Tangoterapia hace bailar a enfermos de parkinson en México

Conoce la historia de Omar García, quien ha cambiado su vida al practicar esta actividad

MéXICO – Al fondo, Omar García. El rostro contraído, el ceño fruncido, las manos inquietas, una lengua que se enreda y una historia que inició 37 años atrás cuando, de pronto, tuvo dolores al caminar, torpes las manos, dificultad para hablar.

––Son tus nervios––le dijeron.

El diagnóstico médico vino más de dos décadas después, hace 10 años hasta que le hicieron estudios neurológicos y saltó la verdad, una explicación a sus penas que crecían en los largos trayectos del Estado de México a la capital mexicana para vender artesanías.

Omar padece parkinson, una enfermedad neuronal, degenerativa, sin explicación de origen ni cura.

Sorprende, entonces, su mejoría desde el 2009, cuando se reconoció la  enfermedad. Hoy toma con fuerza la cintura de una colega de males y sabe que entre los dos “pueden volar” porque él, aún con la enfermedad, es “una pluma”, reconoce enredado con la lengua, lento, pausado y seguro de sus muslos: con ellos llegó sin apoyo a la Asociación Mexicana de Parkinson

Tomó microbuses y el metro, andó varios kilómetros,  bañado, rasurado, bien vestido con un pantalón caqui, una playera amarilla, para instalarse en la clase de Brandi Rubalcaba, una bailarina profesional jalisciense creadora de un singular método de tangoterapia para parkinson que comparte con un promedio de 26 alumnos desde hace cinco años.

Omar García, de playera amarilla, padece parkinson hace 37 años.

“A ver, muchachos, todos en corte”, dice a las parejas que se lían ––entre acordes de bandoneón––, con  uno de los pasos más complicados del día. Concentración máxima, equilibrio total. 

Brandi exige mucho a sus alumnos. Cree en ellos. Impone retos cada vez más complicados  hasta que llegan a los escenarios convertidos en héroes, con tanta seguridad en sí mismos que el público se enamora de ellos.

Recuerda particularmente a un alumno que llevó a bailar al auditorio Carlos Pérez del Toro de la Universidad Nacional Autónoma de México porque una académica la abordó. “Me dijo, qué porte, qué bigote, ¡quierto conocerlo! Tiene parkinson, ¿sabes? No importa, me gustó”, recuerda la anécdota. “Finalmemte no se lo presenté porque él era casado”.

Brandi sabe del poder que da  vencer obstáculos para la danza porque tenía problemas físicos de nacimiento y tenía que usar mangueras para caminar. Bailar era lo más absurdo sino fuera por su empeño de 29 años. Empezó con ballet clásico, jazz contemporáneo, tap, folklore, hasta que el  tango la atrapó. “Empecé a bailar a los siete”.

Los alumnos se han soltado en el salón com un baile libre y giran, estiran los brazos, piernas en movimientos elegantes.

“Soy ilusionista, trabajé con delfines, también soy embajadora de la cultura coreana en México (cocina, lenguaje y caligrafía antigua) y todo lo aplico en el método”, detalla. “Inventé estas técnicas por mi madre, porque ella tiene parkinson y está en Guadalajara: es mi forma de ayudar en la distancia”, advierte. “Todo ayuda a bailar”.

Brandy Ruvalcaba (pelirroja), inventó un método de tangoterapia para enfermos de parkinson.

En la Ciudad de México apoya a gente como Enriqueta Chavira, de 66 años, y Margarita Vallejo, de 75 años. La primera supo del parkinson hace tres años.  El pie izquierdo se le durmió un día” y ya: comenzaron los rumores, que si eran las lumbares, que si era la columna, hasta que el parte médico aconsejó medicamentos, ejercicio, terapia y amor a la vida.

Desde entonces no deja de bailar ni el despacho contable que comparte con su esposo. Aún no tiene movimientos involuntarios y piensa atrasarlos a golpe de tango. “Es tiempo de ganarle a la enfermedad”, dice a este diario en un descanso. 

Margarita, 75 años, 12 años con el diagnóstico, sueña, igual que Enriqueta y los más de veinte que giran en el salón al ritmo de Carlos Gardel, con seguir una vida lo más normal posible, aprender a pintar, si ya no podrá  nadar ni tocar guitarra, dos actividades que pospuso por trabajar como administradora en el gobierno y la iniciativa privada.

––No me arrepiento, hice lo que quise, me retiré cuando quise para irme un tiempo de misionera a Chiapas ”.

La clase ha terminado, las parejas se sueltan, hablan, ríen y salen camino a casa con la fuerza de los arrabales, donde se originó el tango, y en el camino serán más finos, más elegantes, más respetados…

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