaban la vida de Ángel P. Lo llenaba la soledad, y sentir que había perdido todo… hasta los sueños, esos con los que se cruzó la frontera días después de haberse graduado de secundaria en un pueblo de México, cuando tenía 16 años. A sus escasos 28 años todo se había esfumado.

“En eso se había convertido mi vida. Mi vida había sido nada grata desde que comencé a beber por primera vez, cuando un amigo del trabajo me dijo: ‘quédate con nosotros, el ambiente está bueno’, y desde ese momento no paré jamás de beber y destruí mi vida”, recuerda el mexicano, quien asegura haber vuelto a nacer cuando en el 2016 llegó al grupo “Jóvenes Manhattan”, una organización ubicada en East Harlem, que ayuda a inmigrantes a luchar contra el alcoholismo.

Aquí me salvaron la vida. Yo ya no tenía nada. Lo había perdido todo, estuve a punto de morir y aquí me recibieron con un abrazo, con una mirada de confianza y me dijeron: ‘si tienes voluntad, siéntate y escucha’. Y eso hice hace ya dos años y desde entonces me he mantenido sobrio”, confiesa el miembro de “Jóvenes Manhattan”, explicando que para muchos jóvenes inmigrantes que se lanzan al perseguir el “sueño americano, el impacto de esa experiencia es tan fuerte, que el alcohol fácilmente aparece en el camino como una trampa disfrazada.

“Una vez que resbalas en la tristeza, sintiendo que no encajas, que no te comprenden… te aferras a la botella. Empiezas tomando un día, luego dos seguidos, luego tres, luego toda la semana y luego no puedes parar. Y cuando llegas a la casa sigues tomando, duermes solo dos horas y vas a trabajar, esperando a que sea la hora de salir para seguir tomando. Ya se vuelve de seguido: cerveza y tequila. Seis, siete, ocho, nueve tragos y no puedes detenerte”, comenta el joven, hoy recuperado, recordando aquellos días que descibe como “un infierno”.

“Yo llegué a usar hasta jarabe para la tos para querer embriagarme, para querer descansar del estrés que sentía e incluso mezclarlo con pastillas. Mezclaba Xanax con alcohol. Me levantaba y me iba a la nevera y me tomaba otra para curar la cruda. Peleaba mucho. Defraudé a mi familia. Ya no iba a la iglesia. Me gastaba el cheque de la semana completo. Pero llegué aquí y esto me salvó”, agrega Ángel, explicando que el grupo de apoyo es como una familia donde todos ‘jalan’ por el bienestar común.

Jóvenes hispanos participan de reuniones de alcohólicos anónimos en East Harlem.

“Nuestro objetivo es ayudarnos a nosotros mismos”

“El grupo funciona a base de una conciencia. Somos un grupo de alcohólicos. Nuestro objetivo es ayudarnos a nosotros mismos y a otros que lo necesiten. Lo que hacemos es extender la mano a quienes necesiten ayuda, sin juzgar, sin atacar”, dice el inmigrante, advirtiendo que allí no hay ni médicos ni sicólogos ni terapistas. Es el trabajo entre los propios miembros, bajo los principios de Alcohólicos Anónimos, quienes comparten la misma problemática con el alcohol,  lo que los ayuda a salir adelante.

Solo los que somos alcohólicos podemos entender lo que ocurre aquí. Uno se sienta, empieza a escuchar las historias de otros y de repente uno se ve reflejado en la vida de los otros y empieza uno a sentir una paz, una tranquilidad. Es una experiencia espiritual”, advierte el joven, quien acude sin faltar un solo día a las juntas. “Todos los días vengo después del trabajo. Esto es ya parte de mi vida diaria. El grupo está abierto desde las 7 de la mañana hasta las 12 de la noche. Tenemos siete juntas diarias”.

Víctor T, originario de la Ciudad de México, es otro de los rostros del grupo “anónimo” desde hace 4 años, y define a esa organización como una segunda casa que para muchos, es la más importante, o incluso la única familia que tienen en la Gran Manzana. Sus miembros son mayormente entre los 17 y 32 años y hay algunas mujeres.

“Aquí venimos y nos paramos en la tribuna, de manera libre a hablar de nuestras cosas, de nuestro diario vivir y del alcohol. Al llegar elegimos un padrino, que tiene más tiempo en el grupo, y él nos va guiando hasta que sienta que ya superamos muchas cosas”, comenta el cocinero, recordando que cuando llegó a “Jóvenes Manhattan” había tocado fondo, y más allá.

“Conocí la droga K-2 y me consumí”

“Yo estaba chavo, creía que tenía toda una vida por delante y empecé a beber y beber y me daba rabia que me dijeran que no lo hiciera. Primero era cada 8 días, luego cada tres y luego de diario y ya perdí el control. Ya no podía vivir sin tomar y luego conocí la droga K-2 y me consumí. Me gastaba mi cheque completo, no mandaba nada a México, mi mamá me decía que qué me pasaba, y decidí cortar comunicación con ellos como por año y medio”, comenta el hoy secretario del grupo, quien llegó a Nueva York cuando tenía 19 años. Hace poco cumplió 29.

“Tuve cuatro sobredosis, caí en el hospital, en la cárcel. Aquí llegué a punto de morirme. Una señora me vio tirado en la calle y me dijo que me le parecía mucho a su hijo y me trajo. El alcohol me calmaba el nerviosismo, pero perdí todo. Yo había formado mi vida con una chava y se cansó de verme que llegaba borracho y drogado. Una vez le levanté la mano y me tuvo que dejar. Mi patrona se daba cuenta que llegaba tarde y sucio. Ya ni me bañaba. Si no hubiera llegado aquí, hoy estaría muerto. Por eso le digo a quienes les pasa lo mismo, que vengan, que busquen ayuda, que no están solos”, agrega el joven, advirtiendo que el grupo no solo es sobre el alcohol.

“Aquí también hacemos otras actividades, nos echamos la mano, estamos cuidándonos unos a otros, hacemos comida, la pasamos bien. Se trata de un trabajo emocional, de manejar y controlar nuestras emociones y retomar nuestras vidas”, advierte el inmigrante, quien formó parte del 17% de neoyorquinos que se estima abusan del alcohol.

Mexicanos son los que más beben

Datos del Departamento de Salud de Nueva York revelan que aunque en promedio el consumo excesivo de alcohol entre los latinos es casi similar al de otras comunidades de la Gran Manzana, en el caso de los mexicanos las cifras son más altas.

“Los mexicanos en Nueva York tienen una mayor tasa de consumo excesivo de alcohol (36%) en comparación con los neoyorquinos latinos (18%) y la tasa de la ciudad para todos los neoyorquinos (17%)”, reveló el más reciente informe sobre alcoholismo, elaborado por esa agencia.

Jóvenes hispanos participan de reuniones de alcohólicos anónimos en East Harlem.

“Los latinos en la ciudad de Nueva York beben en exceso casi a la misma tasa que los no latinos”, asegura Stephanie Buhle, vocera del Departamento de Salud, quien pidió a aquellos neoyorquinos que enfrenten problemas con la bebida que busquen la ayuda que hay disponible y sin costo.

“Cualquier persona que beba en exceso debe buscar ayuda. Si le preocupa su consumo de alcohol o la manera de beber de alguien que le importe, comuníquese con NYC Well (1-888-692-9355). Es gratis, confidencial y está disponible las 24 horas los 7 días de la semana. Los consejeros pueden conectarte con ayuda”, agrega la representante de la Ciudad.

Y aunque los miembros de Alcohólicos Anónimos definen el problema de alcoholismo como “una enfermedad incurable, progresiva y mortal” en la que el bebedor no tiene control, las autoridades de Salud consideran el consumo excesivo de alcohol como beber 3 o más bebidas alcohólicas en un período de 2 horas, en el caso de las mujeres. En el caso de los hombres se habla de 4 o más bebidas, comportamiento que preocupa mucho incluso entre adolescentes estudiantes, donde el 10% de los latinos caen en esa conducta, por encima del promedio general de otros grupos del 7% de consumo.

Claudia Martínez, sicóloga especializada en jóvenes y adolescentes, asegura que a diferencia de otras adicciones, por tener el alcohol cierto nivel de aceptación social, resulta más fácil caer en él y agrega que la falta de tocar el tema de manera directa a temprana edad tiene efectos devastadores.

“Los latinos crecemos viendo el alcohol como parte de la fiesta y el tema se toma con tan poca responsabilidad que incluso hay familias donde a los jovencitos se les ofrece, como si fuera un juego y eso trae consecuencias”, asegura la experta, quien agrega que es necesario educar y prevenir. “Afortunadamente existen grupos como Alcohólicos Anónimos que logran ayudar de manera muy efectiva a personas alcohólicas, pero lo ideal sería no tener que llegar a ese punto y dejar el tabú sobre el licor y empezar a hablar del tema desde temprada edad para que los jóvenes entiendan las consecuencias”.

La sicóloga agrega que en el caso de muchos inmigrantes, el alcohol se vuelve casi el único recurso de diversión para combatir la soledad y el estrés.

“A diario vemos a jovencitos trabajando muy duramente todos los días, alejados de sus familias en un país que no es el suyo y ven en el alcohol ese elemento para sentirse bien, incluso para olvidarse de la tensión que generan amenazas como las Trump y el temor de ser deportados”, dice la sicóloga. “Es una realidad muy dura en nuestra comunidad ver muchachos perdidos en el trago, por lo que hacen falta más programas para que se diviertan sanamente y desarrolle sus talentos. No somos máquinas de trabajo solamente”.

Jóvenes hispanos participan de reuniones de alcohólicos anónimos en East Harlem.

Pasó de odiar el alcohol a ser un alcohólico

Juan D, uno de los miembros más nuevos de “Jóvenes Manhattan”, quien llegó al grupo hace apenas nueve meses, asegura que es tan grande el efecto del alcohol sobre muchas personas, que “en un abrir y cerrar de ojos”, pasó de odiar el alcohol a ser un alcohólico.

“Yo empecé grande en la bebida. Cuando probé por primera vez la cerveza, a los 25 años, no me gustó que hasta vomité, pero luego mis amigos me decían que esa era la medicina para sentirme como ellos y en menos de nada pasaron 11 años y me vi en la calle, sin familia, con todos dándome la espalda porque se cansaron de mí, con mal olor y con mi vida destruida”, dice el trabajador de 36 años, quien envía un mensaje de alerta a quienes son bebedores y como él, por años negaban tener un problema.

“Somos bebedores problemas desde que uno se toma la primera y pierde el control y termina siempre en una borrachera. Si eso pasa, ya hay que reconocer que la cosa se salió de las manos y hay que buscar ayuda”, concluye el también mexicano. “Como dice nuestra puerta, ‘no toque, solo entre’… aquí todos somos bien recibidos y aprendemos a vivir un día a la vez”.

Abuso del alcohol en NY en cifras:

  • 17% es el promedio de la población de NY que abusa del alcohol.
  • 36% es el consumo de los mexicanos, siendo el grupo más preocupante.
  • 17% son de origen puertorriqueños.
  • 16% centroamericanos.
  • 16% dominicanos.
  • 26% otros latinos.
  • 21% es el promedio de consumo de personas nacidas en Estados Unidos.
  • 16% es el promedio de consumo de personas nacidas fuera.
  • 10% es el índice de consumo de adolescentes hispanos en las escuelas.
  • 7% es el índice de estudiantes no latinos.

Cómo sumarse al grupo

  • Los interesados en obtener ayuda pueden acudir cualquier día, incluyendo fines de semana, entre las 7 de la mañana y las 12 de la noche. La dirección es: 252 East 125 Street, Manhattan. Teléfono: (347) 640-8444.

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